Algunos, atávicamente están condenados a aceptar la derrota ante un supuesto poder superior, pero aún así otros han luchado en contra de tal fatalidad, la historia nos muestra que poco o nada han cambiado las cosas, que muchos siguen sumidos en el mismo derrotero, que las luchas han sido violentas y trágicas, y en gran medida pueriles, que no hemos sido consecuentes con ese esfuerzo, que hemos permitido que la semilla de la ambición y los excesos germinen nuevamente entre quienes continúan detentando ese poder opresor que nunca ha sido aniquilado. El problema no ha sido el desconocimiento de la historia, ni siquiera es el desconocimiento del entorno, sino entender que hacer con este conocimiento.
La famosa frase de Nicolás Avellaneda “Los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla” , podría ser fortalecida por un análisis más congruente, pero la historia se usa para manipular, adoctrinar a los individuos que poseedores de una curiosidad quebrantada aceptan sin cuestionar, para estigmatizar y despreciar actos como la violencia y la rendición de cuentas.
Una sociedad domesticada es, ha sido y seguirá siendo el bastión principal de la depredación del hombre por el hombre, maquillado por el sentido de una supuesta civilidad.
El quebrantamiento del espíritu, subyugándolo ante el propio ego acomodaticio y conveniente de un individuo que ya no tiene voluntad ni libertad de pensamiento, opinión o acción. La paulatina atrofia del espíritu, como clama mi madre, y que deberíamos entender como el máximo crimen contra la vida, como el anquilosamiento de la esencia de nuestro cuerpo, la amputación de nuestro espíritu.
Cualquier animal salvaje en cautiverio sufre inequívocamente un deterioro, una merma a su naturaleza, instinto y libertad, un detrimento en su ser y espíritu (creencia muy arraigadas en culturas del norte y Centroamérica precolombinas así como culturas orientales), ¿porqué no habríamos de padecer nosotros un sino igual de ser sometidos?…
Esa es la finalidad de la reclusión forzada, domesticar y someter a la voluntad ajena.
Y a todo ello nos hemos visto sometidos día a día por cientos de años, a una programada y bien estructurada serie de confinamientos que pocos han logrado combatir, entre tanto los más han sucumbido, se han adaptado, sometido y permitido por conveniencia o supuesta “supervivencia” (mal entendido egoismo) reafirmándose sólo como humanos de granja, domesticables, copartícipes y facilitadores.
Quienes han luchado por su libertad e ideales sin condición, sin miedo, sin arrepentimiento, sin concesiones, son dignos portadores de su espíritu, y nobles rastreadores de la libertad, porque su ego es y será insignificante ante su real naturaleza, su espíritu.
Una sociedad domesticada no es una sociedad igualitaria ni justa, un humano domesticado no es un hombre (sin entrar en polémicas de genero), es un autómata servil, un semoviente, han deformado su natural perfección.
Desde de la infancia nos enseñan a temer, a respetar, a obedecer, a servir, a idolatrar, a tolerar, a callar, a pertenecer, a creer, a presumir. En nuestra juventud nos desvían del camino con promesas de egolatría y falsos arquetipos de éxito social. Como adultos somos ya seres dependientes, temerosos y adoctrinados que sólo desean una vida sin sobresaltos, pacífica y estúpidamente feliz, y como viejos despreciamos la sabiduría, la desechamos, arrumbada y herrumbrada ante novedosas formas de distracción mercantil… somos ya humanos domesticados, todo patrocinado por un poder absolutista detentado en unas pocas manos que han logrado y celebrado nuestra sumisión auto-impuesta.
Gozamos de una esclavitud contemporánea finamente hilada, ya no somos responsabilidad de nuestros amos, somos ganado autogobernado, que no sólo redituamos ganancias con nuestro trabajo sino también con nuestro ocio, incluso con nuestra miseria y muerte logramos ser objeto de beneficios. No es necesario que nuestros amos nos censuren, somos autocensurables, y tampoco que nos castiguen ya que nos autosancionamos. Ni siquiera es menester que nos oculten de peligrosas ideas libertarias, nosotros mismos nos imponemos reclusión, nos autoregulamos. El adoctrinamiento tampoco ha sido problema, participamos activamente de una autoflagelación existencial debido a un supuesto acto pecaminoso de origen inmemorial que como castigo deriva en una predisposición al autosacrificio.
Conocimiento e ilustración desde luego no estriban conflicto alguno, pues nos hemos vuelto ciegos y sordos, autoconvencidos entes puramente aprovechables con ínfulas de irreal independencia que ellos mismos nos inoculan para sepultar nuestro instinto. Llegamos a ser el ganado domestico perfecto, irónica y falsamente autosuficientes, renovables, emancipados, e incluso felices y conformes autocomplacientes, lucrativos desde antes de nacer hasta después de muertos, ni al menos nos interesa saber quienes son nuestros amos, solo deseamos servir a su sistema, traicionando nuestra combatividad ante su opresión.
¿Que nos espera?… no lo se, tal vez alguna generación futura tenga los arrestos para terminar de tajo, sin contemplaciones y sin mas ambición que la equidad social y formación de una verdadera civilización humanista en consecuencia y conclusión a este sistema que nos agobió y domesticó… Una futura generación consciente de lo que es la mansedumbre “voluntaria”.
-Victor Roccas