No logro entender al mexicano, igualmente y no sea necesario, en este punto de la historia no se puede esperar más que lo peor.
Y el pesimismo embarga la mente, la palabra esperanza causa irá a quienes sabemos es una red para pendejos, no hay salida, ni retorno…
Supongo, por que ya no puedo asegurar nada, que para la gran mayoría de los padres y madres de familia lo más importante son sus hijos, y es siempre en esa reflexión en donde mi consciente golpea lo notorio, como el mar ante las rocas.
Las preguntas primordiales siguen vigentes;
¿Qué futuro les heredamos a nuestros hijos?
¿Qué presente les estamos procurando?
¿Aún creemos que el sistema actual sirve para garantizarnos bienestar social?
¿De verdad la estupidez se ha vuelto una pandemia?
Cualquiera de las respuestas correctas, a la preguntas anteriores, harían helar la sangre, y además parece que a pocos interesa, y es esa la peor parte de este nudo gordiano.
Malvivimos una realidad que agobia, sin embargo la gran mayoría de la gente está nefelibata, obnubilada, no quieren ver lo evidente, prefieren escuchar el ruido, no piensan en base a la consciencia y menos actúan en consecuencia. Prefieren reír, gozar, disfrutar la inmediatez, orbitar la frivolidad y nutrirse del hedonismo dejando a otros se ocupen del futuro, pero esos otros son sus peores enemigos, parasitos y verdugos.
¿De verdad alguien en su sano juicio creé que las generaciones futuras tendrán mejores oportunidades, cuando nada ha cambiado en lo esencial?..
Tenemos ¡casi 100 años! de promesas a cuestas, no hemos avanzado un ápice, no nos hemos desarrollado ni en el campo, ni en la industria, ni en la educación, ni en la autosuficiencia alimentaria, ni en la economía, ni en el bienestar social, vaya, ni en la llamada independencia, mucho menos soberanía y autosuficiencia.
Acumulamos más de 600 modificaciones a la constitución, burdas trampas a la ley que han convertido a la jurisprudencia en, como dice mi padre, fayuca entre mercachifles.
En México la revolución, como su raíz etimológica lo advierte: del latín re (hacia atrás), volvere (dar vueltas) y el sufijo -ción (acción o efecto); reivindica el regreso al punto de inicio de una sociedad ávida de progreso. Y parece que los ciudadanos están dispuestos a olvidar y dejarnos embarcar, y embaucar, nuevamente en otros 100 años de “progreso y desarrollo”…
¡Puta madre! ¿en serio? ¿no hay suficientes individuos que quieran abrir los ojos y despertar consciencias ante nuestro fracaso como sociedad?¿no hay nadie con la suficiente capacidad de convocatoria para decir ya basta, hasta aquí?.. la respuesta duele y es grave.
Continuamos creyendo, esperanzados, con la fe depositada, empeñada en los nietos, bisnietos y tataranietos, sanguíneos o putativos, de las malditas dinastías parasitarias, que desde que pisaron el nuevo continente han seguido imponiendo su voluntad, medrando mientras nosotros hemos perdido la identidad.
A través de generaciones de castas doradas que han hecho añicos una y otra vez a México, continuamos tolerándolos.
Hoy atestiguamos otro, uno más acumulado, desastre nacional que podría ser el último, no por que provoque la destrucción el tejido social sino porque este será el que arrase los vestigios de real voluntad social.
El tejido social ya está destruido o se ha adaptado, adoctrinado, enfermado de indolencia, miedo o esperanza, tanto que ha transmutado su voluntad en negación.
De otra forma no se explica el porque se continua participando de un sistema electoral corrupto como la ¡única! vía para expresar la voluntad del pueblo que vive en una tiranía oligárquica disfrazada de democracia.
De otra manera no se comprende el porque les seguimos dando el “benéfico de la duda” una, y otra, y otra vez a los mismos parasitos, disfrazados con los diferentes colores del mismo engaño y alineados en la misma vocación por la corrupción y ambición.
De otro modo no se entiende el porque tal retroceso social se concibe como avance o progreso social, tan solo justificado por interminables discursos demagógicos. Tal desarrollo es inequívoco, sí, para la casta dorada, la corte presidencial, el Olimpo empresarial, pero sobre todo para la curia romana, fuente perenne de la domesticación social, y para la partidocracia, fatuo pozo de los deseos y esperanzas ciudadanas, tristes consecuencias de la alevosa cornucopia para millones de mexicanos educados para creer y no para pensar.
Con centenas de miles de muertos y otros tantos desaparecidos, todo un ejercito cada día más empoderado, libre y amenazante en las calles librando una guerra contra el pueblo que juro proteger, remate criminal del patrimonio nacional como principal materia prima de la fabrica de multimillonarios mexicanos, endeudamiento impagable a cuenta de ¡futuras generaciones de pobres!, crimen organizado a cargo del estado, narcotráfico como una de las fuentes de ingreso nacional más importantes, cercanamente detrás de las tristemente celebradas remesas, y un sinfín de datos desalentadores que parece a muy pocos importa.
Miles de millones de pesos desviados semanalmente en contrabando, contubernios, desvíos, moches, maletas y paquetes. Decenas de políticos corrompidos por otros tantos empresarios en esquizoide carrera generada por la ambición desmedida. No hay día, me atrevo a decir hora, que no se de a conocer un acto más de corrupción por parte del estado.
Y aún así los mexicanos miran lampareados lo que les dicen que existe, un México inexistente, y no lo que realmente hay, un México agonizante.
Por ello no hay peor ciego que un pendejo que no quiere aceptar que es pendejo.
-Victor Roccas