CUENTO.
Había una vez un niño, al que todos los niños de su escuela le decían que era feo. Por lo tanto nadie quería llevarse con él, mucho menos ser su amigo. A nadie le gustaba su aspecto, ¡todos decían que era feo!
La realidad es que aquel niño no era feo, en lo absoluto. Pero él, como vivía en un lugar en el que las personas catalogaban el aspecto de los demás, basándose en unos estereotipos físicos muy banales y superficiales, llegaron a la conclusión de que su aspecto era feo.
Con el pasar del tiempo, este niño pronto aprendió que ante los ojos de los demás era feo. Por lo tanto, de ahora en adelante me he de referir a él como “el niño feo”.
El corazón del niño feo se le estremecía, cada vez que era evadido y rechazado por las demás personas, incluso hasta por los niños de su escuela. Nadie aceptaba jugar con él, ¡todos los niños huían, cuando se les acercaba!
Cada vez que esto sucedía, el niño feo contenía sus ganas de llorar. ¡Por nada en el mundo habría permitido que nadie lo viese llorar!, a pesar de que por dentro su corazoncito ya lloraba por todo el dolor causado por los rechazos.
-¿Por qué la vida me hizo feo y no bonito?- se preguntaba, en silencio, cuando nuevamente era rechazado por una persona, o por un grupo de niños. Luego su corazoncito sentía tristeza, ¡mucha tristeza!
Cuando amanecía, a él no le quedaba más opción que seguir yendo a la escuela, a pesar de que a veces solamente sintiese ganas de quedarse encerrado, y ya nunca más volver a salir.
“Nadie me quiere, porque no soy bonito”, pensaba el niño, con mucho dolor.
En su salón, ¡todos los niños tenían un compañero de mesa banco!, ¡todos!, menos él. ¡Nadie quería sentarse a su lado!, porque todos decían que era feo. El tiempo fue pasando…
Un día, una nueva niña llegó a esa escuela. Cuando la vieron, ¡todos los niños se quedaron con la boca abierta! ¡Porque era hermosa! ¡Nadie dejaba de mirarla! ¡Todos la contemplaban! La niña iba acompañaba por su padre. Minutos después, cuando él se despidió de ella, se agachó y le dio un beso en su frente, luego le dijo:
-¡Pórtate bien!
La nueva niña tenía la misma edad que el niño feo, diez años, así que fue llevada por la directora al salón donde él estudiaba.
Ese día, cuando la directora y la nueva niña se aproximaron al salón, al divisarla, ¡todos los niños se alborotaron! Luego empezaron a intercambiar miradas de asombro. Al parecer no podían creer que una niña como aquella fuese tan bella.
-¡Qué hermosa es!- exclamó una niña.
-¡Qué ojos más bonitos tiene!- dijo otra.
-¡Cómo me gustaría que fuese mi compañera de mesa banco!- soltó un niño, emocionado.
-¡Yo la quiero!- gritó otro.
Esa mañana, los comentarios de sorpresa y admiración hacia la nueva niña no dejaron de escucharse, no hasta que su profesor les dijo:
-¡Silencio! ¡Todos guarden silencio!
Los niños, al escuchar esta orden, hicieron hasta lo imposible por obedecer.
El profesor caminó hacia la puerta y saludó a la directora.
-Profesor, aquí le traigo a una nueva alumna- le dijo ésta.
-Bienvenida seas, niña- le dijo el profesor a la niña, luego también la saludó.
-Gracias- replicó la niña.
-Te dejo en buenas manos- le dijo directora, cuando se despidió de ella. La niña también le dio las gracias.
El profesor habló con la directora unos minutos más. Mientras tanto, la niña seguía parada junto a la puerta. ¡Todos los niños la miraban!, menos el niño feo. Éste tenía su cabecita agachada. Parecía no darse cuenta de todo lo que sucedía allí en su salón. La niña parecía un poco nerviosa, algo que es normal para alguien que es nuevo en cualquier lugar.
-Niños, ¡pongan atención!- su profesor les dijo, cuando entró al salón, luego añadió:
-Les voy a presentar a su nueva compañera de clase.
Cuando él terminó de decir esto, todos los niños empezaron a hablotear, ¡otra vez! ¡Todos estaban muy emocionados por la llegada de esta niña hermosa!
Todo en ella parecía brillar. Todo en ella estaba impecable; ¡hasta las suelas de sus zapatos lo estaban!
-Niños, ¡niños! ¡Guarden silencio!- les volvió a pedir su profesor. Y todos lo hicieron.
-Niña, ¿me dices tu nombre, por favor?- le preguntó el profesor. Y la niña, con mucha timidez, dijo:
-Mi nombre es… Su voz se apagó.
-Mi nombre es Country- dijo por fin.
El profesor le dio las gracias, luego dijo:
-Niños, ¡quiero presentarles a Country! De hoy en adelante será nuestra nueva compañera de clase. ¿Quieren, por favor, darle la bienvenida?
Todos los niños se pusieron de pie, y dijeron al mismo tiempo:
-¡BIENVENIDA SEAS, COUNTRY, A NUESTRO SALÓN DE CLASES!
-Gracias, niños. ¡Pueden sentarse!- su profesor les dijo.
Country seguía de pie, junto al él.
-Muy bien, Country. ¿Ahora en dónde te sentaremos?- se preguntó el profesor, mientras pasaba su mirada por todo el salón.
-¡Ah, mira!- exclamó. Creo que allí veo un lugar vacío. Vamos- le dijo a la niña, mientras le quitaba la mochila de sus hombros-, te ayudaré a llevar tus cosas para que te acomodes.
Todos los niños la seguían mirando. ¡Todos la contemplaban con mucho arrobo! ¡Todos!, menos el niño feo. Este seguía encerrado en su propio mundo, allí donde no necesitaba ser aceptado por nadie, ¡mucho menos por ningún niño de su salón de clases!
Cuando la niña y el profesor llegaron hasta su mesa banco, éste le dijo:
-Bentley, te presento a tu nueva compañera de clase. Ella se sentará aquí contigo.
Bentley, que es como el niño se llamaba, alzó su cabecita, y sin mirar a Country, por primera vez en toda esa mañana habló.
Y esto fue lo que dijo:
-Bienvenida seas, niña, pero si no quieres sentarte aquí conmigo, puedes decírselo al profesor para que él te busque otro lugar.
Country, que tampoco había hablado mucho esa mañana, también lo hizo.
-¿Y por qué no habría de querer hacerlo?- le preguntó al niño. Y éste le contestó:
-¡Precisamente por eso!, ¡porque nadie quiere hacerlo! Porque dicen que soy feo.
El profesor, que seguía parado junto a ellos, no había escuchado nada de esta conversación, porque los demás niños habían empezado a hacer mucho ruido otra vez. Es por esto que Country le gritó:
-¡Gracias profesor! ¡Creo que este lugar está muy bien! ¡Me gusta! ¡Me sentaré aquí con éste niño!
-¡Bienvenida seas otra vez!- éste le volvió a decir, y los dejó solos.
Pasados unos minutos, la niña ya se había acomodado por completo junto a su nuevo compañero: Bentley. Todos los niños, al verla sentada junto a él, empezaron a envidiarlo. ¡No podían creer que una niña como ella estuviese sentada a su lado!
Ese día, como todos los demás días, Bentley se la pasó callado ¡todo el tiempo! Su silencio era absoluto. Ni siquiera la compañía de Country había logrado sacarlo de su encierro. Los días pasaron, unos diez, más o menos.
Todos los niños en esa escuela empezaron a querer ser amigos de Country, pero ella ¡siempre los rechazaba a todos! Ella lo único que deseaba era ser amiga de Bentley. Pero él, que tanto había sufrido por el rechazo de los demás niños, había aprendido a ya no querer ser amigo de nadie, y también a estar solo. Por eso, cuando el timbre del recreo sonaba, él nunca salía de su salón de clases. Pero cuando lo hacía, solamente se iba corriendo atrás de la escuela, ¡lejos!, en donde nadie pudiese ver su soledad.
“No está en el salón”, pensó Country. -¿Entonces en dónde estará?- se preguntó, mientras buscaba a Bentley hasta donde sus ojos alcanzaban a ver.
-Viene hacia mí, ¡viene hacia mí!- decía una niña, con emoción, a sus demás amigas, mientras miraba a Country acercarse a ella.
-¡Seguramente te pedirá que seas su amiga!- le decían todas.
-¡Qué afortunada eres! ¡Viene hacia ti!- exclamó otra.
-¡Haz como que no la ves! ¡Disimula!- todas le ordenaron.
¡Pero qué grande fue la sorpresa que todas estas niñas se llevaron, cuando Country estuvo frente a ellas!, porque entonces solamente les preguntó:
-¿Alguien de ustedes a visto a Bentley? ¡No lo encuentro por ninguna parte!- les dijo, muy preocupada.
Las niñas, al escucharla, hicieron una mueca de desprecio. ¡¿Para esto se les había acercado, para preguntar por el niño a quien nadie quería por amigo?!
-¡Seguramente que está atrás!, en el patio- le contestó una, de mala gana.
-¡Solamente allí puede ser aceptado!- añadió otra, ¡y todas rieron!
Country les dio las gracias, y se fue corriendo muy rápido hacia el patio. Cuando llegó aquí, enseguida vio a Bentley, sentado sobre una piedra enorme. Bentley estaba de espaldas, por lo tanto no vio que Country ya estaba allí, mirándolo.
Ella, muy despacio, caminó hasta donde él estaba, pero cuando estuvo muy cerca, ¡se detuvo! Se dio cuenta de que no sabía qué es lo que le diría. Esperó a que unos segundos pasaran, luego siguió acercándose, despacio, muy despacio, y sin hacer ruido.
“¿Qué podría decirle?”, se preguntaba Country. ¡Otra vez se detuvo! Dudó un instante, hasta que sus ánimos se reafirmaron; siguió caminando. Cuando por fin estuvo junto al niño, solamente le dijo:
-Hola Bentley.
Bentley, que jugaba con sus dedos un avioncito de papel, no le contestó nada.
Entonces Country le dijo:
-Veo que te gusta la soledad.
Bentley, al escucharla decir esto, por fin abrió su boquita, y esto fue lo que le contestó:
-No, ¡no me gusta! Pero todos me rechazan porque dicen que soy feo. Así que he aprendido a hacer de la soledad mi mejor compañía.
-¡Tú no eres feo!- Country le contestó.
-¡Ah! Sí. Tú lo dices porque eres bonita, y porque siempre vas a ser aceptaba por todas las demás personas, en cambio yo no. ¡Pero esto a mí ya no me importa!- dijo Bentley, con resignación.
Country lo miraba. Ella se había colocado a su costado. Él seguía con su mirada clavada en el suelo. Parecía quererle ocultar su rostro a Country, lo más posible. De hecho, ¡no la había mirado para nada cuando ella le había hablado! En cambio Country a él sí. Y todo el tiempo lo había hecho con mucho detenimiento.
Después de unos segundos de silencio, Country le dijo:
-Bentley. Me gustaría que me miraras aunque solo fuese por una vez.
Bentley le contestó:
-No puedo. ¡Y no quiero hacerlo!
-¿Por qué?- quiso saber Country.
-¡Ya te lo he dicho! ¡Porque soy feo y porque no puedo soportar mirar a nadie a la cara!
-¡Pero tú no eres feo! ¡Entiéndelo!- Country casi le gritó.
-¡Eso a mí no me importa saberlo!- Bentley replicó.
-¡Pero a mí sí!- Country le contestó, y le siguió diciendo:
-Si tan solo pudieses mirarme ¡una sola vez!, entonces verías en mis ojos de que en verdad quiero ser tu amiga, y que yo, a diferencia de los demás niños, he podido ver en ti una belleza mucho más grande que la mía. Porque tal vez y tú no lo sepas, ¡pero todos me quieren por lo bonito que luce mi exterior! Más sin embargo ¡nadie sabe!, ¡y nadie ha visto nunca cómo soy realmente por dentro! Y créeme que yo, desde que te vi, pude ver, lo que ellos ni nadie podrán ver nunca: TU INTERIOR, TODA ESA BELLEZA QUE YA CASI SE HA MARCHITADO POR COMPLETO.
-¡Esto tampoco me importa saberlo!- dijo Bentley, casi con enfado. Luego añadió:
-¡Tanto tiempo y tantas veces he sido rechazado, que al fin y al cabo, sin darme cuenta, la soledad se volvió mi mejor amiga! ¡Y yo sé que ella jamás nunca va a rechazarme, como todos los demás lo hacen!
-Bentley… -dijo Country. ¡Todo en este mundo está regido por lo que aparentamos ser por fuera!, y no por lo que somos por dentro. Ella siguió hablando.
-Si tan solo las personas, y si tan solo todos esos niños pudiesen ver ¡todo lo que en ti yo he visto!, ENTONCES ELLOS
TAMBIÉN ESTARÍAN AQUÍ, AHORA MISMO, FRENTE A TI, LUCHANDO, COMO YO LO ESTOY HACIENDO, PARA QUE ACEPTES SER SUS AMIGOS.
¡Pero sé que no lo harán!, porque así son ellos, tontos y vacíos. ¡Pero yo no! Así que… ¡por favor! ¡Ya dime que sí aceptas ser mi amigo!
Bentley, que seguía mirando el suelo, levantó su cabecita, y muy lentamente la movió para mirar a Country. Cuando lo hizo, ¡todo lo que vio fue un rostro hermoso, con unos ojos todavía mucho más hermosos! Entonces comprendió porque todos los niños querían ser sus amigos.
Pasaron unos segundos…, luego Bentley le preguntó:
-¿Por qué yo? ¿Para qué quieres que yo sea tu amigo, si soy feo?
-¡Ya te lo he dicho!- le contestó Country. Luego le dijo:
-PORQUE TÚ PARA MI ERES EL SER MÁS MARAVILLOSO QUE HE ENCONTRADO, Y QUE, LA VERDAD, NO QUIERO PERDER POR NADA EN EL MUNDO.
Bentley había vuelto a poner su mirada sobre el suelo. ¡Otra vez volvió a dejar que unos segundos pasaran!, luego le contestó:
-¡Está bien! ¡Sólo porque has insistido!
Country, al escucharlo decir esto, le sonrió, a pesar de que él no la miraba.
-¿Entonces qué?- le preguntó Country-. ¿Eso significa que sí aceptas?- quiso saber ella.
Bentley ¡otra vez dejo que unos segundos pasaran!, luego por fin dijo:
-¡Está bien! ¡Sí acepto!
Country, al escucharlo pronunciar esta respuesta, le sonrió más, ¡todavía mucho más! Luego le dijo:
-¡Venga entonces, amigo! ¡Choquemos nuestras manos! -le pidió a Bentley, con júbilo.
Bentley, que seguía sin moverse, levantó su cabecita, miró a Country…, ¡y por primera vez LE SONRIÓ!
Esta era la primera de las muchísimas sonrisas que él le regalaría A COUNTRY, ¡SU NUEVA Y ÚNICA AMIGA!
…Entonces AMBOS AMIGOS chocaron sus manos, luego hicieron con ellas UN SALUDO.
ERA EL SALUDO DE LA AMISTAD VERDADERA.
FIN.
Anthony Smart.
Noviembre/20/2016
Noviembre/23/2016