DIARIO DE ANTHONY
7:34 p.m.
Jo. He pensado… Volví a estar molesto, cuando nuevamente EXPULSÉ mocos. Me llené de ira, luego empecé a pensar… pura mierda. Fui creando en mi mente “ideas”, puras putas ideas que según yo eran puro WOW.
Imaginé que a los políticos LADRONES, yo, los obligaba a vomitar Y A CAGAR ¡TOOOOOOOODO EL DINERO QUE SE HAN ROBADO! Imaginé que yo enjuiciaba a la puta exgobernadora de Yucatán, sí, a esa puta GORDA, NACA E INCULTA, con pretensiones de estrella de telenovela chafa y barata.
Imaginé a esa puta gorda… “Dime en dónde tienes el dinero guardado”, le decía yo. Y ésta puta me contestaba: Oh, Anthony, ¡te juro que no tengo nada, yo no me robé nada! “Vamos, puta gorda, sé que estás mintiendo…”.
Yo imaginé toda la escena. Imaginé que esta puta tenía los fajos de billetes, guardados, entre los pliegues de su grasa, vaya, de su enorme barriga. Toda la escena fue muy asquerosa, grotesca… Luego, al final, imaginé que hasta le hice una liposucción. Imaginé el ruido, mientras le extraía el dinero junto con su asquerosa grasa. Y si sólo menciono ahora a esta puta gorda y naca, es porque la verdad no tengo la fuerza ni la energía para ENJUICIAR A TODOS LOS DEMÁS PUTOS… pero me gustaría que, quien, tú que lees esto LO HAGAS, obvio que IMAGINANDO.
Después de enjuiciar a ésta marrana ladrona, yo, empecé a enjuiciarme a mí mismo. Y aquí está, más o menos, lo que imaginé.
“Vamos, Anthony “maricón” Smart, ¡ya dime en dónde tienes los libros robados!”. Oh, no, ¡te juro que no sé de qué me estás hablando! “Claro que sí lo sabes, rata de porquería”. No, no. ¡Te juro que te estoy diciendo toda la puta puritita verdad!
Yo no he robado NINGÚN libro. “Claro que sí, pedazo de porquería…” Está bien. Te lo diré. Se los vendí a un profesor. “No me mientas. ¡Es que acaso crees que soy imbécil!”. No, te lo juro; los vendí, ya no los tengo, bueno, sólo algunos…
El tiempo fue transcurriendo. Imaginé que mi enjuiciador, o sea yo mismo, me dije toda una serie de cosas. La escena siguió rodando aquí en mi mente, y esto fue lo que vi.
Anthony, al final, decidió que todo era verdad. Él se había comido o tragado todos esos libros y, y ahora los tenía que… ¡CAGAR!
Anthony pujaba; entonces fue cagando todos los libros que él se había “robado”. Ah, ah. ¡Duele! Su cosita hizo un ruido y, y de allí salió un libro: EL LOBO ESTEPARIO. Volvió a pujar y más materia fecal fue saliendo. Entre toda esta materia habían pedazos del FAUSTO, de Goethe, pedazos de EL GUARDIÁN ENTRE EL CENTENO, de J. D. Salinger… ¡y hasta pedazos de la puta poesía de Sabines!
Anthony dejó de cagar, y enseguida su enjuiciador le dijo: “Vamos, sé que hay más”. Entonces Anthony le contestó: Creo que me he extreñido. Ya no puedo cagar más. “No mientas, pedazo de rata inmunda. ¡Vamos, sigue cagando todo lo robado”. No, te juro que ya no puedo. ESTOY ESTREÑIDO. “Entonces no hay problema. Ahora mismo te traeré un puto laxante”.
El enjuiciador de Anthony se fue, vino y le trajo a él el laxante. Anthony se lo tomó, y a los pocos minutos enseguida empezó a seguir CAGANDO TODOS LOS LIBROS ROBADOS. Anthony cagó libros que él ya no recordaba haber “robado”. Cagó libros de la historia de un país corrupto; su cubierta, llena de materia fecal, decía: HISTORIA DE MÉXICO.
Anthony siguió cagando, y así fue como él mismo se había enjuiciado. 8:05 p.m.
FIN.
Diciembre/22/2016