* Andan sueltos por las calles de la ciudad, pero se ocultan en sus hogares, conviven con madres, hijas, sobrinas, tías, mujeres a las cuales, en su desesperación, convierten en víctimas perfectas, porque están a la mano y son mudas
Gregorio Ortega Molina
¿De cuántas maneras han adjetivado a esta ciudad? ¿De la esperanza? ¿De los palacios? ¿Ciudad segura?
El caso es que ahora muestra su verdadero rostro, tan indescifrable como el tejido social que habita -con todas sus necesidades y sus pulsiones, satisfechas o no- en la zona conurbada más grande del mundo. Los presidentes de las municipalidades colindantes a la CdMx y su gobernador se ven obligados a hacer malabares, con el propósito de evitar que aparezcan al público las consecuencias de un hacinamiento de tal magnitud, con los errores urbanos, las deficiencias en los servicios, la ausencia de autoridad de procuración de justicia en muchos de los lugares donde el crimen es el que manda.
¿Ciudad de la esperanza; ciudad segura? Leamos lo que nos muestra un cuidadoso reportaje de El Universal: “El subregistro y la omisión de las fiscalías son los dos elementos principales que mantienen en la sombra la verdadera cifra de delitos sexuales. De 2013 a 2016 se abrieron 10 mil 58 carpetas por alguna agresión de este tipo. Todos los días siete mujeres son atacadas sexualmente en alguna de las calles de la CdMx. En este periodo la estadística no ha logrado disminuir.
“En una de cada cuatro de estas averiguaciones está registrada la violación de una capitalina. Una estadística de dos mil 366 violaciones de 2013 a 2016. Cada año, 592 mujeres, en promedio, pasaron por el tortuoso camino de presentar una denuncia por este delito. Las delegaciones Cuauhtémoc, Milpa Alta, Xochimilco, Tláhuac e Iztapalapa tienen las tasas más altas. En promedio, 67 mujeres de cada 100 mil que viven en estas demarcaciones, fueron violadas en esos años.
“El 2015 fue el más crítico. Las cifras oficiales reportaron la violación de 711 féminas. Especialistas aseguran que la estadística se queda corta en comparación de la realidad. De cada cinco violaciones, sólo una se denuncia, asegura la organización Semáforo Delictivo.
“El trato que las autoridades les dan a las víctimas es lo que ha contribuido más a esta cifra negra”.
Como de costumbre, el problema reside en lo que se calla, lo que no se denuncia, lo que por vergüenza o deficiencias educativas se omite, o lo que por amenazas intrafamiliares se cubre y/o solapa. ¿Cuántas madres no quieren ver lo que alguno de sus familiares hace con sus hijas? O si lo ven y lo sufren, lo silencian por mantener la imagen de una supuesta unidad familiar.
Lo saben los investigadores de los crímenes sexuales: los depredadores andan sueltos por las calles de la ciudad, pero se ocultan en sus hogares, conviven con madres, hijas, sobrinas, tías, mujeres a las cuales, en su desesperación, convierten en víctimas perfectas, porque están a la mano y saben permanecer mudas.
www.gregorioortega.blog