Jorge A. Barrientos
Muchas son las versiones acerca de la batalla conocida como del “Álamo” que se llevó a cabo en 1836 entre el ejército Mexicano contra un grupo de milicianos norteamericanos texanos, quienes habian sido naturalizados mexicanos pues el área aún pertenecía a México,
Terminando todo en la batalla de San Jacinto en la que Sam Houston se llenó de gloria para el ejército estadounidense derrotando, y tomando prisionero, a un displicente y confiado Santa Anna quién como prisionero firmó el tratado de Velasco que daba de facto la independencia de Texas.
No me voy a meter con aquello de que ese territorio debería ser nuestro y demás historias con las que se desgarran las camisas los máximos chauvinistas, pues siempre he pensado que si no podemos con lo que tenemos de país para qué demonios queremos más. Será que para tener más pobres y enviarlos a trabajar de mojados, a lo que sería un menor territorio norteamericano.
De eso más de 180 años ya y en estos días el ejército mexicano volverá a dar otra batalla en Texas, está vez para auxiliar a los damnificados del huracán Harvey desplegando su ya mundialmente famoso DN-III, dando así una cachetada con guante blanco al ignorante presidente Norteamericano que despacha aún en la casa Blanca, de Washington, no de las lomas, quien no se cansa de hablar mal de los mexicanos.
Si no sucede otra cosa, pues el pato Donald es capaz de cancelar el paso del ejército, con eso de que todo bloquea, el ejército mexicano ayudará a un estado al cual, en los primeros días de la tragedia ni volteaba a ver, probablemente no le convenía por aquello de que contradice su afirmación de que el cambio climático es un mito, el ejército mexicano auxiliando igual que sucedió cuando pasó Katrina por Nueva Orleans.
En las tragedias se ven a los amigos.
Y a los extraterrestres, primero investiguen después opinan.