Joel Hernández Santiago
El enemigo número uno del gobierno de Donald J. Trump, como presidente de los Estados Unidos, es él mismo. Su locura. Su incontinencia verbal. Su exhibirse en sus defectos. La apreciación propia de su poder y el sometimiento de los otros, sobre todo de sus adversarios que hace enemigos…
Y sí, México está en la mira de sus frenéticas indignaciones, pero hoy sabemos que también los medios de comunicación están en su diana iracunda.
Esto no es nuevo. Durante su campaña desde junio de 2015 y 2016 lanzó dardos en contra de diferentes medios que mostraban defectos y deficiencias de su discurso y de él mismo como aspirante a la presidencia de EUA. Y ya desde entonces criticaba y menospreciaba la información que no le era favorable, acusándolos de hacer campaña en favor de su adversaria política.
Por entonces arremetió en contra del influyente The New York Times, acusándolo de que sus críticas provenían que uno de sus dueños –dijo- es el empresario mexicano Carlos Slim…
Una vez que tomó posesión el 20 de enero, la guerra arreció. Comenzó a descalificar a uno por uno de los periódicos y medios que le critican o que dan cuenta de errores o dudas sobre la forma como llegó a la presidencia.
Así que de pronto desacreditaba a The New York Times por dar cuenta de sus vínculos con el gobierno ruso y de haber utilizado su información para dañar la campaña de Hillary Clinton. Esto creó una verdadera hecatombe en el gobierno Trump y por lo mismo su furia era incontenible. El periódico contestó con la publicación de la carta de 65 siquiatras de alto rango afirmando que las facultades mentales de Donald Trump le incapacitan para gobernar…
Luego siguió The Washington Post que informó que gente cercana a las áreas de la inteligencia estadounidense están resguardando información delicada por el mal uso que pudiera darle Trump debido a su actitud beligerante y su carácter, lo cual representa un peligro para EUA.
Por supuesto, CNN es la cadena de información y noticias a la que Trump tiene señalada como prensa enemiga, y esto en parte porque el 3 de febrero este canal internacional publicó una encuesta realizada días antes, según la cual el número de descontentos con las medidas de Trump es casi tan alto como el número de gente que aprobó sus primeros días de gestión. Él contestó:
“Yo tomo mis propias decisiones, basadas en gran medida en la acumulación de datos y eso todo el mundo lo sabe. Algunos medios, de noticias falsas, mienten para marginar”. Por supuesto esta afirmación no funcionó cuando cometió el gravísimo error de anunciar un atentado inexistente en Suecia. Luego de la reacción del gobierno sueco (“¿De cuál fumó este señor?) Se desdijo y acusó a la Cadena Fox de haber transmitido información en ese sentido.
Ya rompió lanzas contra ABC y NBC. Ha acusado a periodistas, en particular, de manipular la información y de dar noticias falsas: “Fake news” dice. Y en este slogan radica su defensa: toda información que no le gusta o que le es adversa son “Fake news”.
Y al lado de Trump está, ni más ni menos, que un periodista de ultra derecha que le aconseja en materia de información y que diseña campañas de filtración y desquite: Steve Bannon, una especie de Fouché que antes fue banquero, cineasta y, sobre todo, editor del sitio web Breitbart News.
El 16 de febrero, a menos de un mes de haber tomado posesión, llegó temprano a su oficina de la Casa Blanca y ordenó: “Hagamos una mesa de prensa hoy mismo”. Y fue. Más tarde se convocó a los medios más importantes acreditados en la Casa Blanca y comenzó su larga perorata en favor de sus logros ocurridos en menos de treinta días: “nunca había ocurrido algo así”, dijo.
Pero el punto central era lanzarse contra los medios y periodistas: acusarlos: señalarlos: desplegó rabia y odio en contra de “los enemigos de Estados Unidos”, que son, según su opinión, los que le son adversos.
En una hora y quince minutos mostró un rostro desconocido en un presidente estadounidense. Y en esa indignación mostró su propia debilidad. Se exhibió. Se expuso. Se mostró como es y no como quiere pensar que es: “No soy un hombre malo”, dijo, pero al mismo tiempo maltrataba a todos y callaba a quien no le era “confiable o amistoso”…
¿Qué sigue? Ya hay una confrontación entre grandes medios y cadenas informativas con el presidente Donald J. Trump. Y eso que apenas lleva en la presidencia poco más de un mes. Los medios no han desistido de sus críticas y las arrecian; Trump vuelca a sus seguidores en contra de las “Fake news”. ¿Quién ganará allá esta batalla?… ¿Cuál es la parte más débil?: Trump, que es su principal enemigo como presidente de Estados Unidos.