Atestiguamos nuevamente un lamentable suceso, una balacera en una secundaria privada en Monterrey, uno más de tantos actos de violencia cotidianos, y aun cuando su importancia no parezca tanta a comparación de los cientos de miles de muertes y desapariciones, es justo decir que representa una cara de la sociedad que muchos se resisten a reconocer y por ello ha dañado enormemente el tejido social durante ya muchos años.
La adolescencia es una etapa de suma dificultad, y las condiciones en las que la sociedad mexicana funciona actualmente no mejora las circunstancias, los adolescentes mexicanos se enfrentan en desigualdad total de condiciones a problemas que los mimados y malcriados adolescentes norteamericanos, a quienes tristemente tanto admiran, como son la competitividad, la selectividad, la discriminación basada en la exigencia social de consumo.
Un adolescente norteamericano debe enfrentar desde muy temprano no sólo los cambios hormonales que tanta inquietud, vergüenza y curiosidad causan en sus aún infantiles mentes dentro de cuerpos desarrollados, evidentemente no es fácil, pero a esto se debe añadir toda la parafernalia que acompaña el adoctrinamiento dentro de una sociedad de consumo, vacua e intolerante hacia el pensamiento critico, ya ni ponderar el pensamiento rebelde y subversivo.
El adolescente se enfrenta a pares con mentes pueriles que se vuelven crueles y despiadados, basadas muchas veces en la imitación de patrones de comportamiento narcisista de los adultos. Adultos que no advierten la inmensa influencia que su actuar cotidiano ejerce sobre las mente precoces.
En México, como adultos les estamos dejando al garete de una sociedad cada día más cruenta, violenta, hedonista y desde luego corrupta, con todas los defectos de una sociedad como la norteamericana y careciendo de cualquier beneficio que ellos pudieran cobijar.
¿Cómo pretendemos que afronten sus propias vidas nuestros hijos con los ejemplos que les dispensamos? nos comportamos con tanta conveniencia y desprecio hacia los demás, con tanto egoísmo y apego a los placeres vulgares del consumo, que no me imagino peor ejemplo para nuestros adolescentes, y no se trata de mojigatería barata, se trata de reconocer en ellos nuestra propia imagen y no al revés.
¿Qué pueden aprender de nosotros que no sea la búsqueda implacable, demencial por la aceptación social generada en la estupidez colectiva? si, esa que nos hace comportarnos como reyes pretenciosos cuando somos peones dispensables en el tablero del consumismo orquestado por intelectos muy retorcidos.
¿Acaso nos tomamos el tiempo para en verdad considerar no sólo si estamos educando a nuestros hijos, sino cual es la base de la educación que les estamos procurando? y no hablo de la educación formativa, sino la educación en el entorno familiar que se aprende primordialmente por imitación.
Vemos a esos padres queriendo emular el estilo americano tan publicitado en la televisión, revistas, magazines, internet, etc, tanto así que sus mentes obnubiladas despegan totalmente de la realidad poniendo en peligro literalmente la vida de sus hijos.
En esta mal entendida pretensión de “educar” muchos padres olvidan por egoísmo que ni ellos mismos son suficientemente maduros para dirigir sus vidas, pero con estulticia creen que por tener sus hijos una estatura, cambio de voz, libido encendido y pelo en áreas donde no lo había antes, de ipso facto están preparados para integrarse al molino de carne que es la sociedad mexicana moderna, y que lamentablemente es un remedo barato y trágico de la sociedad de consumo estadounidense.
¿Cuántas adolescentes no se dejan dominar por moditas pendejas y compañeritas que les coaccionan a cambio de una virtual membresia al grupito popular de la escuela? y a su vez esas “chicas bien” ¿de dónde alimentan su frivolidad y vacío existencial?
He ahí que hasta las emperifolladas madres se tropiezan para cumplirles el capricho, no a las cabroncitas compañeritas, a las cuales la desorientada adolescente desea vehementemente agradar… sino a un ejercicio enfermo por demostrar que se forma parte de una sociedad de consumo y pretensión.
Con este sencillo ejemplo se puede apreciar que muchos padres están confeccionando y sujetando a sus hijos a una red de futilidad, agresión, discriminación, castigo, complicidad, pero sobre todo de estupidez en la que los mismos adultos están atrapados.
A todo lo anterior hay que sumar la corrupción del gobierno, la voracidad del estado, y te encuentras ante la receta perfecta de una tragedia como las ya muy repetidas en escuelas de U.S.A. ¿habría que preguntarse el porqué, con más autocrítica y consciencia?
Lo acontecido en una escuela privada de Monterrey, entre adolescentes de clase media es muy lamentable, pero a diario en escuelas de gobierno entre las clases desfavorecidas de niños aún más vulnerados por su condición socioeconómica, las depresiones, traumas, carencias, abusos y frustraciones se dirimen con los puños, a patadas, con palos, navajas y violaciones siempre acompañadas de agresiones verbales, y las consecuencias no se publican en un canal de televisión o en diarios matutinos de gran circulación… no, por lo general aparecen en las notas rojas de pasquines de tercera, con imágenes tristes, devastadoras de niños colgados de una soga o desangrados en el abandono de una pobre vivienda, mientras sus familias tratan desesperadamente de alcanzar, anestesiados por la esperanza, ese éxito que los coriferos del sistemita neocolonial y de fe les han prometido a cambio de sacrificios.
Está tragedia como muy bien apuntan quienes ya no se permiten ser engañados por tantas mentiras, es una más de la muchas que atestiguamos y las que nos oculta el estado, en esta sociedad tan decadente, tan brutal, tan mezquina y dispendiosa que exige como en la antigua Tenochtitlán, el sacrificio humano, pero hoy día exige el holocausto de nuestros niños vueltos hombres a fuerza de inconsciencia colectiva.
Todos, absolutamente todos somos culpables, no directamente por las tragedias de estas pobres criaturas en una secundaria de Monterrey, los somos por permitir que un dogma, costumbres, ideales basados en la crematística, el hedonismo, la culpa, la sumisión, la compasión, la competencia y la esperanza nos distraigan del cuidado y atención de nuestros hijos.
No los dejemos vivir representando una de las muchas teleseries gringas de temáticas insulsas o ridículas copias baratas de avergonzante confección nacional, pletóricas de estereotipos raciales y dilemas existenciales intrascendentes como base de su futuro, que lamentablemente es la base del presente de miles de idiotas lobotomizados por ese tipo de aculturación importada.
-Victor Roccas.
P.D. Mientras tanto el títere de los pinos a quien todavía algunos palafreneros y compungidos llaman con hipócrita solemnidad ¡Señor Presidente!, nos pide trabajemos con “valores familiares”, y por supuesto no podrá ser con esos mentados valores que han desaparecido gracias a la crisis orgánica que ha evidenciado las verdaderas razones del neocolonialismo, tecnócratas, neoconservadurismo, neoliberalismo y la infestación parasitaria de quienes forman la oligarquía mexicana.
“La conquista del poder cultural es previa a la del poder político y esto se logra mediante la acción concertada de los intelectuales llamados “orgánicos” infiltrados en todos los medios de comunicación, expresión y universitarios.”- Antonio Gramsci.