* Así como los tecnócratas traicionaron al PRI, lo desestructuraron ideológicamente y ahora sólo se sirven de sus siglas como tarjeta de presentación, los neopanistas que se adueñaron de la alternancia destruyeron a su partido, hasta convertirlo en un nido de entrepreneurs
Gregorio Ortega Molina
Los niveles de formación política, de fortaleza en su estructura ideológica y de conocimiento de la historia patria en Alejandra Barrales y Ricardo Anaya, quedaron al descubierto durante la presentación que cada cual hace de la urgencia de un frente amplio.
Para ambos la necesidad política y ramplona consiste en sacar al PRI de Los Pinos, como si lograrlo resolviera, por ensalmo, los enormes problemas que padecemos todos les mexicanos, si consideramos que al compartir el espacio de la república para convivir, somos víctimas del modelo de gobierno y de desarrollo económico y social que los propicia y favorece en su profundización, además de convertirlos en de casi imposible solución, salvo a través de la reforma total del Estado, que ya se tardó en llegar.
Los beneficiarios directos del modelito originado con la venta de garaje iniciada con la renovación moral en 1982, están de plácemes porque durante siete lustros lograron sustituir, con cierto éxito, el priato por el mirreynato. En su soberbia están seguros de que sus víctimas -120 millones de mexicanos, si usamos la última cifra del censo poblacional publicitada- soportarán otros 35 años, porque el horizonte que debiera descubrirnos líderes u organizaciones capaces de encausar el cambio y la recreación de un proyecto nacional, es un páramo.
Nuestros gobernantes se hacen como que la Virgen les habla, pues saben, a ciencia y paciencia, que en el casi desierto, entre las hojas secas y el polvo que las mueve en remolinos, una chispa más de violencia, de desaparecidos, de abusos a migrantes, de trata, de fosas clandestinas, causará un incendio de devastadoras proporciones, en el que su proyecto de reingeniería social arderá hasta consumirlo todo, incluso a la República y lo que nació y se desarrolló con ella, hoy casi desaparecido.
Naturalmente puede evitarse, no con arreglos electorales que nada tienen que ver con el reordenamiento que México necesita, pero sí con dos dedos de frente para conceptuar y proponer la reforma del Estado, que ha de empezar por reconocer, a voz en cuello, que la alternancia resultó una pérdida de tiempo y distó mucho de la necesaria transición.
Así como los tecnócratas traicionaron al PRI, lo desestructuraron ideológicamente y ahora sólo se sirven de sus siglas como tarjeta de presentación, los neopanistas que se adueñaron de la alternancia destruyeron a su partido, hasta convertirlo en un nido de entrepreneurs, como lo demuestra el pingüe negocio que hicieron con la herencia de Gabriel Ramos Millán, apóstol del maíz, y priista como pocos.
Hasta el momento la única convocatoria a proponer soluciones inteligentes y la reforma del Estado, fue presentada por Cuauhtémoc Cárdenas en el documento del grupo Por México, hoy. Lo demás son rencillas por el poder que únicamente favorecen al mirreynato despiadado que gobierna.
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