Por Aurelio Contreras Moreno
Desde hace varias décadas, el sector empresarial mexicano ha incursionado abiertamente en la política electoral del país con el objetivo, nunca encubierto, de proteger y privilegiar sus intereses desde las esferas del poder.
Pero fue a partir de la incursión empresarial de la década de los 80 del siglo pasado que las campañas políticas, casual o deliberadamente, comenzaron a encarecerse, al grado de que hoy en día quien gana una elección, casi invariablemente, es aquel que se gasta carretadas de dinero.
Y dicho gasto no es precisamente en propaganda, sino en eso que eufemísticamente se llama “operación política” y que incluye prácticas como la compra y coacción del sufragio, la “movilización” –mejor conocida como acarreo- el día de los comicios, el soborno a los representantes de los partidos en las casillas, entre otras lindezas de la democracia a la mexicana.
En Veracruz, el sector empresarial local no es ajeno a esa tendencia y ha participado activamente en política desde hace mucho tiempo. En un principio, más identificado con Acción Nacional, por simple afinidad de origen, aunque más recientemente dispuesto a jugar en la arena electoral representando a cualquier partido. Business are business.
El hecho de que los hombres de negocios tengan presencia en la vida política no es criticable por sí mismo. Al contrario, como en el caso de cualquier ciudadano, es parte de sus derechos. Hasta que se cae en los mismos vicios de la clase política tradicional.
Regresando al estado de Veracruz, si una familia ha estado íntimamente ligada a las elites gobernantes son los Chedraui, dueños de un imperio comercial que se extiende por todo México y los Estados Unidos, dedicado a las tiendas de autoservicio y que cuenta además con una división en el negocio inmobiliario.
A la cabeza de este grupo empresarial, uno de los más importantes del país, se encuentran los hermanos Antonio y Alfredo Chedraui Obeso, cuyo peso en el estado los ha colocado siempre cerca de los círculos de poder, sin importar quien lo ejerza en un determinado momento.
Así, los Chedraui lo mismo eran invitados de honor en eventos de gran pompa durante el sexenio de Fidel Herrera Beltrán que en el de Javier Duarte de Ochoa. Y ahora, en el bienio de Miguel Ángel Yunes Linares, con quien los une una añeja amistad así como su pertenencia a la comunidad de ascendencia árabe del estado, no es la excepción.
Gracias a sus relaciones políticas, una de sus hermanas, Irma Chedraui Obeso, fue diputada local y federal lo mismo por el PRI que por el PAN. Y más recientemente, uno de sus sobrinos, David Velasco Chedraui, ha seguido sus pasos, incluyendo el del trapecismo partidista.
Velasco Chedraui fue un gris alcalde de Xalapa abanderado por el PRI con la venia de Fidel Herrera durante su sexenio, así como diputado local –igualmente mediocre- por el distrito rural de la capital veracruzana en el periodo de Javier Duarte, también bajo las siglas priistas.
Ahora, gracias a la recomendación de sus tíos con el gobernador Yunes Linares, David Velasco Chedraui busca ser impuesto nuevamente en la presidencia municipal xalapeña abanderando a la coalición PAN-PRD, para lo cual se sacó de la manga un supuesto registro como precandidato del que nadie se enteró el día que éstos se celebraron, y que más bien luce como una maniobra de simulación para darle la vuelta a la ley.
El voto de la misma oligarquía empoderada desde hace años en Veracruz, en donde el cambio prometido también luce como una miserable simulación, sigue pesando.
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