Moisés Sánchez Limón
En el VI Consejo Político Nacional, este domingo en el búnker priista, fue elegido el equipo de consejeros que habrá de avalar el proceso para elegir al candidato a suceder a Enrique Peña Nieto en 2018. El jefe nato del tricolor enderezó un discurso que se imagina una sacudida al priismo de pedigrí que se engolosinó con el retorno a Los Pinos y acabó mermado y altamente desacreditado.
La corrupción galopante e insultante irrumpió en los próceres que, elegidos gobernadores se transformaron en virreyes que amasaron fortunas y arrastraron al sótano de la inmundicia política al partido que los encumbró.
No, no son el problema de crisis económica ni la caída del precio del petróleo y mucho menos el triunfo del impresentable Donald Trump o las reformas estructurales que, a trompicones y con ajustes sobre la marcha, como el educativo, los factores que tienen en medio de la impopularidad al presidente Peña Nieto.
El problema que tiene Enrique Peña Nieto –por cierto, ¿por qué las encuestas aluden a la fama presidencial mas no a la del gabinete? – es de corrupción entre sus amigos, los que al inicio de su administración, no deben estar en el equipo del Presidente. Y esas amistades no pueden ser negadas porque ahí están, retratadas en el abrazo y la sonrisa a punto de carcajada, en actos públicos.
Ahí Tomás Yarrington, César Horacio Duarte Jáquez, Javier Duarte de Ochoa, Roberto Borge, Ángel Heladio Aguirre Rivero, Jorge Herrera Caldera y, en fin, aquellos de quienes hoy se confirman actos de corrupción y todos esos etcéteras que los hicieron multimillonarios y responsables de haber arrastrado al PRI a espacios de severo descrédito, tanto que en la pasada elección perdió espacios de suyo fundamentales para la sucesión presidencial.
Por eso la importancia del mensaje de Enrique Peña Nieto, este domingo en ese acto priista en el que se eligió al equipo que deberá acompañar a la decisión presidencial de quién será el candidato –¿sería candidata?—a la Presidencia de la República en 2018.
Primero el programa, luego el hombre, parafraseó Peña Nieto al tuxpeño Jesús Reyes Heroles, en esta máxima que de pronto el PRI perdió cuando, con Ernesto Zedillo, optó primero por el hombre y dejó de lado al programa. Y Zedillo perdió la Presidencia de la República, carente de ese programa priista de gobierno, pero sobre todo de sentido común y abiertamente dispuesto a romper con la estructura priista, en buena parte en venganza contra Carlos Salinas de Gortari.
Primero el programa, acotó Peña Nieto frente al priismo que lo arropó, pero igualmente aplaudió la presencia de Manlio Fabio Beltrones, el factor que el PRI tiene para atender esa demanda presidencial de unidad que implica echar a los mercaderes del templo.
Este domingo, en la sede nacional priista, el Presidente siguió las reglas de lo políticamente correcto y saludó lo mismo a ex dirigentes nacionales del partido que a gobernadores de entre los cuales hay exponentes de la corrupción
Recordó que en ese mismo espacio, “hace justamente cinco años, hace cinco años aquí, en este patio de la sede del Comité Ejecutivo Nacional de mi partido, me presenté ante el priismo nacional, ante su dirigencia, para solicitar mi registro entonces como precandidato a la Presidencia de la República”.
Y luego pidió dejarlo compartir “algunas reflexiones, a propósito de este encuentro, que tiene que ver con los tiempos que hoy estamos viviendo”.
Habló de la realidad social, política, económica y cultural del mundo que cambia paulatinamente. “Vivimos tiempos nuevos y retos inéditos para las democracias”, acotó.
Recordó que la elección de este año “nos ha dado una gran lección, pero, al mismo tiempo, nos abre una enorme oportunidad. Nos recuerda que nuestros gobiernos deben dar resultados concretos y positivos; que debemos mantener la unidad del partido en cada contienda electoral; y que debemos ser íntegros en el ejercicio del Gobierno y de la representación popular”.
Y dio la pauta: “Quienes llegaron a un puesto público a través del Partido y quebrantaron la Ley, traicionan a los electores que confiaron en ellos, traicionan a la militancia priista y traicionan al PRI. No debemos ser omisos frente a esos casos que indignan.
“Aquí mismo, en mayo del 2012, expresé claramente que en el PRI no tenían cabida, ni la tienen, ni la corrupción, ni el encubrimiento, y mucho menos la impunidad”.
Lamentablemente, Presidente, no le hicieron caso y no se imagina posible que los actuales virreyes, entre ellos incluidos aquellos de diferente filiación partidista, lo hagan.
Por supuesto, Presidente, no pueden dejar que por unos se juzgue al PRI en su conjunto. Pero el electorado generaliza.
Dijo usted, Presidente, que “quienes dañan el prestigio de nuestro partido, no merecen ser parte de él”, y por eso respalda “que al interior del partido se luche contra la corrupción y se sancione a quienes han traicionado y lastimado a nuestro instituto político”. ¿Cuántos corruptos han ido a prisión? ¿Por qué no le han hecho caso al auditor Juan Manuel Portal que ha entregado pruebas de que por lo menos 15 gobernadores han incurrido en actos de corrupción con los dineros públicos?
Al respecto, Presidente, este domingo advirtió, como en otras ocasiones y frente a otros auditorios dentro y fuera del país, que “quienes hayan violado la ley, habrán de enfrentar la consecuencia de sus actos. La deshonestidad no encontrará espacio en el PRI del Siglo XXI”. ¿Cuándo, Presidente?
Bien por su llamado al priismo de que no se deje contagiar “por los derrotistas, ni por quienes viven con dudas. Esos mismos que en el pasado ya se han equivocado. Y menos por aquellas voces que intentan confundir y engañar por supuestos pactos sobre batallas electorales que habremos de librar. Nada más falso que eso”.
Pero, Presidente, en la medida que su equipo y los virreyes priistas no comulguen con su arenga y reflexiones en los hechos, el país transitará en la inercia y las reformas estructurales tenderán al estancamiento, de cumplirse la previsión de que en Los Pinos, el 1 de diciembre de 2018 despachará un Presidente de un partido diferente al PRI.
La oposición, Presidente, se olvidó de los compromisos del Pacto por México. ¿Cómo convencer a millones de mexicanos que no son priistas y están hartos de la corrupción en los tres niveles de gobierno, donde el PRI es mayoría?
Sin duda hay muchas, muchas cosas buenas de las que se debe hablar e incluso presumir como mexicanos, pero la corrupción es la cortina que no deja ver ese lado positivo. ¿Le harán caso, Presidente? Digo.
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