Moisés Sánchez Limón
Dictadores, gobernantes, presidentes y jefes de Estado ha habido que en el transcurso de sus gobiernos pierden popularidad; pocos pasan la prueba del top ten antes de la mitad de sus gestiones.
De elemental rechazo es la gestión de quienes llegan por la vía violenta y polarizan a la sociedad. Estar o no estar con el gobernante, el César de tiempos modernos; el Calígula que todo golpista lleva dentro. O, en la recurrente versión del Nerón que incendia a su patria.
¿Quién es Donald Trump? ¿Un fanfarrón exitoso en la venta de bienes raíces? ¿Un aprendiz de brujo? ¿Un símil de Vicente Fox que pretendió gobernar a México como gerente regional de la Coca Cola y terminó su mandato como un multimillonario que no puede, por más que quiera, esconder bajo la alfombra los miles de millones de pesos producto de los excedentes petroleros?
El neoyorquino multimillonario que desde la noche del viernes duerme en la alcoba principal de la Casa Blanca, porque es Presidente de los Estados Unidos de América, tiene todas las características del fanfarrón que se sacó la lotería porque simple y sencillamente comulgó e hizo campaña con lo que millones de estadunidenses desean: el paraíso terrenal, sin complicaciones de empleo ni inflaciones nefastas que impliquen carestía.
Es posible que Donald tenga razón en buena parte de sus ofertas de campaña, como devolver a Estados Unidos el orgullo de ser la nación más poderosa del mundo. Pero en esa tarea ha decidido despedir a quienes hacen el trabajo que esos republicanos niegan cumplir.
Además, mire usted, el nuevo Presidente de Estados Unidos terminará enredado con este galimatías de gobierno que se empeña en centrar su eje en el proteccionismo, un medida que en su peor momento nacionalista aplicó México y terminó con un mercado interno, excesivamente cerrado y protegido que le derivó pésimos controles de calidad, al grado de que la práctica del contrabando floreció en las llamadas zonas francas, como la entonces incipiente Cancún y la franja fronteriza norte y de las dos Baja California.
Las cuentas que han hecho los estadounidenses no cuadran con la realidad presente y futura. Con un mercado doméstico con consumidores cautivos entrañará precios desligados de la oferta y la demanda que, al final, requerirá de la reinserción en el mercado global.
El caso de México es ilustrativos en aquellos días anteriores al GATT y luego al TLCAN y otros acuerdos comerciales que lo sacaron del ostracismo y mostraron la bondad de la libre competencia, abismalmente ajena a esos tiempos en que una televisión marca Admiral frente a una Hitachi o Sony, costaba más del doble pero con una calidad pésima.
No se requiere ser experto ni mucho menos economista, para ser parte del consumidor que durante años ha visto cómo han cambiado las fuerzas del mercado y, merced a la globalidad y apertura de fronteras la ley de la oferta y la demanda, básica, nos ofrece una gama de opciones que, indirectamente, obliga al empresario, industrial fabricante a tener mejores controles de calidad frente a un mercado cada vez más demandante, exigente y conocedor.
Es evidente el rechazo de buena parte de la población contra este Presidente que ofrece como garantía de su gobierno la protección de su industria y comercio, divorciándose de los principales grupos de intercambio financiero y comercial como son el TLCAN y el TTP (Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica).
Guardadas las distancias, no cabe duda de que Donald Trump se alza como un “Presidente espurio” porque una parte del electorado estadunidense lo rechaza. La información recogida la tarde de ayer refería que cerca de 4 millones de estadounidenses lo rechaza. Y, bueno, dos millones no votaron por él.
El sueño de poder es una realidad y, si sus asesores insisten en llevarlo y reiterarlo como adalid de las propuestas más ultra radicales, conservadoras y fundamentalistas, no se sacude inercias y procede como Jefe de Estado, Donald Trump llevará a la ruina a Estados Unidos.
Por supuesto, Trump es una preocupación para los mexicanos. Pero ese rosario de ofertas no prosperará en conjunto. El proteccionismo será la ruina del imperio estadounidense. Las protestas continuarán. Veamos cuál será el resultado de las visitas de Luis Videgaray e Ildefonso Guajardo, esta semana y, el martes de la próxima con Enrique Peña Nieto en Washington. Digo.
LUNES. El Estado de México fue escenario en el que Gerardo Ruiz Esparza hizo un reconocimiento a las Fuerzas Armadas de México, en el acto inaugural el distribuidor vial Santa Lucía, que permite mayor fluidez y acceso directo desde la autopista México-Pachuca a la estratégica base aérea ubicada en esa localidad. “Es un privilegio poder servir a quienes todos los días sirven a México con gran patriotismo y lealtad”, dijo el secretario de Comunicaciones y Transportes ante su compañero de gabinete, Salvador Cienfuegos, secretario de la Defensa Nacional. Y es que con esta obra, además de beneficiar a los 445 mil habitantes de Tecámac, se facilita la rápida movilización militar y las operaciones aéreas que realiza la milicia para proteger y dar seguridad a la población. Por cierto, el Estado de México es la entidad en la que el Gobierno Federal desarrolla las obras de infraestructura más importantes que cualquier administración federal haya realizado, con una inversión sin precedente de más de 200 mil millones de pesos, como lo informó Ruiz Esparza. Con este dato, hacía referencia al Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, el Tren Interurbano México-Toluca y la construcción y modernización de autopistas y carreteras, obras de gran impacto social que han sido posibles gracias a la aplicación de novedosos mecanismos de inversión público-privada, y que permitirán que el Edomex siga el avance como un centro de inversiones y de comercio nacional e internacional competitivo y productivo. Conste.
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