Ramsés Ancira*
La tragedia de un joven condenado a prisión durante cuatro vidas biológicas, no es una tragedia personal, sino social e histórica porque garantiza la impunidad de los asesinos profesionales que realizaron la quíntuple matanza en un departamento de la Colonia Narvarte. Un caso que se convirtió en un cacto de numerosas púas para las autoridades de la Ciudad de México que hicieron todo para no espinarse, incluyendo un proceso lleno de consignas, incluida la consignación del expediente a una juez a modo, la misma de todos los casos difíciles para el gobierno de la capital.
La sentencia que se esperaba para la semana próxima se adelantó a las vísperas de la toma de posesión de Donald Trump, igualito como pasó con la extradición del Chapo Guzmán. En materia de distractores las autoridades capitalinas no tienen nada que envidiarle a las federales. Anunciar una sentencia para una fecha, y adelantarla es el clásico madruguete de quien sabe que su actuación será impugnada.
Ya lo hizo Artículo 19, la organización internacional para el apoyo de los periodistas, también los familiares de las víctimas. A nadie deja satisfecha la sentencia de Abraham Torres Tranquilino a la estúpida y propagandística cantidad de tres siglos (más 15 años) . Las posibilidades de que el jovencito de Xochimilco que un día aspiró a una carrera policiaca haya cometido este asesinato, son tantas como las de que haya participado en el crimen de Robert Kennedy, Sharon Tate o John Lennon. Se parece sólo por la sentencia que les aplicaron a los autores confesos de los dos últimos crímenes. El asesino del hermano del ex presidente Kennedy, a medio siglo de distancia todavía no recuerda haber disparado.
Introducirse a una casa en pleno día, salir al balcón a hacer una señal a los cómplices, en compañía de la aún sonriente víctima, es la lección número uno que se les enseña a los espías.
Alejandra, la mujer que tenía un día como sirvienta en la casa pudo haber recibido una llamada. Le habrían dicho que un pariente norteño quería hacerle una visita sorpresa a Yesenia, que le traían un regalo de Mexicali. Este tipo de fraude telefónico se comete todos los días y las autoridades lo saben. Si el lector está interesado en saber más del procedimiento utilice este enlace
La serenidad de Tranquilino
Abraham Torres Tranquilino se introduce a la celda oscura del marroquí que, por su calidad de extranjero, ha sido confinado a un espacio de mayor seguridad en el Reclusorio Oriente.
– Deberían de poner un foco, dice, ayuda mucho contra la depresión, se los digo por experiencia.
En prisión todo cuesta. Tampoco los focos están incluidos en el presupuesto a pesar de que se estima que cada semana entran al reclusorio nueve millones de pesos como producto de la corrupción, a veces entregado personalmente por los familiares o a través de Banco Azteca, el único banco del país donde no se exigen nombre y dos apellidos para abrir cuentas y que por lo mismo es el favorito de los extorsionadores telefónicos.
Cuándo Torres Tranquilino ingresó al Reclusorio Oriente no tenía ningún tatuaje, ahora se ha hecho uno que cubre todo el brazo derecho.
Se lo hizo por aburrimiento y por aparecer más temible. Su cuerpo delgado y su estatura de aproximadamente un metro con 70 centímetros lo hacen lucir muy frágil en un centro de detención donde el fisicoculturismo es el único recurso de entretenimiento para los presos que se aburren con La Palabra. La única prestación que da el muy laico y de izquierda gobierno de la Ciudad de México a los internos del área de privilegio es bajar una hora de sus celdas para escuchar las prédicas de Testigos de Jehová, “Aleluyos” y otras confesiones cristianas.
Torres Tranquilino hace meses que dejó de ser torturado dentro del reclusorio por “policías de investigación”. La libró desde que aceptó firmar una confesión a cambio de que no violaran a su madre y a su hermana. De esta manera la Procuraduría se libra de mucho trabajo con la máxima jurídica: “A confesión de parte, relevo de pruebas”.
Los criminales de Narvarte, antropológica y psíquicamente debieron ser mucho más fuertes y temibles que Tranquilino. Requirieron de esa fuerza para torturar por estrangulamiento a la antropóloga Nadia Vera delante del fotógrafo Rubén Espinoza, hasta quebrarlo anímicamente, hasta sacarle toda la información que querían saber los autores intelectuales de la masacre.
Los asesinos tuvieron por fuerza que ser profesionales del dolor, escenógrafos del terror que implica empalar a una mujer hermosa con el mango de una escoba y luego utilizar pistolas con silenciador.
¿Qué es lo que implica a Torres Tranquilino en el quíntuple asesinato? Conoció y ayudó económicamente a la colombiana que en un principio fue identificada como Nicole. Vivieron juntos en un departamento que este le rentó en la colonia Del Valle, con el dinero que dice obtenía como reparador de celulares en un mercado del sur de la Ciudad.
No me dijo porque se pelearon, pero la describió como una mujer de medidas espectaculares “Noventa, Sesenta, Revienta”. Se permite un poco de humor. La relación con una mujer escultural no debió ser fácil. Se separaron. Ella se quedó con un Mustang. Las autoridades nunca han dicho a nombre de quien estaba el vehículo, pero lo usan de prueba contra Tranquilino.
Un mal día Torres Tranquilino se encontró con un amigo del Estado de México.
– Nicole te anda buscando. Quiere verte.
Cuando rompió con ella, Tranquilino cambió su número telefónico, pero no pudo resistir la tentación y le dio al amigo su nuevo número.
Este apareció en el teléfono de la colombiana. Por supuesto los asesinos no se llevaron los aparatos móviles. Les eran necesarios en la escena del crimen para engañar a las autoridades, que además parecen tener muchas ganas de ser engañadas para liberarse de engorrosas investigaciones científicas e irrefutables.
Tranquilino es el único de los acusados que ha tenido la oportunidad de hablar con un periodista y dar su versión de los hechos. Los otros dos coacusados ni siquiera tienen ese recurso. Para la Procuraduría, calladitos e indefensos se ven más bonitos.
*El autor es Premio INBA Carlos Montemayor 2016 por el libro Reportero Encubierto, donde Abraham Torres Tranquilino es uno de los personajes