Niños, lo lamento, es duro decirlo y difícil explicarlo, pero Santa Claus ha muerto. Murió en un ataque de impotencia e incertidumbre financiera que resulto en un despertar amargo, millones trataron de resucitarlo a fuerza de cubrirle la espalda haciendo su trabajo, consumir, pero ya no será posible hacerlo por más tiempo.
Su primordial propósito era el lavado de cerebro para los más pequeñitos, para anidarlos en ese programa de manipulación mercantilista de coacción obediencia-esperanza. Pero eso está por terminar, y no es un intento por amargarles la navidad ni quebrantarles la ilusión, soló es la cruda realidad de un icono del capitalismo que fue víctima de su propia fama, de Santa Claus se esperaba, cada día más, una mayor solidaridad y empatía con los infantes más sacrificados y vulnerados pero muy al contrario sólo acude en pos de burgesitos malcriados, a esos cabroncitos mimados vaya que los atiende con esmero y complacencia. “Al hijo del alcalde hasta un go-kart profesional y un balón firmado por Cristiano Ronaldo, le trajo el gordo hijo de puta” – dice un pobre niño jornalero de Guanajuato que ni cena de navidad alcanzó el año pasado.
Porque la importancia del viejo gordo colorado residía en la mal implementada educación para los niños; “si te portas bien durante el año…”, pero ahora es claro que se porten bien o mal, el cabrón dueño del trineo volador es un ojete elitista que sólo atiende en las residencias de postín donde hay chimeneas de ladrillo refractario y jamás en hogares con anafre, donde el hijo de la chingada, además, subcontrata intermediarios más gandallas que él, como televisa y tvazteca.
E inocentes voces suenan alarmadas y a todo pulmón ¡no les quiten la ilusión a los niños, es un crimen!, pues si, es un crimen, aunque hay de crímenes a crímenes, no es lo mismo un “te portaste mal y Santa no te traerá más que un sweter y un pantalón” a un “déjate tocar ahí abajo mijito, es por amor a Dios” o “perdiste las 2 piernitas y a toda tu familia por que Alá así lo exige” o incluso un “no señito, su niño no puede entrar a clases hasta que pague la cuota voluntaria de inscripción”.
Y es que a los niños ya no se les puede vender una idea tan fácilmente si no es acompañada de un satisfactor inmediato, son consumidores más voraces que hace 40 años, en aquellos ayeres era difícil pero permisible financieramente una bicicleta, una avalancha, un patín del diablo, una casa de muñecas o una pista eléctrica debajo del arbolito de navidad, pero hoy la economía neoliberal exige a los padres descerrajarles la verdad a los pequeñitos lo más pronto posible, aun a costa de sus tiernas ilusiones.
Como estará la cosa que uno de los más inconscientes gobernadores de México (que ya en sí, es un logro monumental), conocido con el panegírico mote de “el Bronco”, olvidando que su vida misma se sustenta en una consecución de falsas ilusiones, engaños al prójimo, promesas vacuas, identidad publicitada, personalidad mercantilizada, intereses oligárquicos y producto de consumo dañino para la salud, mordió y tropezó con su misma lengua y en un arrebato de extrema imbecilidad política, cercenó la base ideológica de la política democrática mexicana, dijo la ¡verdad!, en este caso particular, sobre Santa Claus y su inexistencia, tirando por tierra las tiernas esperanzas de decenas de niños por una de las primeras quimeras, de las muchas acumulables, del ciudadano mexicano promedio contemporáneo, es decir “el prole”.
Porque, si un pendejo zafio que vive multimillonario a base de mentiras e ilusiones ajenas, y siendo más bruto que bronco se permite decir la verdad, pues yo también me atrevo a decir que Santa Claus ha muerto, si es que existió alguna vez, y desde luego si su existencia implicó algo más que la necesidad de crear las bases de una sociedad de consumo adoctrinada en la esperanza bajo el yugo de la obediencia servil y convenciera.
Y no me digan que soy un cabrón amargado, que afortunadamente lo soy y por tal razón pondero más la realidad que la ilusión.
-Victor Roccas.