* ¿Cuáles fueron los agravios -reales o supuestos- por ella cometidos, que apenas si conservó la vida? El encierro (me comentan quienes lo padecieron) convierte al recluso en monotemático. El eje de la meditación de Elba Esther Gordillo debió ser el poder, su esencia y sus derivaciones, incluida las lealtades necesarias para conservarlo, y las traiciones que le construyeron para despojarla de lo que únicamente tenía prestado. Con seguridad olvidó ese detalle
Gregorio Ortega Molina
La villana mediática regresa a casa, donde permanecerá recluida el resto de su vida. Es el temible exilio interno, tan severo como el gulag por el engaño en que se convierte. Incluso se toleran las visitas al enemigo político, pero los afectos y la lealtad quedan registrados como una torpeza cometida por parte de quien acude a cumplir.
¿Cuáles fueron los agravios -reales o supuestos- por ella cometidos, que apenas si conservó la vida? El encierro (me comentan quienes lo padecieron) convierte al recluso en monotemático. El eje de la meditación de Elba Esther Gordillo debió ser el poder, su esencia y sus derivaciones, incluida las lealtades necesarias para conservarlo, y las traiciones que le construyeron para despojarla de lo que únicamente tenía prestado. Con seguridad olvidó ese detalle.
Varias, muchas ocasiones nos cruzamos entre las mesas de El Balmoral, donde se movía como si fuese una extensión de su casa, más que de su oficina. En la última de esas ocasiones me solicitó que la buscara porque necesitaba conversar conmigo. El tiempo político se comió esa última oportunidad.
Durante los primeros meses de encierro debió ver esa misma película miles de veces: el momento en que el secretario de Gobernación, Fernando Gutiérrez Barrios, la invita a conversar y ponerse de acuerdo con Carlos Jonguitud, el líder moral, para que éste le hiciera entrega del poder y de los secretos del SNTE, en la idea de que el propósito fue, y es, servir al Estado, lo que de ninguna manera significa ser sumiso ante el gobierno.
Siempre con el poder como referente, debió darle vueltas a su muy particular idea sobre la vocación magisterial, el empeño que puso para incidir en la democratización del país, su participación personal y económica como motor del Grupo San Ángel, y al mismo tiempo en los innecesarios agravios proferidos contra Manlio Fabio Beltrones Rivera, a quien temió porque ella no podía olvidar que él sabía de los mecanismos que operaron para encumbrarla. Quizá comprendió, entonces, que saber puede costar la vida, o al menos la libertad.
Supo muy temprano del verdadero valor de los maestros en las contiendas electorales, porque estriba no en los votos que emiten, sino en los sufragios que cuentan para sumarlos en las actas. ¿Sabemos cuál es el porcentaje de miembros del magisterio que participa en las elecciones desde las mesas de escrutinio?
Olvidó Elba Esther la primera lección que debió aprender de Carlos Jonguitud: hay que irse cuando lo piden. Ella fue testigo y benefactora de ese hecho.
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