Javier Peñalosa Castro
La semana anterior hablamos sobre la viabilidad de la reforma educativa pergeñada por Aurelio El Niño Nuño.
Seguramente no se enterará de lo que opinamos millones de mexicanos sobre los estropicios cometidos por los gobiernos de los últimos 35 años, y el sobredimensionamiento de la dizque reforma estructural en materia educativa, calificada por el propio Enrique llamada Peña Nieto como la más importante de todas las que prometió durante su campaña política por la Presidencia —esas que nos llevarían al Primer Mundo en 2020—, cuyos postulados apenas fueron desvelados hace unos días y que, como vimos, difícilmente llegará a aplicarse, pues para este año se tiene un presupuesto por demás rasurado, que ha implicado despidos y recortes en programas sociales prioritarios y el próximo, año de elecciones, difícilmente podrá arrancar.
Mientras tanto, la única “reforma” que “marcha” es la energética, rubro en el que se han entregado a empresas extranjeras los recursos que la Constitución reservaba a los mexicanos.
Resulta curiosa la idea de programas transexenales que tienen los integrantes del actual gobierno. Hubiéramos creído que un esfuerzo de este tipo consistiría en diseñar y echar a andar un proyecto durante el primer año de una administración y, una vez implantado, pactar con la siguiente la continuidad. Por supuesto, con alguna mínima evidencia de su eficacia y trascendencia.
Ahora nos queda claro que lo que El Niño Nuño pretende es plantear una serie de lineamientos, por demás generales, pasarle el paquete al próximo gobierno, y que éste arranque de cero la tan llevada y traída reforma educativa. Claro, como es un producto tan acabado y maravilloso, tiene un miedo cerval de que algún “populista” como López Obrador pueda arruinarlo.
Por supuesto, está convencido de que quien debe llegar a la Presidencia en el 2018 es él, y que desde ahí podrá “consolidar” su legado, a pesar de que, desde ahora, se cura en salud y advierte que no habrá indicios de avance antes de 10 años.
En declaraciones a El Universal, el responsable del despacho de Educación confió en que algunos maestros puedan ir trabajando en la sustitución del viejo método memorista por uno que privilegie la comprensión y el razonamiento, pero por iniciativa propia, porque hasta ahora, en lo que se refiere a los responsables de la educación ante los grupos “de carne y hueso” sólo han “evaluados”, pero no se cuenta con programas de actualización y mejoramiento profesional como los que existieron durante décadas en el sistema educativo al que tanto vituperan algunos ignorantes instalados en los sótanos del poder.
La “ruta de implementación´’ del nuevo modelo educativo tiene su momento estelar con el inicio de la capacitación de dos millones de profesores, prevista —adivinó usted—, para el ciclo escolar 2018 – 2019 que, en teoría, sólo vería arrancar este prócer de la educación.
Eso sí, cuestionado sobre si López Obrador representa un riesgo para la reforma, se rasga las vestiduras y dice que “habría una regresión terrible”, con venta de plazas y el regreso a “una organización vertical de las escuelas.
Por supuesto, la satanización del “enemigo a vencer” resulta gratuita y basada en suposiciones y asunciones carentes de base, que sólo tendrían sustento a partir de la crítica al programa de gobierno de Morena, que aún no se da a conocer, pero en el que, eso sí se sabe, participan destacados intelectuales, empresarios y políticos de distintos signos.
Al tiempo que dispara acusaciones gratuitas, Nuño se incorpora a la pasarela organizada por Peña Nieto, en la que desfilan continuamente Gerardo Ruiz Esparza, de la SCT, Rosario Robles, de Sedatu, Osorio Chong, de Gobernación y, de manera intermitente, secretarios como Narro, de Salud, Calzada, de Sagarpa, y hasta Enrique de la Madrid, de Turismo.
Por más que se les someta a “placeo”, ninguno de estos suspirantes parece tener tamaños siquiera para participar como candidatos, mucho menos para llegar a la Presidencia.
Mientras tanto, desgraciadamente, con esos aspirantes debe andar el PRI, con un creciente temor hacia sus adversarios y la convicción de que sólo las “campañas negras” podrán hacer mella a su gran rival.
Las únicas acciones que podrían aportar algunos votos al actual gobierno se inscriben en el marco del combate a la corrupción. Sólo la captura, el encarcelamiento de personajes como Javier y César Duarte, Moreira; Borge y un largo etcétera, junto con la restitución de lo robado a las arcas públicas podría restituir al actual gobierno parte de la credibilidad que algún día tuvo.
Pero como ello no va a ocurrir, habrá que estar preparados para los estertores y coletazos del dinosaurio.