* Está la interpretación política de la detención electoralmente oportuna de Javier Duarte De Ochoa. ¿Habrá pensado el exgobernador que su impunidad concluía al ser intercambiada por los votos necesarios para conservar el poder?
Gregorio Ortega Molina
En una contienda política ¿pueden las ideas derrotar al dinero? Difícilmente, porque además de ser innovador, es necesario poseer la audacia de la ironía y un manejo ágil del lenguaje, para que la verdad del disminuido por carecer de fuerza económica no se convierta en postverdad.
La candidatura de Alfredo del Mazo Maza obedece a la lógica del poder económico y al deseo de repetir una fórmula ganadora: guapos, buenos amigos de sus amigos, débil popularidad al último tercio del mandato, y magros resultados. Pero carece de importancia.
¿Es políticamente correcto victimizarse? En la lucha por hacerse con la gubernatura, sí. ¿A qué me refiero? La candidata con menos recursos muy bien puede afirmar -en todo discurso, mensaje y contacto cibernético- que no tiene dinero para competir en condiciones de equidad, pero es dueña de la voluntad necesaria para gobernar para la sociedad con transparencia, con honradez a toda prueba, para poner orden, primero, y establecer un sistema de auditorías para que el escrutinio ciudadano evite desviaciones, intromisiones y se fortalezca ante los embates de la delincuencia organizada.
Muy bien puede afirmar, esa candidata, que ella no tiene recursos para comprar votos y conciencias, pero sí la voluntad de crear empleos que rompan con el círculo vicioso del hambre, sólo paliada por la generosidad de los programas sociales y las tortas en los mítines.
Puede afirmar también que luchará contra el estigma de los feminicidios no sólo por ser mujer, sino porque sabe, está segura de que las muertes violentas de mujeres, o su desaparición, puede detenerse anulando las complicidades o compromisos contraídos a fuerza de amenazas, entre la delincuencia organizada y diversas autoridades de la procuración y administración de justicia.
Puede comprometerse con los medios, para que éstos adquieran un compromiso social y político con ella.
Pero nada de lo anterior sucederá, porque el poder económico camina en una lógica distinta y distante de lo que fue una clase política que perdió su espacio porque le dio miedo conservarlo, incluso en contra de quienes en su momento les juraron fidelidad a cambio de dádivas, créditos fiscales, condonación de impuestos y arreglos diversos con las obligaciones contraídas con el IMSS y el INFONAVIT.
Por tercera vez un del Mazo gobernará el Estado de México, sin que nada importe, porque lo que cuenta, lo que se toma en exclusiva consideración, es la preservación de los fueros y privilegios.
Es una constante. En uno de los ensayos de La última posada, Imre Kertész dejó anotado: “Lo que hoy en día presentan como democracia poco tiene que ver con la res publica, más bien lo llamaría democracia del libre mercado.
Con cierta autodisciplina, una forma de vida bastante agradable, pero acabará pronto, puesto que se encamina de manera descarada hacia la centralización, hacia la concentración del dinero y del poder; y entonces se habrán acabado tanto la autodisciplina como la vida agradable. ¿No nos aguarda un fascismo discreto, con abundante parafernalia biológica, supresión total de las libertades y relativo bienestar económico?”
Arriba está la interpretación política de la detención electoralmente oportuna de Javier Duarte De Ochoa. ¿Habrá pensado el exgobernador que su impunidad concluía al ser intercambiada por los votos necesarios para conservar el poder?
La extradición está solicitada. Puede tardar meses en llegar de Guatemala a la Ciudad de México, y años antes de que se le “compruebe” alguna fechoría a través del debido proceso. Es factible que quede en libertad una vez que su utilidad electoral haya concluido.
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