* Si es rechazado por los capitostes del poder, ¿perderán los mexicanos otra oportunidad? Si no logra los votos que lo conviertan en presidente porque queda corto en el proyecto, a quizá porque sus ojos bonitos son insuficientes, ¿asumirá su derrota?
Gregorio Ortega Molina
Millones de partidarios, a los que se suman otros tantos de anticipados electores, sostienen que AMLO es el hombre, es la respuesta que México requiere para empezar a corregir los errores históricos que dieron al traste con el proyecto de nación.
Es momento de preguntárnoslo en serio, porque está en juego la viabilidad de la patria, porque si es rechazado por los capitostes del poder ¿perderán los mexicanos otra oportunidad? Si no logra los votos que lo conviertan en presidente porque queda corto en el proyecto, a quizá porque sus ojos bonitos son insuficientes, ¿asumirá su derrota?, o significará que estamos algo más que jodidos, porque este país, que es el nuestro, está en la orfandad, carece de líderes que oficien el poder como padres buenos y comprensivos, pero no por ello con una mano menos dura que la requerida por la crisis que padecemos, convertida en agonía que se alarga y se convierte en locura narrativa en Los recuerdos del porvenir, en reiterado mal fario que impide renovar el contrato sexenal de esperanza.
¿Es él, AMLO, el que borrará la mala impresión dejada por Álvaro Obregón cuando impuso una reforma constitucional que ponía, otra vez, el poder en sus manos; logrará, por fin, el cumplimiento de los Acuerdos de San Andrés; reordenará las reformas estructurales, para empezar por el principio e iniciar, ya, la reforma del Estado; será capaz de descender para dejar atrás el presidencialismo, y darnos una nueva forma de gobierno; pondrá orden en la casa, evitará la corrupción y ejemplificará con la cárcel de los que deben restituir a la sociedad por los abusos cometidos en contra de la nación (el borrón y cuenta nueva es una complicidad, el no habrá cacería de brujas es garantizar impunidad); evitaría la militarización; acabaría con la opacidad de los fideicomisos y exigiría al Poder Judicial Federal absoluta transparencia en esos “guardaditos” que darían rubor a Daniel Ortega, cuya piñata Sandinista es memorable; pondrá en orden a la partidocracia?
Dejó escrito Elena Garro: “Y Martín Moncada continuó la lectura del diario. En aquellos días empezaba una nueva calamidad política; las relaciones entre el Gobierno y la Iglesia se habían vuelto tirantes. Había intereses encontrados y las dos facciones en el poder se disponían a lanzarse en una lucha que ofrecía la ventaja de distraer al pueblo del único punto que había que oscurecer: la repartición de las tierras”.
Como podemos constatar, varían los temas y se adecúan a la época, pero los procedimientos son idénticos, fieles a ellos mismos, porque a todos conviene la impunidad.
¿Es AMLO el indicado para desanudar este hechizo?
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