CUENTO
Ella siempre había sido una niña gorda, y se llamaba Fatty. Cuando cumplió trece años ya cursaba segundo de secundaria, porque era muy inteligente. Siempre iba adelantada en todo, tanto así que un día sus compañeros de clase la empezaron a llamar “la primera en todo”.
El tiempo pasó y Fatty ya era una adolescente. Ahora ella tenía dieciséis años y ya cursaba la escuela preparatoria. Su vida siguió siendo el de una joven normal, hasta que un día alguien vino y se la trastornó por completo.
Fatty se volvió insegura de sí misma, ya no era como antes. De repente se empezó a cuestionar cosas que antes jamás se le habrían ocurrido. Las dos cosas que más se preguntaba eran: “¿Por qué no soy flaca? ¿Por qué nací gorda?”.
Los padres de la joven eran altos y delgados, mientras que ella era todo lo contrario. Con su estatura de un metro sesenta centímetros, y su cuerpo grueso, se empezó a sentir fea y gorda. Al parecer alguien había venido a mostrarle su realidad a la joven, que ahora se sentía la persona más fea sobre la tierra.
En su salón todos parecían haber sufrido un cambio también. Ya nadie la saludaba, ya nadie la estimaba como antes, cuando ella los ayudaba a resolver los problemas que por sí solos no podían. Todo cambió desde que la nueva alumna llegó a su salón.
Ella también era todo lo contrario a Fatty. No solamente era alta y delgada, sino que además muy guapa. Aparte de que era muy popular. Su persona poseía una chispa que a todos fascinaba, y siempre iba vestida a la última moda.
Todos los compañeros de Fatty se convirtieron en sus amigos, menos ella. Porque Slim Shit, que es como la nueva muchacha se llamaba, odiaba a las personas gordas. Por lo tanto, desde el primer instante en que ella vio a Fatty, la despreció. Entonces fue cuando la joven de cuerpo grueso empezó a cuestionarse cosas que, sin que ella se fuese a dar cuenta, la enfermarían.
Las primeras cosas que la joven sintió no le afectaron tanto, pero todo era cuestión de tiempo para que le sucediese lo drástico. Después de medio año, su estado emocional se volvió algo muy serio.
Ya no quería comer, ya no quería ir a clases, ya no quería levantarse. La joven, después de todo, estaba deprimida. Sus papás no sabían el motivo, y Fatty sentía odiarlos. Porque se daba cuenta de que ellos jamás sabrían lo que ella sentía: todo ese repudio por su cuerpo, todo ese asco por saberse gorda; toda esa verdad de saber que jamás sería flaca para poder ser aceptada y bien vista por las demás personas.
Y aunque solamente una persona la había despreciado, esto bastó para que la joven sintiese de que ahora en adelante todo el mundo también haría lo mismo.
“Gorda, gorda, gorda…” La mente de la muchacha no paraba de decirle y de hacerle creer que todos la odiaban. Entonces su estado mental empeoró. Después de todo este tiempo, ella por primera vez pensó en algo peor:
“¡Quiero matarme!”.
La joven, al pasar de los días, rápidamente se obsesionó con esta idea. Su mente ya estaba completamente trastornada por su realidad: jamás sería delgada, jamás tendría el canon de belleza de su actualidad. Así que lo mejor -pensó- era dejar de existir.
Abandonar la tierra. Irse lejos. Un lugar donde no sentir repudio de su propio cuerpo.
Fatty empezó a hacer los preparativos para su partida. Su tormento y su dolor iban a terminar. Su mente por fin iba a dejar de golpearla. Se libraría de su cuerpo.
“El día que yo cumpla 18 años es una buena fecha”, ella pensó-. “Una edad perfecta para morir. Una edad de transición en toda persona. Yo también me convertiré en otra persona…”
La joven pensaba y reflexionaba sobre los cambios en las personas y en los insectos. La metamorfosis de la mariposa era uno de sus favoritos. De ser solamente un asqueroso gusano pasaba a convertirse en un ser hermoso y lleno de colores.
-¡Qué ser más bello! -exclamó, cuando se dio cuenta.
-¿Por qué no puedo ser como ella? -se preguntó, con resignación. Después de todo, ya no le importaba. Porque se había rendido ante su destino y realidad: jamás sería flaca, siempre sería gorda. Así que morir era lo mejor que le quedaba.
El día de sus cumpleaños llegó, y Fatty tenía mucho sueño, porque toda la noche anterior se la había pasado despierta, mirando las estrellas, despidiéndose de ellas. No había podido dejar de contemplar sus bellezas, todo ese brillo contenido en cuerpos que jamás serían rechazados, porque ellas jamás serían gordas o feas.
-Ja ja ja. Ja ja ja…
Acostada sobre su hamaca, la joven se empezó a carcajear -cuando pensó en todo esto-, hasta que le dolieron sus cachetes. Al parecer había aprendido a despreciarse así misma. Y esto le hizo sentir un no sé qué, una especie de poder indescriptible, algo así como el descubrimiento de su propio yo, de ser como era y no como debía de ser para ser aceptaba o bien vista por las demás personas.
Entonces otra vez se volvió a reír, ¡después de tanto tiempo de no hacerlo!
Y este fue el mejor de sus cumpleaños. Se había vuelto a descubrir así misma. Había descubierto que aunque todas las demás personas jamás lo fuesen a ver, ella siempre sería el ser más bello.
FIN.
ANTHONY SMART
Febrero/28/2017