* Si optan por el gobierno de coalición para transitar a la verdadera reforma del Estado, pudiera considerarse como una solución definitiva, lo que abre la interrogante sobre el acuerdo más difícil de lograr: coalición, sí, ¿encabezada por quién?
Gregorio Ortega Molina
No hay organismo político ajeno a alguna de las diversas modalidades de corrupción. Los que no ceden por ambición, lo hacen por el miedo que les infunden las amenazas.
Esa debilidad por los haberes y el poder fracturó al presidencialismo imperial, lo colocó fuera de toda ética, moral, legalidad y norma política. Fechar el inicio o la piedra de toque de esa decadencia es difícil, porque lo mismo puede concederse la razón a José López Portillo, que así como se autoproclamó el novato de oro de Los Pinos, también decidió nombrarse el último presidente de la Revolución.
O también pensar en cómo evitó Miguel de la Madrid Hurtado que México se le deshiciera en las manos. Hay un hecho incuestionable, el poder presidencial quedó tan debilitado que Carlos Salinas de Gortari debió compartirlo todavía más, y negociar, en contra de sus propios intereses y los de los mexicanos -quizá fue a la inversa, y su claudicación nos benefició-, su legitimación con el PAN. A riesgo de que el lector me considere repetitivo, le recomiendo la lectura del libro de Martha Anaya: 1988: año que calló el sistema.
¿Cómo podrán, entonces, encontrar al candidato adecuado para el tiempo de transición que se requiere, pues el poder está más fracturado que los segmentos electorales que podrían llevarlo a ejercer una Presidencia de la República vacía, sin fuerza ni respaldo?
La experiencia de Jaime Rodríguez Calderón es un atisbo de lo que pudiera ser una solución intermedia -sin llegar a la conceptualización y articulación de otro modelo político-, a pesar de que el gobernador de Nuevo León resultó un mediocre, sin mayores atributos humanos y políticos.
Las alianzas electorales son un espejismo, porque se establecen compromisos para hacerse con la silla del águila, pero se posponen las verdaderas y urgentes necesidades para solucionar los problemas estructurales del tipo de gobierno que, a duras penas, funciona.
La fragmentación del electorado lleva a los profesionales de la política y a los analistas a encontrar, en los gobiernos de coalición, una solución, cuya principal dificultad es su operatividad y su transitoriedad. ¿Qué te toca a ti, y qué me toca a mí?
Si optan por el gobierno de coalición para transitar a la verdadera reforma del Estado, pudiera considerarse como una solución definitiva, lo que abre la interrogante sobre el acuerdo más difícil de lograr: coalición, sí, ¿encabezada por quién?
En mi vida profesional de periodista sólo conocí a un político dispuesto a ceder, a descender, a ser humilde para lograr acuerdos: Fernando Gutiérrez Barrios. Hoy no existen.
Mañana, algo sobre la fragmentación del electorado.
Del Demonio de Sócrates. ¿Qué llevará EPN al Salón Oval? ¿Es suficiente con la dignidad? ¿Tiene idea del valor de México en la geoestrategia de seguridad regional y nacional de EEUU, y del auténtico peso de la economía fronteriza o de la riqueza que les produce la mano de obra legal e ilegal?
Lo siguiente me lo narró uno de los asistentes a la primera reunión entre Miguel de la Madrid Hurtado y Ronald Reagan. Exigió el presidente de EEUU la entrega de la península de Baja California, y, con firmeza y dignidad, el señor de la Madrid Hurtado dijo NO.
Después le confío a su testigo, sí, años después, que ese fue el momento más difícil de su presidencia. Decir NO a las pretensiones de los estadounidenses.
www.gregorioortega.blog