Francisco Gómez Maza
• La revolución se planea en un lujurioso depa en Miami
• Es la parte más romántica de la izquierda, diría aquél
En México, tomando en cuenta de que la política es un negocio más en la vida económica y empresarial, es imposible que los políticos de uno y otro bando actúen con la congruencia que la doctrina y los principios de su partido les exigen por cuestiones deontológicas.
Acá, en las tierras de la corrupción y la impunidad (qué pena decirlo), la congruencia importa un comino. Es el cinismo el que se ha apoderado de la conciencia de la clase política. Si te acusan de corrupto porque eres corrupto tú te mueres de risa porque la corrupción es parte de tu moral, de tus usos y costumbres.
Así que ningún político sea de derecha, sea priista, o sea de izquierda se sonroja cuando le sacan sus trapitos al sol. Hemos llegado a ser cínicos.
El uno “compra” una casita de seis o siete millones de dólares; el otro tiene el dinero suficiente para que su familia viva en Atlanta y él vaya a verla cada fin de semana; la otra dispone de un apartamiento de lujo en Miami, y se autocalifica de izquierda.
Y los periodistas los denuncian a cada rato y estos denunciados se mueren de risa. No está mal que la izquierdosa invierta un millón de dólares en su departamentito; no está mal que el otro tenga a su familia viviendo del otro lado; no está mal que, cuando se retire, el otro vuelva a su casita de 80 millones que un buen amigo negociante se la regaló, como aquel arquitecto que compraba un auto de lujo para regalárselo al alcalde del pueblito a cambio de que le asignara la pavimentación de la única calle de la cabecera municipal. Eso es lo correcto: la corrupción.
Lo demás son tonterías. Eres un torpe si no te corrompes, El chiste es obtener dinero, dinero y dinero, que con dinero hasta los perros bailan y se amarran con longaniza.
No podemos pues hablar de congruencia entre lo que se dice y lo que se hace, entre la teoría y la práctica, entre la doctrina y los principios y la praxis. Yo tengo mi depa en Miami y que los demás arreen con la vida jodida, con el sueldo de $3,000.00 que me pagan el Oxo, por diez horas de chamba, o de seis mil por atender al público en una oficina gubernamental dedicada al “apoyo” de los viejitos.
Estoy hablando de los incongruentes. El de la derecha es totalmente congruente. Vive según los principios del capitalismo. El incongruente es aquel que declara trabajar por el pueblo pobre y vive de rico, como el sociólogo que se enriquece estudiando la pobreza. Si yo soy dirigente de un partido que se dice de izquierda, que de izquierda tiene lo que yo de yijadista o de marciano, pues debo vivir con la modestia de mis correligionarios. El dinero del presupuesto que recibe el partido del Instituto Nacional Electoral es para las actividades del gremio en favor de la membresía pobre.
Estoy encabezando la “revolución democrática” y lo menos que tengo que hacer es destinar todos los recursos posibles, hasta los míos propios, a esa tarea. Cuánto ganaré como presidente del Comité del partido, cuando ganaré de senador, cuando ganaré como presidente de una, dos o tres comisiones legislativas. Harto dinero. Tanto que me da para comprarme un apartamiento frente al mar en la Florida.
Pero estas reflexiones no pasan de eso. Sólo de reflexiones de un periodista que no entiende que las clases políticas tienen que vestir de seda, comprarse zapatillas de lujo, bolsos de primera, aunque a las mujeres miembros del partido no les alcance el dinerito ni para comprarse calzones.