CUENTO
Su nombre era Bombin, y se dedicaba a inflar egos. Y le iba muy bien. Sus servicios eran solicitados por gentes de todo tipo: desde esposas cansadas de sus maridos, hasta políticos a los cuales les faltaba “un empujoncito”, una porra, o algo de ánimo para seguir robando. Y Bombin para esto estaba, ¡para motivarlos a todos!
Él había descubierto su vocación cuando se enconraba sumergido en una horrible y terrible depresión, en donde ¡todo lo veía oscuro! Si era de noche o de día, él no podía distinguirlo. Porque la depresi´n así es, pero él no lo sabía. Hasta que entonces un día le sucedió algo que lo sacó de allí, por siempre y para siempre.
Nunca más volvería a estar allí, sino que todo lo contrario. Ahora él se dedicaría a ser feliz, y a hacer feliz a los demás. ¡Por supuesto que sí!
El día que el cielo lo iluminó se encontraba acostado en su hamaca toda ahuecada, hundido como siempre en sus pensamientos, más bien en su único pensamiento: “NO VALGO NADA”.
Bombin no se daba cuenta de que estaba deprimido. Y como no tenía a nadie, pues nadie se lo decía. Pero entoces el cielo se abrió, y de aquí bajó un ángel que le habló.
Le dijo: “ Bombin. He estado escuchando tus pensamietnos, más bien tu único pensamiento, así que solo he bajado para decirte que TÚ VALES MUCHO. Muchacho, ¡levantate ya de esa hamaca asquerosa, y sé feliz! La vida es demasidado corta como para estar deprimido… “
La voz del ángel tenía un tono muy paternal, tanto así que Bobmin lo único que logró decir fue: “¡Padre!” Y ya no dijo más. Pero entonces el ángel le espetó: “No, idiota. ¡No soy tu padre! ¡Sólo soy un ángel! Luego añadió-: “Bueno. Ya que me has llamado padre, creo que no suena mal, así que que yo te llame hijo. Así será mejor para que nos comuniquemos…”
No se sabe qué es lo que sucedió después, pero desde que el ángel visitó a Bobmin, su depresión despareció por completo.
-¡Vualá! -exclamó Bombin, cuando se sintió completamente distinto-. Me siento lleno de enrgías…
Bombin se levantó de su hamaca, como si tuviera un resorte en su espalda, y se fue a buscar papel y tinta, y se puso s redactar sus ideas motivacionales…
En un principio, cuando apenas empezaba su carrera, todas las personas podían pagarle por sus servicios, pero cuando su fama y su nombre crecieron, solamente las personas muy ricas pudieron seguir haciendolo: contratarlo para que les inflaran sus egos.
Modelos flacuchentas y fracasadas, actores mediócres que buscaban trascender con la pelíucla para las que nunca los contrataban, celebridades frivolas del mundo del espectaculo que cada día se ponína viejos y viejas, y hasta políticos que apenas empezaban sus carreras delictivas, eran algunos de los personajes que a cudían a Bombin por algún consejo.
Un político, por ejemplo: “Bombin. Quiero que me digas qué es lo que tengo que hacer…” Y Bombin, hacíendo uso de su arte le contestaba:
-¡No! ¡No se me amilane, señor! Usted da para más que para ser el simple gobernador de su estado. Usted, distinguido caballero político, tiene toda la facha y todos los talentos para saquear su país, o sea tiene todo lo necesario para ser el presidente de su nación…
-Ahhh -suspiraba el tipo, luego preguntaba-. ¿De verdad, Bombin?
-Sí, señor. ¡Y debe de creerselo, porque nadie más lo hará por usted…!
Al escuchar todo esto, el ego desinflado del político enseguida se le volvía a inflar por completo, y se iba, con fuerzas renovadas para seguir robando. Y así es como actuaba Bombin. Su fama y su éxito fueron creciendo, más y más. Hasta que un día sucedería algo que acabaría con todo su carrera de infla egos.
Bombin se había visto en serios aprietos, cuando un día un presentador de noticias había venido a su consultorio. Porque después de que ya le había inflado todo lo que podía su ego al señor, con las frases más cursis y vanidosas como: “Usted es el hombre más guapo e inteligente que puede haber” “Cuando usted habla, el brillo que enmana de su alma traspasa la pantalla” “Las noticias más feas son bellas, porque las dice usted”, etcétera, etcétera. El conductor de noticias le había dicho:
-¡Necesito más! ¡Inflemelo más, porque no quiero que se me desinfle rápido! ¡Quiero más! ¡Quiero ser como un estallido de colores que a todo el mundo deslumbre! Mi trabajo me lo pide. ¡Por favor, Bombin, infleme el ego hasta que ya nunca se me pueda desinflar!
-Pero, ¡cómo! -exclamó el inflador de egos-. ¡Eso es imposible! Eso yo no puedo hacerlo. Con usted ya he hecho todo lo que está a mi alcance.
-¡No, he dicho! ¡Todavía no! ¡Por favor, hagame el favor! Haga lo que tenga que hacer, ¡pero sigame inflando el ego!
“Ese tipo se ha vuelto loco”, pensaba Bombin, mientras regresaba de buscar un bomba para inflar llantas de bicicleta.
-Ya regresé -le dijó al tipo vanidoso, y le colocó dentro de su boca el orificio por donde sale el aire-.¡Listo! Con esto su ego sí que crecerá.
-¡Así me gusta! – exclamó el vanidoso, y cerró los ojos, porque Bombin se lo había pedido.
Después de dos minutos de bombear aire, Bombin quiso saber cómo se sentía aquel hombre.
-¡De maravilla! -éste le respondió-. ¡Mi ego está a full! Un poquito más de aire y seré el hombre más maravilloso al que toda mujer encontrará irresistible…
La cabeza del conductor vanidoso ya tenía el tamaño de un balón muy grande, que hasta a Bobmin le daba miedo mirarlo.
-¿Así o más? -preguntó el inflador de egos.
-¡Un poco más! -le respondió el otro.
Y Bombin le obedeció. Uno, dos… Cuando a la tecera vez bombeó aire al ego del vanidoso, ¡éste estalló!, y él cayó al piso, completamente sin vida. Su cabeza, donde residía su enorme ego, había quedado desinflado como un globo pinchado.
Bombin el inflador de egos fue llevado a la cárcel y sentenciado a cadena perpetua, por el homicidio de… un ego.
FIN.
ANTHONY SMART
Mayo/28/2017