* Lo que se necesita es una propuesta fresca, distinta, novedosa, que conduzca a la reforma del Estado, porque México transitó de la dictadura perfecta, a la dictadura de los partidos, feroz y cruenta; corrupta e impune
Gregorio Ortega Molina
La praxis política -insisto- es un estado de ánimo en los ámbitos del poder y en la búsqueda de alcanzarlo; por el contrario, la democracia es un quehacer cotidiano, regulado por normas legales y constitucionales, pero también sujeto a la modificación irregular de las reglas del juego, con la idea de continuar siendo gobierno a como dé lugar.
Son tres los actos autoritarios recientes que deslegitiman y hacen frágil a la ansiada práctica democrática en México: un corrimiento de los factores de poder que se inicia con el golpe de Estado técnico dado al inicio del “zedillato”, con la desaparición de la SCJN, para fundar la que obedecería a los nuevos prebostes del poder político; la des-ciudadanización del IFE, ahora INE, iniciada en cuanto la alternancia mostró el rostro de la realidad política, tan distinta de la teoría, y la decisión de reiniciar un reordenamiento social presidido y vigilado por el mirreynato en el poder, pero sin proyecto ideológico y vaciado de los conceptos de patria, nación y República.
El resultado nos desborda día a día. La ingobernabilidad en todos los ámbitos es reforzada por la corrupción y la impunidad; la inseguridad pública corre el riesgo de derivar en protesta social, primero, y luego en franca rebeldía.
Si hace algunos años aquí temíamos la colombianización de México, hoy en el subcontinente se teme a la mexicanización de sus espacios nacionales.
Lo anterior sirva para contextualizar el marco en que pueden moverse los análisis políticos, las propuestas inteligentes para recuperar la gobernabilidad, y establecer los “usos y costumbres” necesarios para acotar corrupción e impunidad y restablecer, así, una democracia frágil, pero viable, con un gobierno ciudadanizado, como en su momento lo fue el INE (IFE).
Diego Valadés ha patentizado en diversas ocasiones su renuencia a la segunda vuelta: es un photoshop para auto engañarnos con una realidad imposible en un sistema presidencialista; México dista mucho de ser un presidencialismo parlamentario.
En cuanto al gobierno de coalición propuesto, desde 2012, por ese animal político que es Manlio Fabio Beltrones -actualmente sustentada esa opción de gobernabilidad en el hecho real de que el próximo presidente de esta República pudiera estar legitimado por tan solo el 15 por ciento del electorado-, la posibilidad de construirlo fue rebasada por esa desconfianza que con esmero cultivaron los capitostes del actual sexenio.
Sea quien sea que alcance el poder, tendrá una posición indecorosa para negociar la coalición para gobernar, desde un 15 por ciento de legitimidad. ¿Cómo hacerlo frente al 85 por ciento que representan los otros partidos y el abstencionismo? Lo que se necesita es una propuesta fresca, distinta, novedosa, que conduzca a la reforma del Estado, porque México transitó de la dictadura perfecta, a la dictadura de los partidos, feroz y cruenta; corrupta e impune.
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