Desde que se tiene memoria, desde que los archivos existen, los empresarios mexicanos han sido enriquecidos desde el poder. La vieja tradición presidencialista indica que los investidos escogieron a los hombres de negocios afines para operar directamente los favores recibidos y retribuir con moches al que extiende las concesiones y la protección requerida para triunfar en ese ámbito.
La llegada a Los Pinos de las “primeras damas” más codiciosas de la historia reciente tuvo como ejemplares emblemáticas a Marta Sahagún de Fox y a Margarita Zavala de Calderón. Ellas jamás esperaron que los empresarios favorecidos se “cayeran” con los “entres”. Siempre se adelantaron y pusieron el nefasto ejemplo que hasta la fecha se obedece con todas las condiciones y los protocolos de la corrupción institucionalizada.
Quienes encabezaron el poder económico, político, social y cultural de los regímenes panistas de los dos sexenios anteriores tuvieron el sello deleznable de la casa. Empresarios súper poderosos, ministros judiciales, empleados de cuello blanco, gobernadores, líderes sociales, encargados de la cultura oficial, fueron inventados en Los Pinos, para su exclusivo servicio.
Sahagún y Zavala, protectora$ de Grupo Minero México
La desmedida influencia que ejercieron esas empoderadas panistas con sus blandengues esposos sentados en la Primera Silla del mando fue abrumadora. Ninguno de los encargados de Despacho en los regímenes blanquiazules tuvo jamás el poder en las decisiones comerciales que ellas tuvieron. Tal parece que fue el cobro subrepticio por soportar al ignorante Fox y al dipsómano Calderón en sus alcobas.
Marta Sahagún se dedicó todo el sexenio a exaccionar, siempre al límite, a los proveedores de mercancías y servicios de Pemex, como Oceanografía y a los concesionarios mineros, como el nefasto y criminal Grupo México, de Jorge y Germán Larrea, hoy en el cenit de la lista de los más ricos entre los multimillonarios mexicanos.
Margarita Zavala siguió el ejemplo a pie juntillas, sólo que aparte de sablear a los mencionados, tuvo la osadía de meter las manos al presupuesto de gasto corriente, al grado de cobrar altos porcentajes y favores a los encargados de administración y compras de todas las dependencias, designados por ella. Y eran absolutamente todos.
La guerra borracha de Calderón, “bisnes” para los Zavala
La sarracina bestial desatada por la guerra borracha de Calderón contra el narcotráfico, independientemente de cumplir con las órdenes y pagos de Washington, se atribuye con justa razón al desmedido empuje de Margarita –y su familia cercana– que obtuvo la cuota esperada de más de cien mil muertos, torturados, despedazados y ejecutados por encontrarse en lugares y momentos inadecuados, usted sabe.
Provocaron un genocidio inédito, sembraron la muerte colectiva, destruyeron la convivencia pacífica de los mexicanos, empoderaron –con el invaluable apoyo de El Policía de Titanio, jejeje, Genaro García Luna– al cartel de El Chapo Guzmán como banda intocable, generadora de todos los moche$, por encima de todas las franquicias de la delincuencia organizada. Crearon un escuadrón punitivo sin antecedentes en la historia de nuestro sufrido y saqueado país.
Gómez Urrutia le arrancó 55 mdd a Larrea y le dolió
Las protecciones desmedidas al Grupo México, de los Larrea, alcanzó su punto culminante cuando las primeras damas de marras, muy satisfechas con sus moche$, se complicitaron con esa empresa explotadora. Efectivamente, Gómez Urrutia tuvo fricciones desde 2001 con Germán Larrea, a quien llevó a tribunales para el pago de la indemnización por 55 millones de dólares por la privatización de la mina de Cananea en 1989.
La osadía y el cinismo llegaron a su punto cumbre cuando seleccionaron al culpable expiatorio de ese descomunal fraude. Todo se debió a que el líder de los mineros, acreedores del dinero, Napoleón Gómez Urrutia, hoy en el exilio, se negó en redondo a ser cómplice de ese fraude, hecho público en todas las asambleas del gremio. Lo acusaron, entonces, de haber usado para su provecho los dineros arrancados a fuerza a Larrea, lo que resultó una patraña.
Desde ese momento, Gómez Urrutia fue convertido en enemigo del Estado, el blanco ideal para recibir todas las persecuciones, invectivas y tenebras de los socios, Marta Sahagún y Germán Larrea. Un chivo expiatorio adecuado, construido a modo de las ambiciones, desenfrenos y voracidades de empresarios y gobernantes, que aprovecharon para envolverse en la bandera del sindicalismo. El caldo de cultivo estaba hecho.
Pasta de Conchos, un artero crimen que no ha prescrito
El 19 de febrero del 2006, apenas hace once años, sucedió la tragedia del socavón de Pasta de Conchos, Coahuila, concesionado al Grupo México. Mineros sepultados, cuyos cadáveres jamás fueron rescatados, sacrificados por las pésimas condiciones de seguridad laboral toleradas por las autoridades federales arrojaron una cantidad de 65 muertos. Las familias, abandonadas a su suerte, hasta la fecha.
No obstante que la complicidad de Fox, Marta Sahagún, el por entonces secretario de Trabajo Javier Lozano y sus achichincles con el Grupo México y la familia Larrea en la tragedia de Pasta de Conchos, todavía tuvieron el morro de culpar de la tragedia y de la deuda de 55 millones de dólares a Napoleón.
La realidad es que hasta la fecha todos los dirigentes sindicales siguen pidiendo se castigue a los foxistas por ese aquelarre.
Los Larrea, beneficiarios directos del salinismo depredador
Los proverbiales daños ambientales, paupérrimos salarios, nulas prestaciones laborales, exenciones fiscales, ofertismo de infraestructuras pagadas con nuestros impuestos, condiciones comerciales y de exportación favorables y exclusivistas que caracterizan todas las explotaciones de la familia Larrea, a pesar de haber sido exhibidas por la tragedia de Pasta de Conchos, como antes en Cerro del Mercado en Durango, nunca tuvieron consecuencias legales.
Desde que Carlos Salinas de Gortari decretó la privatización de la estatal Altos Hornos de México, la familia Larrea “compró” las minas clave de Cananea y Nacozari, Sonora, convirtiendo al Grupo México en la tercera productora de cobre más grande del mundo. La gente todavía se pregunta cómo es posible eso, después de haberse hecho con una minera en bancarrota, como dijeron los anexionistas salinistas.
Desde esa época se derivan los compromisos adquiridos por Grupo México con los trabajadores del Sindicato Minero y Metalúrgico de México, encabezados por su dirigente Napoleón Gómez Urrutia.
Grupo México, explotador obrero y ecocida en el país
En 2014, ya bajo el cobijo del peñanietismo, el Grupo México fue el responsable del ecocidio provocado por el derrame de cuarenta mil metros cúbicos de cobre acidulado en los ríos Bacanuchi y Sonora, afectando a siete comunidades de ese Estado, también sin alguna consecuencia legal, vamos, ni la declaración de culpabilidad.
Pero no sólo eso. En la actualidad, gracias a todas las concesiones graciosas acumuladas, Grupo México opera, desde Ferromex, la flota ferroviaria más grande de la Nación, también favorecidos por el desmantelamiento ejecutado por el traidor Ernesto Zedillo, otra joya de la misma pandilla de hampones entreguistas.
Los regímenes, de alguna manera hay que llamarlos, de Fox, Calderón y Peñita siguen lanzándose, como los perros de rancho, sin conocer cuál fue el origen de la demonización sobre Napoleón Gómez Urrutia, utilizando a los líderes charros que empoderaron en el Sindicato, expectorando acusaciones y exabruptos propios de lacayos y vocingleros.
El colmo de su desesperación se produce cuando, a cada embestida publicitaria de culpabilidad, Napoleón Gómez Urrutia contesta desde su exilio voluntario en Canadá con verdades de a kilo que los incomodan. Para desgracia de los mentecatos, el ex líder sindical todavía analiza con sus asesores legales cuál es el momento adecuado para regresar al país y enderezar serias acusaciones en contra de sus impunes detractores.
Minería, un bulto difícil de escurrir para el peñato
Este es un caso evidente de fabricación de culpables, latrocinio, impunidad y cinismo que ha llevado al país a un fondo de vaciedad, ridículo y deslegitimación internacional para defender las cuestiones que verdaderamente interesan al país y a su soberanía y no perderse en reyertas para disfrazar los atracos que están palpablemente demostrados.
Mientras no se corrijan estas situaciones de ostensible corrupción, el gobierno mexicano cargará sobre las espaldas un bulto muy difícil de escurrir. Son presas fáciles de todos los lobos, de todos los infundios, de todas sus pobres torpezas, que nos han llevado hasta donde estamos: en manos de un enfermo político desquiciado que tiene el campo fértil para cargarles todos los muertos y todas las infamias.
Sin autoridad moral, no hay marchas de unidad posibles. No alcanzan los disfraces para todos esos payasos.
¿O usted qué hubiera hecho? pregunta el clown más pintarrajeado, el que se esconde en la caverna artillada de Los Pinos.
Índice Flamígero: Desde que Marcelo Ebrard se autoinculpó y autoexilió –por razones muuuy distintas a las de Gómez Urrutia–, el senador guerrerense Armando Ríos Piter anda “cual burro sin mecate”. Beneficiario de la elección de El Gordo Ángel Aguirre en Guerrero, al recibir emolumentos priístas para que se hiciera a un lado, el senador que ahora deja al PRD con argucias poco creíbles es prácticamente desconocido en el estado que dice representar en la que fuera la Cámara del Federalismo, la de senadores. Sin partido y sin Ebrard vale lo mismo que se le unta al queso. Un Jaguar… de papel. ¿Independiente? ¡No manchen! + + + Al respecto, don Alfredo Álvarez Barrón escribe desde Fresnillo, Zacatecas: “El senador perredista Armando Ríos Piter renunció a la militancia en el partido del sol azteca, con lo cual la bancada del mencionado partido se reduce de 22 integrantes en el 2012 a solo 13 legisladores en la actualidad, situación que fue minimizada por Miguel Barbosa Huerta, coordinador del grupo parlamentario del PRD en el Senado…” Y El Poeta del Nopal apunta:
“Maestro del escapismo,
apoyador de repuesto,
presume su nuevo puesto:
¡coordinador de sí mismo!”
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