Por Aurelio Contreras Moreno
Si no fuera por la gravedad de lo que entraña, el “destape” de Miguel Ángel Yunes Linares como precandidato a la presidencia de la República de este martes llamaría a una sonora carcajada.
Pero no. Lo que este exabrupto debería provocar es una enorme preocupación por lo que implica para el estado de Veracruz que su gobernador, que apenas está por cumplir seis meses en el puesto al que llegó con el voto de los veracruzanos que demandaban un cambio verdadero, esté sudando esas calenturas en medio de una brutal crisis de inseguridad y de estancamiento económico.
Para empezar, las maneras. El espectáculo ofrecido por los dirigentes estatales de Acción Nacional, José de Jesús Mancha Alarcón, y del PRD, Jesús Alberto Velásquez Flores es, de tan patético, lastimero, al actuar ambos como patiños de quien dejaron claro es su verdadero patrón, por encima incluso de los militantes de sus respectivos partidos.
Ambos dirigentes se sacaron de la manga una alianza electoral para 2018 que es casi imposible de concretar, al menos a nivel federal. Tanto el PAN como el PRD perfilan precandidatos presidenciales con luz y fuerza propia, en mayor o menor medida. La supuesta entrada de Yunes Linares a la ecuación no cambiaría ese hecho ni significaría un factor de cohesión a nivel nacional entre esos partidos, que se juegan en ese proceso intereses muy distantes a los que los movieron en Veracruz el año pasado. Desde ahí, se trata de una falacia, con tintes de pantomima de barriada.
Por otra parte, ¿qué podría ofrecer Miguel Ángel Yunes Linares a los electores de todo el país, si en seis meses no ha podido hacer casi nada por su estado? El discurso de la venganza que tan buenos dividendos le dejó en las elecciones de 2016 no tendría ni de cerca el mismo impacto que tuvo en Veracruz, por una razón muy sencilla: no hay un Javier Duarte que perseguir. Ni siquiera el presidente Enrique Peña Nieto, con todo el repudio que concita entre sus detractores, llega a esos niveles.
Como casi todo lo que ha hecho en las últimas semanas, pareciera que el “destape” de Yunes Linares es uno más de los actos de histrionismo electorero del régimen, que está más preocupado por el resultado de los comicios del próximo domingo que en gobernar un estado que sigue en estado de emergencia.
Y eso es lo más grave. Al meterse en una contienda para la que no está llamado ni tiene merecimientos, pero que le da espacios mediáticos, Yunes Linares renunció de facto a gobernar Veracruz. Todos sus actos de ahora en adelante tendrán la lógica de la sucesión presidencial, sea o no factible su real inclusión, y en ese sentido, llegar a consensos con las demás fuerzas políticas para trabajar en pro del desarrollo del estado será prácticamente imposible.
A eso hay que agregar la intención manifiesta de que su hijo Miguel Ángel Yunes Márquez sea su sucesor en la gubernatura. La ambición desmedida que implica la concentración de todos los cargos de poder en una sola familia le dará al traste a cualquier iniciativa para que Veracruz salga del atolladero, por los mismos motivos.
Se acabó el gobierno de Miguel Ángel Yunes sin haber cumplido ni seis meses. Demasiado pronto, demasiado decepcionante.
Alto a las agresiones contra reporteros
Las agresiones que la noche de este lunes policías ministeriales realizaron en contra del compañero fotoperiodista David Bello por realizar la cobertura de un hecho noticioso en Xalapa son inaceptables. Como periodista y ciudadano, me uno a la condeno de estos hechos y a la exigencia al gobierno de Miguel Ángel Yunes Linares para que respete la labor de los reporteros en el estado de Veracruz.
Alto a las agresiones.
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