Por Aurelio Contreras Moreno
Durante el sexenio de Javier Duarte de Ochoa y particularmente en un principio, en su periodo de mayor poder, los pocos periodistas que ejercían la crítica a las acciones de su gobierno eran tachados de “atacar” a Veracruz. Casi casi de ser una especie de “traidores” al estado.
En reiteradas ocasiones, Javier Duarte pidió a los medios “hablar bien de Veracruz”, lo que en realidad significaba que dejaran de señalar la violencia que se desbordaba y el quebranto financiero en el que su desastrosa administración hundió a la entidad.
A cambio de jugosos convenios publicitarios, varios medios aceptaron ceñirse a la versión de “duartilandia” que se quería dar de Veracruz, ocultando hasta donde les era posible la desgracia que crecía como una bola de nieve que terminó convertida en un alud que arrasó con todo, incluida su credibilidad.
A costa de su seguridad, de su estabilidad económica y familiar, e incluso de sus propias vidas, otros periodistas se negaron a callar lo que en realidad sucedía en el estado y continuaron desempeñando su labor como debían hacerlo, en espacios cada vez más acotados por la presión ejercida desde la Coordinación de Comunicación Social estatal, tanto durante la gestión de Gina Domínguez Colío como en los dos periodos en los que estuvo al frente Alberto Silva Ramos.
El tiempo dio la razón a quienes no aceptaron intentar engañar a sus lectores y audiencias. El nefasto gobierno de Javier Duarte quedó finalmente exhibido en toda su podredumbre, pero solamente hasta el final de ese periodo la mayoría de los medios, locales y de la Ciudad de México, “se dieron cuenta” de un infierno que duró seis años y que provocó miles de muertes de veracruzanos, entre éstas las de 19 periodistas.
Durante su campaña y antes de tomar posesión como gobernador de Veracruz, Miguel Ángel Yunes Linares se comprometió reiteradamente a respetar la libertad de expresión y a los periodistas. Sin embargo, su discurso rápidamente se ha ido endureciendo y cada vez se parece más al de su antecesor Javier Duarte de Ochoa.
Ante los señalamientos por la falta de resultados en materia de seguridad y la oleada de violencia desatada de norte a sur de la entidad, este miércoles el gobernador Yunes Linares se quejó de que “todos los días la crítica, todos los días el señalamiento grosero, todos los días el señalamiento de que hay ineficiencia y de que no se puede. Pero jamás el reconocimiento de que estamos dando la vida para que Veracruz cambie”.
También reprochó que “es mucho más sencillo destruir con un comentario, con una expresión, con una pluma lo que hacemos las instituciones públicas en beneficio de la seguridad. Es muy sencillo tomar una computadora y escribir, o subir a la red un comentario negativo en contra de la policía, es mucho más sencillo eso que tomar un arma, tomar un radio, subirse a una patrulla, irse a la carretera”.
El gobernador Yunes Linares parece olvidar que la crítica mediática, la constructiva y hasta la malintencionada, deben servir a la función pública para mejorar, para enmendar errores, para corregir desviaciones. La función de los medios no es lanzar loas a los servidores públicos que no le hacen ningún favor a la sociedad, pues lo que hagan bien es simplemente su responsabilidad.
Para eso están.
También parece perder de vista el mandatario que si logró acceder al poder en Veracruz fue, en buena parte, por las críticas de ese pequeño sector mediático que no dejó de señalar las tropelías de su antecesor que, valga decirlo, también juraba que amaba al estado y daba la vida por el mismo.
Veracruz no está para retrocesos autoritarios. Menos uno que implique represión y censura a la libertad de expresión. Los servidores públicos deben cumplir con su trabajo, pues nadie los obligó a tomarlo. Los periodistas, también. Como sociedad, no podemos dar marcha atrás, por la misma ruta de la intolerancia del pasado.
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