* Los mexicanos debemos tener claro el nivel de complicidad de muchos jueces, tanto del fuero común como del federal, pues lo que ocurre en el país, lo que padecen los ciudadanos, sólo sucede gracias a la garantía de impunidad judicial
Gregorio Ortega Molina
El desaliento se profundiza, pero no por el saldo dejado por la violencia, sino porque buena parte de la sociedad parece haber desarrollado una especial insensibilidad al horror.
Pareciera que vivimos en una escatológica escena apocalíptica, rodeados de cráneos que muestran signos de tortura o sevicia en la manera en que decidieron quitar la vida a sus dueños; esqueletos que nos dicen, nos gritan que fueron de niños y mujeres, hombres, todos víctimas de la ausencia del Estado y de la procuración de justicia.
Las cifras son reales. Después de las que exponemos, aparecieron otras fosas en Alvarado, no lejos de Colinas de Santa Fe, Veracruz.
Por lo pronto integrantes del Colectivo Solecito, agrupación conformada por familiares de desaparecidos, nos enteran de que 253 cuerpos fueron exhumados de 120 fosas clandestinas descubiertas en ese predio de Colinas de Santa Fe, en el norte del puerto de Veracruz.
Mientras los familiares de los desaparecidos afanosamente los buscan, también se suceden linchamientos y se refuerzan actitudes ciudadanas como la de Cheran, Michoacán, o aparecen las guardias comunitarias a pesar de encarcelar y/o dar muerte a sus fundadores o a sus hijos.
Sí, mientras todo lo anterior sucede, me topo con el siguiente diálogo armado por Elena Ferrante para sus lectores:
-La ley está bien cuando tienes que tratar con gente que en cuanto pronuncias la palabra <<ley>> se pone firmes.
Pero aquí ya sabes cómo funciona.
-¿Y entonces?
-Entonces, si las personas no temen a la ley, les tienes que dar miedo tú. Para ese cabronazo que acabas de ver salir trabajamos no mucho, muchísimo, y ahora no nos quiere pagar, dice que no tiene dinero. Lo he amenazado, le he dicho: te llevo a juicio. Y me ha contestado: llévame a juicio.
-Pero lo vas a llevar a juicio.
-Así nunca voy a recuperar mi dinero -se rio-. Hace tiempo un contable nos robó varios millones. Lo despedimos y lo denunciamos. Pero la justicia no movió un dedo.
-¿Y?
-Me cansé de esperar. Se lo comenté a Antonio. Y el dinero apareció enseguida. Y también va a aparecer esta vez, sin juicio, sin abogados y sin jueces.
A estas alturas los mexicanos debemos tener claro el nivel de complicidad de muchos jueces, tanto del fuero común como del federal, pues lo que ocurre en el país, lo que padecen los ciudadanos, sólo sucede gracias a la garantía de impunidad judicial.
También sabemos que a veces esa complicidad es obligada porque de por medio queda la vida de sus familias y la de ellos mismos, pero otras se debe a la plata, que compra todo.
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