* Exceso de fosas clandestinas, de cadáveres inidentificables, de multiplicidad de autodefensas, de enormes vacíos de poder, de promesas incumplidas, de violencia que crece exponencialmente, de desaparecidos sin fin, de trata incontenible, de prostitución que humilla, pero que es fuente de riqueza
Gregorio Ortega Molina
Pareciera que los mexicanos somos ingratos por naturaleza. Hemos hecho escarnio de la figura de José López Portillo, y ahora es momento de revaluarla a su justa dimensión, pues desde los distintos gobiernos que lo sucedieron, el poder político administra la abundancia; es momento de agradecer que vivamos en ella. Enumeremos.
México vive en la abundancia de las fosas clandestinas, de los cadáveres inidentificables, de la multiplicidad de las autodefensas, de los enormes vacíos de poder, de las promesas incumplidas, de la violencia que crece exponencialmente, de los desaparecidos sin fin, de la trata incontenible, de la prostitución que humilla, pero que es fuente de riqueza.
Efectivamente, el país también vive en la abundancia de la corrupción y la impunidad, de la ausencia de transparencia, de los arreglos bajo cuerda con la delincuencia organizada, de las complicidades con esa “informalidad” que crea riqueza negra para el sostenimiento de grupos en el poder y la creación del clientelismo político.
Imposible olvidar la abundancia de “moches”, de inequidad electoral, de mirreyes que desde el poder deforman los estamentos sociales, porque están empeñados en proceder a una reingeniería que, de manera definitiva, deje a los habitantes originarios, a los miserables, a los “nacos” y al “peladaje” en general, de lado, porque afea la conceptualización del México que construyen para ellos mismos.
Tampoco podemos dejar en el olvido la abundancia de funcionarios y jueces y legisladores y gobernadores y empresarios corruptos y corruptores, o la inagotable torcedura de las leyes que posterga para la eternidad la reforma constitucional penal, o de policías convertidos en delincuentes al amparo de la ley y la procuración de justicia, o de desempleados, o integrantes de esa tercera edad que están empeñados en hacerlos desaparecer con una eugenesia económica a través de las raquíticas pensiones que, además, son expoliadas.
Pero, ¿por qué ese comportamiento de nuestros políticos, qué los impele a buscar, siempre, vivir en la abundancia de lo que sea?
Michel de Montaigne anotó: “Los príncipes más grandes y más ricos vense empujados con frecuencia por la pobreza y la escasez a la extrema necesidad; pues, ¿hay alguna más extrema que convertirse en tiranos e injustos usurpadores de los bienes de sus vasallos?”
Le doy vueltas a la idea. Las épocas cambian, evolucionan o involucionan. Pienso que los “príncipes emanados de la revolución” además de escasez pecuniaria, padecieron y padecen de incultura, ignorancia de ese humanismo tan necesario para convertirse en gobernantes de seres humanos que hace mucho dejaron de ser vasallos, pero que ahora son vistos como prescindibles semovientes.
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