DIARIO DE ANTHONY
2:10 p.m. “Después de las desastrosas administraciones de Echeverría y López Portillo, en ningún otro país del mundo el PRI habría podido aspirar a “ganar” las siguientes elecciones. Sólo en México sr puede dar el fenómeno inexplicable de que a pesar de sus notarios descalabros, logre mantenerse en el poder” (Texto tomado del libro “La silla embrujada”, de Carlos Elizondo).
Al leer las palabras de éste libro, nuevamente volví a comprobar que los mexic-anos eran unos completos imbéciles. Y no estoy generalizando, que quede claro. Pero es sólo que no logro entenderlo.
En un país tan estúpido como éste… ¿Qué es lo que yo había hecho para…? ¡Para qué! ¿Para cambiarlo? Sí, ¡cómo no! Su autor lo ha dicho, y yo también siempre lo dije, que éste chingado país era un fenómeno muy difícil de creer, y más de explicar.
Un montón de veces le atribuí “mi locura” al maldito hecho de ser un chingado mexicano. Al no tener identidad, ¡cielos!, me sentía “embrujado”. Todo lo que yo hacía era vagar, de aquí para allá, pero sin poder saber qué es o qué era lo que me sucedía. Había tanto pero tanto dolor en mí, que solamente no podía darme cuenta de nada, mucho menos me lo podía explicar.
Éste maldito país era igualito a mí. En él sucedían cosas que nadie más notaba, porque todos o la mayoría de sus habitantes estaban enfermos o hechizados, sí. Y yo, al darme cuenta de todo lo que acontecía aquí, no hacía más sino sufrir. Sufría como un maldito idiota por todos los males que se daban dentro de éste inmundo país de nombre “México”.
Ahora, después de tanto infierno, puedo decir sentirme un poquito mejor. Al medio día, ¡milagro!, después de estar en otra dimensión, por fin logré aterrizar un poco. Al salir de ese lugar, me soné las fosas nasales y, ¡adivinaste!, y me las desobstruí así. ¡No pude creerlo porque no me lo esperaba! Hacía días que no expulsaba los mocos como éstos.
Una vez una imbécil -otra vez te lo estoy repitiendo- me dijo que por qué siempre escribía lo mismo, que por qué siempre decía: “Hoy me desperté y expulsé mocos…” Ahora está de más tratar de explicar lo que significaba cada poco de moco. Por el otro lado sé que los mocos no se tenían toda la culpa de mis dolores.
Mis dolores eran físicos, emocionales, y también psíquicos. Y no los podía separar unos de los otros, ¡cielos! No sé qué decir. Al recordar que los mocos eran los que me ocasionaban presión y locura, pesadez y nerviosismo… Todo este tiempo, ¡durante CINCO AÑOS! Ahora no puedo entender cómo es que le hice para aguantarlo.
Locura tras locura. Yo no podía ni parpadear. Y luego, al ver lo infernal que era éste país… ¡¿Ves lo que trato de decirte?! Poco a poquito, pedazo por pedazo. Cuando empecé con mi tratamiento, yo, solamente me pregunté: ¿Pero por dónde saldrá el dolor, si no tengo ninguna salida?
Todo mi cuerpo estaba dañado, ¡descompuesto! No había en él pedazo libre por el cual sacar al maldito dolor. Entonces, después de varios días de haber empezado a expulsar esos mocos gruesos y pegajosos, un día sentí cómo debajo del ojo derecho se hacía como un hueco. ¡Sentirlo fue algo sensacional! Porque por primera vez ENTENDÍ lo que me sucedía, lo que le sucedía a mi cuerpo… ¡la sensibilidad y el aire le habían empezado a llegar…! Hasta que llegó un día en el que me cansé de todo esto, ¡de expulsar mocos para luego abrir mi libreta y “registrarlo”!
No sé qué hacer, ni cómo olvidarlo… Pensar que estaba yo loco porque había nacido en un país idiota… Hoy volví a expulsar mocos, después de varios días de estar muy adolorido… ¿Y qué siento y qué se siente? Creo que nada.
Mi cara duele un poco menos, mis ojos, mi frente; ¡todo! Mi respiración es un poco más fácil… Veo a México y sólo trato de no volver a desquiciarme. Porque ahora lo sé todo ya. No estoy loco, solamente… me sucedió algo pequeñito, algo así como… ¡Vamos, Anthony; ya no lo digas más!
Mi cabeza y mi cara se me siguen desinflamando y desentumiendo. Después de tantos años de infierno, hoy puedo decir que… ¿que voy a estar bien? Ay, ¡maldita sea! ¡Cuántas veces no vine para decir lo mismo! El dolor me había mentido un montón de veces…
México, Comála… ¡ya no te odio ni te detesto! Hoy quiero decirte que tus problemas ya no me interesan. Guárdate a toda tu gente imbécil, que yo, más o menos, ya me he librado.
Estuve loco, muy loco, y todo gracias a… tú ya lo sabes.
Con cariño, Anthony Smart
Agosto/04/2017 2:50 p.m.