Un presidente guapo pero corrupto.
Un papa “fiel” encubriendo pederastia.
Un comunicador popular desconectado de la realidad.
Un cardenal jugando golf en su campo privado.
Un judío multimillonario llorando la shoah y explotando trabajadores.
Un empresario exitoso en las listas de Panama papers.
Un sionista opulento condenando un muro.
Un hipster luchando por las libertades del capitalismo.
Una dama de sociedad misericordiosa pero elitista.
Un filántropo afamado y publicitado.
Un niño pudiente regalando un juguete roto a un niño menesteroso.
Un intelectual soberbio y de rancio conservadurismo.
Un Ferrari circulando en Ecatepec.
Un campesino con una marimba de 8 hijos ofreciendo diezmo.
Una adolescente católica y de abolengo abortando en un un país lejano.
La madre de la anterior apoyando la ley antiaborto.
Una fundación para pobres y minusválidos evadiendo impuestos.
Una escort ejecutiva indignada por la prostitución.
Un pobre y jodido defendiendo al rico…
etc., etc.
La teoría de la ventana rota, para sorpresa de muchos, es aplicada hoy día en ciudades menores de la república mexicana incluida desde luego mi ciudad, en resumen sugiere que un ambiente limpio y ordenado disminuye drásticamente la criminalidad en una sociedad, tal premisa surge de un artículo “Ventanas rotas”. de James Q. Wilson y George L. Kelling. USA, 1982.
Su implementación íntegra inició en New York durante la administración de Rudy Giuliani (hoy día asesor en la campaña de Donald Trump) y su famoso lema “Tolerancia Cero” en la década de los 90´s, usada desde entonces como base de estrategia criminalista la teoría de la ventana rota define hoy la normatividad de muchas ciudades y administraciones públicas.
El problema es, como siempre, la ignorancia que los ciudadanos guardan referente a estas teorías y prácticas que les atañen de manera directa, que en parte se debe a información convenientemente limitada incluso oculta por administraciones ¡públicas! y parte a la indolencia del mexicano promedio.
¿Y cómo funciona tal teoría y práctica en su aplicación? al margen de sus adeptos y detractores el funcionamiento es controvertido, elementos desagradables a la vista como arquitectura, parques, vías, monumentos son reparados, reconstruidos, mejorados, embellecidos, a la par que elementos ambulatorios como personas y fauna urbana son perseguidos, segregados, limitados, discriminados, criminalizados e incluso eliminados por su aspecto discordante.
En tanto los delincuentes con “tafetanes bordados, tacón de chafín de seda y justes almidonados” (como describe Chabuca Granda en su maravillosa canción) siguen regodeándose en la impunidad que el dinero les confiere, por que aquí se trata de eliminar lo feo, no lo malo.
Apostados en la administración pública, generando corrupción desde empresas y consorcios, explotando a trabajadores escudados en las inclemencias del temporal financiero, dirigiendo actividades criminales desde un bufete u oficina, estos sujetos creen ser merecedores de un ambiente digno, bello, relajado y seguro, casi bucólico para que ellos y sus familias retocen despreocupadamente sus riquezas, siempre al amparo del poder económico y sus ligas con el poder político.
El imperio de las apariencias, las sonrisas falsas, el abrazo traicionero y las miradas intensas, el cafecito turbio, lisonjero, intrigante y revelador, las tertulias palaciegas donde el dinero danza más que los concurrentes, las cenas formales, las copas caras y los sórdidos desenlaces encubiertos por alcahuetes de profesión, las misas dominicales escaparates de los afectos del poder y el sistema de castas imperante, desde adelante hacia el fondo sentados en orden de importancia social, todos bajo el mismo techo que por algo todos son hijos de dios…
Pero no todo es perfecto en este sistema de la ventana rota, la servidumbre siempre será un mal necesario, prietos, chaparros y pobres se avituallan para el servicio a la clase pudiente, como técnicos, barrenderos, inspectores viales, dependientes, meseros, en fin, todo la fuerza laboral que una ciudad modelo requiere.
Para estos últimos la vigilancia es rigurosa prácticamente invasiva, las normas rígidas, y su aplicación inflexible y despiadada. Por ello se mantienen los salarios bajos, apenas lo suficiente par sostenerse sobre el umbral de un salario mínimo (que para eso sirve el mentado término, para reconocerse pobre o no).
Pero a la gendarmería y miembros de la jurisprudencia se abona todo lo requerido, salarios dignos, prestaciones adicionales a las de ley, becas, créditos, capacitación incluso en el extranjero, herramientas tecnológicas de avanzada, armas, vehículos especiales, drones, sistemas de vigilancia, comunicación e intervención, después de todo su función es estratégica evitando sublevaciones proletarias pero resguardando la actividad criminal organizada desde las altas esferas.
El ciudadano pobre y jodido debe así vivir bajo un régimen fascista, pero agradecido y sumiso al compartir limitadamente un ambiente idílico con sus amos y señores, no importa que la violencia, segregación, discriminación y vicios sea mundana en todo aspecto, comenzando por los hijos que no comparten los mismos planteles ni planes de estudios, que para eso ¡gracias a dios! ya hay una reforma educativa y una abundante oferta privada para segregar a los nenes de oro (líderes del mañana) y los otros ( los siervos) desde la infancia. Tampoco los beneficios de oferta laboral bien remunerada es compartida, existe el compadrazgo, el amiguísimo, los recomendados y el más importante, el nepotismo.
El culto religioso es compartido por todos pero impartido de manera selectiva que para eso sirven las obras pías ejecutadas magistralmente por esa elite neoporfirista que ostentan membresía del perdón de dios. Ni la criminalidad se salva pues la licencia para matar y delinquir sólo es asequible para los poderosos, los ricos, los políticos y sus intereses siempre resguardados por un mecanismo de autoridad y jurisprudencia bien aceitado.
Al final la teoría de la ventana rota es un huevo podrido, un cascarón blanco y en su contenido la podredumbre.
-Victor Roccas