Por: Antonio Balam
Estoy aquí sentado, intentando o pensando intentar escribir sobre algo que me ha sucedido. ¿De qué se trata? Nada más ni nada menos que de la corrupción a escala mínima. Lo más pequeño -si esto fuese un robo en una tienda grande se le llamaría lo que muchos denominan como “robo hormiga”.
Y no sé si llamarle “robo” a lo que me han hecho, porque en el fondo sé que todos son unos vil ladrones. Unos roban “poco”, y otros simplemente se llevan todo el botín. ¡Qué gran triste ironía!
En un país como éste, en el que todo es corrupción; no sé qué sentir o qué pensar, cuando se me cruza por la mente de que no solo estaría formidable ser un país de corrupción, sino que también un país de LECTORES. Entonces tal vez y todos esos ladrones del gobierno lo pensarían dos o tres veces a la hora de alzarse con cantidades gigantes de dinero, porque al ser personas “que leen” serían personas pensantes, que razonan, que sacan conclusiones, que sienten; que tienen algo más en la mente que el deseo aborazado de robar a manos llenas.
¡Pero no! No son así, sino todo lo contrario. Ay, ¡pobres de ellos! Y no sé si decir: “pobres mexicanos”. Porque denotan su pequeñez en sus actos de rapiña. Pero lo más triste es que ellos jamás se darán cuenta, ¡porque no tienen conciencia! Es por esto que actúan como lo hacen, roban y roban sin jamás saciarse.
Y aquí en mi pueblo no es la excepción. Y para darles una prueba pequeñita está mi caso. ¡Les contaré lo que me sucedió!
Era el día 16 de junio del presente año. Era de noche y me encontraba en la biblioteca, buscando en la internet un artículo referente a mi persona, sobre el hecho de haber ido a la Filey y después haber sido hostigado por un policía (de esto no contaré mucho ahora).
Como he dicho. Buscaba esto, y después de varios intentos fallidos, con mi nombre escrito a medias, se me ocurre escribirlo -más bien teclearlo- todo: Antonio de Jesús Balam Dzib. Y, ¡sorpresa! Grande fue la indignación y la ira que sentí, cuando encuentro en la página número 3 de google algo que dice mi nombre, y que se me ha otorgado la cantidad de 1.000 pesos, dizque en calidad de apoyo económico.
Como he dicho. Era el día de mis cumpleaños, y esto había sido el peor de los regalos. Saberme “usado” de esta manera fue horrible. Juro que no pude estar tranquilo, no hasta el día siguiente.
Descubrir -Y COMPROBAR- la corrupción por parte del ayuntamiento de mi pueblo a escala hormiga fue algo completamente deprimente, pero todavía lo fue más el hecho de no poder ir y gritar todo esto; ¡reclamar que a mí jamás se me dio tal cantidad -1,000 pesos- sino que solamente 100 pesos, ¡CIEN PESOS!
Quisiera saber entonces a quién se le quedó el resto, a más bien quién se los robó. O es que acaso esto ¿no es un robo?
Debo de confesar que como mexicano que soy, soy un cobarde, ¡no tengo el valor para ir y reclamar lo que se me ha hecho! Y esto, al igual que cientos de toneladas de injusticias, que han sucedido a lo largo de la historia de este pobre país de no lectores, pero que sí de corruptos, HA DE QUEDAR IM-PU-NE. ¿Así que para qué decir o pedir que a la persona a la que le corresponda “componer” todo esto tome cartas sobre el asunto?
Debería yo de ser un ingenuo para hacer tal cosa, ¡y no lo soy, y tampoco puedo serlo! Así que los invito para que sigan robando, como lo han hecho gracias a mi persona.
¿CORRUPCIÓN A GRAN ESCALA? ¡NO! ¡CORRUPCIÓN A ESCALA HORMIGA!
ANTHONY SMART
Julio/04/2017
Muna, Yucatán, México.