Javier Peñalosa Castro
Durante las últimas semanas hemos sido bombardeados por las declaraciones de Aurelio, El Niño Nuño, quien opina con suficiencia —y sin mayores bases— sobre educación, lo cual resulta lamentable porque aunque es ésta su responsabilidad, cotidianamente nos sorprende con muestras de humorismo involuntario y pareciera que cree que los mexicanos comulgamos con ruedas de molino, pues lo mismo ofrece que seremos potencia en materia educativa… dentro de 20 años que presume que los cacareados planes y programas de estudio de la “Reforma educativa” comenzarían a aplicarse dentro de poco más de un año… por supuesto, después de que se conozca el nombre del próximo presidente de la República, y que sus resultados se verán dos décadas después.
A estas convenientes ofertas, en cuyo cumplimiento nada tendrá que ver, El Niño que manda en el edificio de las calles de Argentina y González Obregón añade la de que, también en 20 años, todos los mexicanos seremos bilingües. Por supuesto, su sueño guajiro es que todos hablemos inglés, en lugar de revisar las necesidades de México para la enseñanza de las lenguas de nuestros pueblos originarios y, de manera complementaria, pero central, el español.
Sin duda sería una excelente idea que en las escuelas se ofrecieran clases para aprender al menos una de las lenguas que más se hablan en nuestro país (náhuatl, zapoteco, alguna de las variantes del maya y un largo etcétera); pero no, la idea es que en 20 años cada uno de nosotros hable inglés, con lo que, según El Niño Nuño, nuestros salarios aumentarán al menos en 50 por ciento y, como por ensalmo, aumentarían las competencias de nuestros estudiantes.
La surrealista propuesta de formar maestros de inglés en las normales del país, en lugar de capacitar a los maestros en las materias básicas que sirven de base para evaluar a los estudiantes de países miembros de la OCDE, que son la lengua nacional y las matemáticas, y en las que tan mal evaluados salen nuestros estudiantes, pinta de cuerpo entero a este personaje, al que le han calentado la cabeza de manera inmisericorde para hacerle creer que él es el “caballo negro” de Peña Nieto para el 2018.
Ni valedor ni valido se cansan de repetir que, de todas las “Reformas estructurales” decretadas por el régimen actual, la educativa es la más importante. Y en verdad resulta difícil de creerles, porque poco o nada se ha hecho en esta materia, más allá de las cuestionadas y costosas “evaluaciones” a las que forzaron a los miembros del magisterio nacional, y de los interminables ofrecimientos de que habrá una transformación profunda… que se encargará de poner en marcha quien sustituya al Niño el año próximo.
Lamentablemente, textoservidores y corifeos que medran al amparo de la picaresca política nacional se han dado a la tarea de aplicar el cultivo yucateco a Nuño, quien cada vez con mayor frecuencia se desplaza en los escenarios con ínfulas de presidente y que, en el ámbito kafkiano en el que vivimos, parece estar en la terna de la que Peña seleccionará al próximo candidato del PRI a la Presidencia, y que seguramente el grupo Atlacomulco espera coronar.
En cualquier otra circunstancia, Nuño sería inelegible por su falta de oficio político, por ser un personaje anticlimático, por su falta de presencia física, y por sus prácticamente nulas credenciales como militante del PRI, como candidato a puestos de elección popular y como figura carismática.
Sin embargo, luego de que en el Estado de México se consumara la imposición del candidato surgido del capricho presidencial por sobre cualquier otra consideración, lamentablemente es posible esperar una reedición para “la grande”.
Sin embargo, las condiciones en que se dará la contienda presidencial serán muy diferentes, pues los ojos del mundo estarán puestos aquí y, por más que algún aspirante de este tipo cuente con todo el respaldo económico de los Duartes, Borges, Moreiras, Yarringtons y los que se acumulen esta semana, así como con la obsecuencia del árbitro electoral, se enfrentará a candidatos mucho más “corridos” que el imberbe prospecto que hemos mencionado.
No hablemos ya de López Obrador, que le daría “tres vueltas” al Niño Nuño. Ni siquiera puede vérsele como un contrincante a la altura de la panista Margarita Hillary Zavala o de su homólogo, El Niño Ricardo Anaya,ni de un Miguel Ángel Mancera, postulado por el PRD.
También hay que tomar en cuenta que nada tendrá para lucir como credenciales para ganar simpatías, y que deberá contentarse con la continua exposición mediática que le posibilita el puesto y con las muestras de respaldo de su valedor Peña Nieto, que a estas alturas del sexenio podrían convertirse más en una pesada losa que en una fuente de atractivo para los votantes.
Hago votos sinceramente porque la creciente promoción y respaldo de mercadotecnia política que ha recibido Nuño de mercaderes de la pluma y aduladores profesionales no sean más que expresiones de servilismo a las que están acostumbrados estos personajes en aras de perpetuar el flujo de prebendas y canonjías.
Sin duda, la caballada del PRI está famélica, pero no puede ser serio que nos vendan al Niño Nuño como opción. Ante tal supuesto, no puede uno dejar de recordar aquel demoledor eslogan que en buena medida acabó con las aspiraciones políticas de Roberto Madrazo, y que resulta perfectamente aplicable en nuestros días: ¿Tú le crees al Niño Nuño?
¡Yo tampoco!