Todos hemos conocido al menos una decena de gandallas en la vida, son esos tipos que buscan afanosamente como sacar provecho de cualquier ocasión sin mayor esfuerzo, no les importa a quien aventajen o sobre quien pasen, el caso es gozar de los beneficios ajenos, una gran semejanza con cualquier parasitosis.
Y esto no tiene nada que ver con un tipo golpeando a otro aprovechando una debilidad física, tampoco a un pendejo “poder antigandalla” como campaña ciudadana para, agarrados de las manos, cambiar la supuesta “cultura de la corrupción” que según sesudas reflexiones presidenciales a todos los mexicanos nos aqueja.
Se trata de establecer que son los gandallas-parásitos quienes nos gobiernan, y no necesariamente por la fuerza.
La palabra gandaya o gandalla aparece ya en 1646 en la novela Estebanillo, y evidentemente indica la inclinación por la ociosidad y la bribonería (Sobre los mexicanismos gandalla y agandallar-Carlos Montemayor, La jornada).
Por ello, no es de extrañar que el adjetivo gandalla sea tan reconocido en México, y aun cuando el DRAE implica en gandaya un significado de vagabundo y libertad, al mexicano la palabra “gandalla” le evoca primeramente una persona vividora y egoísta.
Y de este tipo tenemos en México ejemplos que harían la envidia de cualquier colección etnológica, tenemos por ejemplo al gandalla de la escuela, ese personaje con el cual algunos hemos cargado, cual rémora, durante nuestra fase académica, el gandalla del trabajo que siempre se hace pendejo esperando a quien cargarle su chamba, la novia gandalla que junto con su familia hacen del novio en turno un multichambas gratuito, existe el jefe gandalla, un desgraciado explotador que gusta de arrimarse a la empleadas y ningunear a los empleados (y no siempre en ese orden), o los gandallas iluminados, esos cabrones que con la palabra de Dios en mano corrompen desde infancias hasta países enteros.
El caso es que la “gandallez” en México ha superado cualquier definición o expectativa, vivimos efectivamente en la mejor época para ser un gandalla, todo individuo absorto por el consumismo, hedonismo y crematística son excelentes candidatos para superarse como gandallas “profesionales”, de hecho vivimos en un México gandalla, todos aspiran ser parásitos de todos.
El capitalismo crudo se basa en el agandalle, el consumismo, la obsolescencia programada, la mercadotecnia moderna, el interés compuesto, el exceso de leyes y normas, los prestamos bancarios, el libre mercado, el conservadurismo, la globalización, el neoliberalismo, la educación prusiana, el imperialismo, los sistemas electorales, las campañas, la democracia, la doctrina católica, el sentido empresarial anglosajón, los ejércitos modernos y tantas otras cosas que no procuran consciencia, bienestar y equidad social.
Porque esa es la enseñanza y la cultura que hemos absorbido del norte, sin dar cuenta de ello, tan claro que el ser gandalla es prácticamente el mayor logro de cualquier gringo, y por ende la mayor aspiración de la mente trastocada de cualquier mexicano que obnubila el sueño americano. Para el gringo promedio, lograr un alto nivel socioeconómico es la finalidad de la vida, no importa como, ni sobre quien, lo importante es avasallar, conquistar y reinar.
Pero no perdamos la brújula, hace 5 siglos centenas de gandallas ibéricos, llamados adelantados llegaron a México para conquistar, adoctrinar, explotar y causar un genocidio de millones de indígenas con la venia de la corona española, una bula alejandrina, un buen pertrecho de inquisidores resguardando la voluntad divina, y montañas de baratijas.
Tampoco debemos olvidar que no hace más de 70 años, el mayor orgullo de una familia mexicana era que un hijo llegara a ser sacerdote, el ser sacerdote además de una buena carga de divinidad, que cubría con un amplio manto a la familia, implicaba también un venturoso camino a canonjías y comodidades negadas para cualquier otro mortal, y no estoy describiendo nada nuevo, sólo basta recordar términos como “banquete de cardenales”,”gordo como obispo” o “los sobrinos del cura”, el agandalle de los prelados es legendario y prácticamente es cátedra, han parasitado a la humanidad por más de 1400 años y lo hacen, la mayor parte del tiempo, “con muchísimo amor a sus semejantes y en nombre de Dios”.
Y para mejorar, tenemos a nuestros insignes gobernantes, ¿quién puede representar más orgullosamente el agandalle que un gobernador? podrían ser los gandallas “gold level” si la competencia no fuera tan reñida entre legisladores, cuerpo judicial, diplomático, sindicalismo, partidocracia y la parentela de todos los anteriores.
Un gobernador no sólo es parasito de millones de ciudadanos, sino que además les succiona la vida sin más restricción que su propia saciedad, nada que camine, nade o repte sale de su mira, son los parasitos depredadores por antonomasia. Ejercen el agandalle en compañía de gandallitas menores qué, como enjambre, atacan sin mayor remordimiento a cualquiera que se atraviese, pero eso si, son parásitos con mucha labia, como las serpientes acometen a la presa lentamente casi con ternura.
Hasta hace pocos años el presidente era el gandalla mayor, pero esto acabó con el presidencialismo de capa caída, con ejemplares míseros y gerifaltes como Zedillo,Fox,Calderón y Peña, gandallas muy prolíficos aún, pero condicionados por sus propios amos, que sólo los usaron y usan como tristes heraldos encumbrados, turiferarios áulicos.
Mención aparte merece la partidocracia, sus logros como gandallas son la envidia del agandalle institucional, estos son cobijados por sus víctimas, son hasta queridos y admirados, arropados por la esperanza y ceguera de los que aún creen en su liderazgo, la democracia gandalla y las votaciones.
Pero no son los máximos gandallas, esos se encuentran muy por encima de cualquier delicadeza, los gandallas “rex” son los despiadados empresarios de las cúpulas de poder en cualquier país y sirven a otros, los gandallas “imperialis”, de estos últimos poco sabemos porque son la punta de la cadena parasítica que depreda a la humanidad, sólo basta saber que todos y cada uno de nosotros surtimos de la esencia vital para que todos estos “huevones” sobrevivan, hablar de vampiros o chupasangres sería poco menos que infantil, estos individuos no tienen parangón en la naturaleza.
Por tanto, cuando vean un gandalla desarrollándose y no puedan corregirlo o marginarlo, de plano huyan, por que esos cabrones no respetan ni a su tiznada madre.
Victor Roccas.