Francisco Gómez Maza
• Un centenario sin el pueblo
• La fiesta es para los poderosos
El mundo oficial, la sociedad que emana del mundo feliz de la riqueza, la corrupción y la impunidad, celebró ayer los cien años de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
El hecho me recordó que las leyes las hacen los poderosos de la clase política, los legisladores, para proteger a las clases dominantes de las populares. Para mantener el orden, para manipular a los pueblos, para que no estorben a las clases dominantes, a la política y a la poderosa clase empresarial. Estas se constituyen en detentadores de la riqueza nacional y, por tanto, del poder político.
La Constitución y las leyes, realmente, se vuelven mecanismos de control del comportamiento de las mayorías, de la clase trabajadora, a fin de que no atenten contra la seguridad de los detentadores del poder político y económico.
Y así los poderosos juegan con los conceptos y las palabras: nación, estado, soberanía, autonomía, democracia, legalidad, constitucionalidad, libertad de expresión, libertad de prensa, conceptos y palabras sin sentido, huecas, sin contenido, que son usadas para controlar al pueblo desde el poder, manipulación que no toca a los miembros de la clase política ni menos a los capitalistas que detentan la propiedad de los grandes medios de producción.
Pero conforme va pasando el tiempo, grandes núcleos de la población sojuzgada toman conciencia del papel que juegan en las relaciones de producción – capital y trabajo – y han comenzado una rebelión pacífica. Ya no están conformes con que las leyes sean para defender a los poderosos y castigar a los pueblos. Y van, muy aceleradamente, hacia la liberación. Ya no le creen a los poderosos; difícilmente le creen al presidente de la república; difícilmente aprecian a los legisladores, a los diputados y senadores, a quienes consideran, duramente, parásitos.
En esas andamos desde que cambiaron las cosas en el vecino país del norte, donde tomó posesión un personaje siniestro, fascista, racista, pero los mexicanos ya no se tragan el anzuelo de los llamados a la unidad en torno al presidente, a quien desprecian porque los ha engañado muchas veces y no asume una actitud definida frente a la agresividad del presidente Donald Trump, a quien no le vendría mal una invasión militar a territorio mexicano.
Todos los miembros del gobierno, especialmente del poder ejecutivo y el legislativo, se reúnen para celebrar el centenario de una Constitución ha sufrido unas 700 reformas en estos cien años, sino es que más y que en realidad no sirve para mucho, más que para dominar al pueblo desde La Silla, desde las curules y escaños del poder legislativo, que reforma y reforma sin consultar si la gente está de acuerdo en que se reforme lo relacionado con la escuela, o con la economía, o la banca, o la ley del trabajo.
Imposible saber si los constituyentes de Querétaro redactaron la primera constitución, hace cien años, pensando en mantener un estado de cosas en manos de las clases dominantes. Quiero imaginar que lo hicieron para crear una nación fuerte, donde hubiera justicia y paz para todos, donde hubiera las mismas oportunidades para todos. No lo sé, Imposible saberlo. Pero conforme han pasado los años, la constitución se ha convertido en un instrumento de dominación del pueblo mexicano.
Constitución, una palabra fantasiosa, que no significa bienestar y justicia para el pueblo.
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