Joel Hernández Santiago
Lo que pasó en el 14 de marzo en Nueva York, EUA, a Andrés Manuel López Obrador dirigente del partido Morena fue una provocación, y el viejo lobo de mar cayó en el garlito. No supo cómo solucionar la imposición y se perdió en sus históricas acusaciones: ‘a otros, no a mí’.
En esta ocasión, como todos vimos, AMLO llevaba a cabo un acto mezcla de campaña política y solidaridad con los mexicanos en tierra hostil, de pronto aparecen en el salón de eventos dos personajes con cartulinas en las que aluden a los jóvenes de Ayotzinapa desaparecidos la noche del 26 al 27 de septiembre de 2014 y la acusación de complicidad de AMLO con José Luis Abarca (PRD y ex alcalde de Iguala, Guerrero) y Ángel Aguirre Rivero, ex gobernador de Guerrero.
Se genera una confrontación entre simpatizantes y adversarios de AMLO. El estruendo es de tal grado que le es imposible continuar y decide concluir el evento. Sale y aborda su automóvil hasta donde le alcanza un hombre encapuchado quien le increpa a preguntas sobre lo mismo: sus vínculos con las autoridades estatales y la desaparición de los muchachos…
El hombre sostenía una camiseta que tenía estampados los rostros de los 43 normalistas de Ayotzinapa. López Obrador le llama “provocador” en tanto intenta salir del lugar ya atestado: “Soy padre de Jorge Antonio Tizapa Legideño”, le alcanzó a decir a López Obrador, en medio del ruido. “Pero le tienen que reclamar al Ejército, a Peña, no a mí”, espetó nervioso el político de Morena.
Pues eso. Ahí estuvo el leit motiv de lo que hoy es una guerra iniciada desde el gobierno federal para confrontar al dirigente político con el Ejército Mexicano.
Inmediato las redes reprodujeron el “provocador” al “padre de uno de los muchachos de Ayotzinapa”… Lo que lo hace aparecer a AMLO como intolerante y mendaz: no hay matices de tiempo, lugar, circunstancia y la no obligación de saber quién es quién en esas multitudes…
Luego de la primera etapa de acusaciones por el uso del “provocador” se pasó inmediato al tema del Ejército: “… Pregúntenle al Ejército”.
Miguel Ángel Osorio Chong, secretario de Gobernación se trepó inmediato al asunto exigiendo respeto para la Institución Militar; lo mismo el dirigente del PRI, Enrique Ochoa Reza quien acusa a López Obrador de intolerante y exige respeto y la aclaración a su afirmación de que “se le pregunte al Ejército” sobre Ayotzinapa… [Lo sorprendente es que hay imágenes públicas previas en donde el mismo encapuchado padre del joven de Ayotzinapa habla con él dirigente priista sin estruendo y si muy en orden.] Y así otros dirigentes de partido y políticos y funcionarios públicos.
El hecho incómodo hubiera sido utilizado de todos modos. Uno puede estar o no de acuerdo con AMLO a quien se le podrá acusar de falso izquierda, rollero, repetitivo, mesías tropical, ignorante de la realidad e, incluso, de que su libro reciente no es tal y sí un manifiesto de lo que haría si llega a la presidencia del país. Un libro sesgado y aburrido, como él mismo. Sí todo eso…
Pero lo que también es cierto es que aquella trampa ha estimulado una confrontación entre AMLO y el Ejército mexicano atizada desde el gobierno federal y desde los partidos políticos para desactivar el puntero electoral que ha acumulado el seguro candidato presidencial de Morena.
Y en esto utilizan políticamente al Ejército Mexicano a quien ponen en el centro del debate porque “López Obrador ha enviado una acusación muy grave” como si antes no lo hubieran hecho ya desde distintos partidos de oposición y los mismos padres de los muchachos de Ayotzinapa.
Mucho se ha dicho del Ejercito Mexicano desde entonces. No sólo Ayotzinapa, están pendientes Tlatlaya y Apatzingán. Aun así, se trata de elevar la confrontación de un posible ganador con la fuerza militar de México.
De suerte que el Ejército mexicano ha sido cauto en estos dimes y diretes. Si ha exigido respeto y ha pedido pruebas de “lo que se ha dicho por ahí”. Pero ha evitado la confrontación porque sabe que AMLO es un candidato que lleva delantera y que si las cosas siguen el curso que llevan, probablemente AMLO sea presidente de México y el Ejército Mexicano lo dice siempre: “somos institucionales” sea quien sea el presidente mexicano.
Falta mucho para el inicio de las campañas electorales con rumbo al cambio presidencial en 2018. Pero por lo que se ve desde ahora, la lucha será encarnizada y será cuerpo a cuerpo:
Guerra sucia, acusaciones, secretos develados, filtraciones, vidas privadas hechas públicas e inmundicia: de todos contra todos, así que lo que hoy vemos es apenas un trazo de lo que será el dibujo electoral de México en 2018. Lo que quiere decir que no, que nuestra democracia y la cultura política de los políticos mexicanos es poco menos que un cero hoy y para entonces.