Rosa Ángela Canales Escobar
Con gallardía camino con paso firme hacia el máximo templo de la cultura en la ciudad de México, el palacio de bellas artes. “El capricio no 5” del gran compositor y violinista Paganini resuena en mi cabeza como una sinfonía de éxtasis, con cada nota tatuada en mi piel. La noche de sábado es propicia para las más exquisitas fantasías, frente al intérprete David Garret, que hoy con sus veloces manos hará revivir la melodía clásica.
A un costado del coloso de mármol, envuelta con mi vestido rojo y mi abrigo negro, mi alma vibrara de placer. Ansiosa la noche avanza, la luna llena se posa en lo alto y aunque no es hora pico en la caótica ciudad los automóviles entre eje central y avenida Juárez tiene un nivel de contaminación auditiva que supera los 85 decibeles, cifra que está 20 puntos por encima de los 65 decibeles que la Organización Mundial de la Salud (OMS) establece como límite.
Pero vamos, está noche dejare de ser hostil y escuchare mi concierto. Cuando he respirado profundo pasa detrás de mí un bocinero vendiendo discos piratas con una escandalosa tonada, y es que ellos son parte del problema del ruido en la ciudad. Nuestro ambiente está siendo destruido con tantos coches, bocineros, vendedores ambulantes, gente neurótica gritando en las calles.
Y es que ya lo menciono Murray Schafer en el Pasaje Sonoro; el imperialismo es el fenómeno expansivo del ruido, como producto de la dominación de occidente a través de las maquinas durante la revolución industrial, ejemplificando este concepto: “Es más imperialista un hombre con un altoparlante que sin él, porque éste le permite dominar un espacio acústico más amplio. Un obrero con una pala no tiene nada de imperialista, pero lo llegará a ser con un martillo automático que le da el poder de irrumpir en las actividades del vecindario y de imponer su ley”.
El fresco aire perfuma el viento y a través de la pantalla su radiante sonrisa se esboza en una hilarante realidad, toma el violín y lo hacer vibrar con el “Capricio no 24”, rápido consolador de pasiones fluye en la noche aterciopelada. El claxon de un automóvil en la avenida no deja de sonar con un ruido infernal y la armonía se rompe como una copa de vino astillada contra el piso. A punto de levantarme y gritar recuerdo que el ruido nos ha convertido en una masa de individuos neuróticos, agresivos, tensos, fatigados e insensibles. Y es que tengo suerte de escuchar todavía. Según un estudio los daños que causa el ruido paradójicamente son silenciosos ya que no se notan con facilidad. Y muchas veces los efectos colaterales que se presentan son irritabilidad, ansias, estrés, taquicardia y nervios. Seguramente ustedes están familiarizados con estos síntomas.
El sensual “Capricio no 5” es similar al vuelo de las abejas y adivinen qué, justo cuando he decidido dejarme llevar por el deleite de las notas, a lo lejos un carrito vendiendo tamales “Lleve sus ricos y deliciosos tamales oaxaqueños”. En fin ya se imaginaran mi sentir. En estos momentos es cuando me imagino vivir en Dinamarca, en esa ciudad el impuesto para la compra de un auto es de hasta dos veces mayor a su valor. Esto desalienta la compra de los mismos, en cambio el servicio de transporte es eficiente. Las calles están llenas de bicicletas, sin ruido y sin humo, donde la gente goza de buena salud. Y es aquí donde me preguntó ¿Será está una solución para el problema de contaminación auditiva en nuestra ciudad? o tal vez ¿Habilitar carriles para el uso designado a bicicletas sin correr el riesgo que un auto o microbús te atropellen?
El humo del cigarrillo se resbala entre mis labios afelpados la “Sinfonía no 5” de Beethoven escapa de las cuerdas del violín, y con ella el silbido que anuncia que los camotes han llegado, resignada a que el ruido jamás cesara, me he dado cuenta que el concierto es único, con esa mezcla de olores y sonidos que solo está portentosa ciudad nos puede regalar.
La hora de “el lago de los cisnes” ha llegado y es una de las consentidas de la noche, a mis espaldas el ruido de los coches, la gente gritando, las escandalosas turbinas de los aviones, los bocineros y en medio de tanta hostilidad; he decidido disfrutar en compañía de la escultura de Beethoven de la transmisión en vivo, al aire libre, del programa #LaCulturaApantalla para personas como yo, que no pudieron pagar un boleto de $4,000 pesos, pero que sin duda ama la música clásica.
Bibliografía
http://www.animalpolitico.com/2016/09/decibeles-cdmx-ruido-oms/
http://www.revistaciencias.unam.mx/pt/109-revistas/revista-ciencias-50/914-el-ruido-en-la-ciudad-de-mexico.html
http://www.milenio.com/df/quejas_por_ruido_CdMx-contaminacion_auditiva-decibeles_aceptables_0_818318172.html
https://interfaz.cenart.gob.mx/video/conferencia-magistral-murray-schafer-paisaje-sonoro/ (VIDEO)
https://ruidoenlaciudad.wordpress.com/