* Lo primero que descubren nuestros políticos, es que están muertos, y por eso mismo no les importa la violencia que padecemos
Gregorio Ortega Molina
Desconozco si en todo el mundo sucede igual, pero aquí nuestros funcionarios públicos y representantes populares están cortados por la misma tijera: ellas y ellos están ciertos de que fueron hechos a mano, todo se lo merecen y nada les está prohibido. Hasta se alcanzan la puntada de bautizar a su humilde casa de retiro “La Chingada”.
Suponen ser inteligentes, cultos, simpáticos, dispuestos siempre al gracejo y al buen humor; tanto, que Omar Fayad se atreve a afirmar que hacer públicos los bienes de los funcionarios, y abrir al escrutinio su tres de tres, en automático los pone en riesgo porque los convierte en posibles víctimas de la delincuencia organizada, ya sea por robo, secuestro, extorsión, o simple escarnio.
Pero este señor Fayad está impedido de toda lógica de pensamiento, pues es incapaz de comprender, mucho menos aceptar, que si fuesen, él y sus contlapaches, absolutamente honrados, el país funcionaría de otra manera y nadie les exigiría que demostrasen su probidad.
Ellos, los políticos, crearon la situación de riesgo y violencia en la que vive México, lo que les sirve de pretexto para ocultar sus trapacerías de diverso calibre: tráfico de influencias, lavado de dinero, desviaciones al presupuesto, meter la mano al cajón, etcétera, pero también para incrementar sus ingresos, pues cobran un bono o pago adicional por el riesgo que corren al convertirse en servidores públicos o representantes populares, y además se consideran mucho para acudir a los servicios de salud del Estado.
¿Bono de riesgo, o sobresueldo porque para servir corren peligro? Entonces, ¿para qué se alquilan y/o buscan el voto de sus comunidades? No son los mexicanos de a pie los que crearon las situaciones sociales, políticas y económicas, además de la violencia, que tienen crispado al país. Lo que hoy sucede tiene responsables: los administradores públicos, representantes populares y administradores de justicia. Primero se sirven, después y si se acuerdan, hacen algo por esos mexicanos a los que ellos ven como “basurita” a la que se puede engañar y esquilmar.
Para buscar una explicación al comportamiento de Omar Fayad me aferro a la pluma de Italo Calvino, quien en Bajo el sol jaguar anotó: “Era también entonces un pensamiento de muerte el que te acompañaba, día y noche, como ahora que espías la ciudad en la oscuridad y en el silencio del toque de queda que has impuesto para defenderte de la rebelión que se está preparando, y sigues las pisadas de las patrullas de ronda en las calles vacías.
Y cuando en la oscuridad una voz de mujer se abandona al canto, invisible en el alféizar de una ventana apagada, de pronto te vuelven pensamientos de vida…”.
Lo primero que descubren nuestros políticos, es que están muertos, y por eso mismo no les importa la violencia que padecemos.