* ¿Qué mexicano de fama pública, simpatizante o adherente, tiene las espaldas tan anchas como Atlas, para cargar sobre el lomo el desprestigio de la partidocracia, sin ver dobladas sus rodillas y su prestigio por el peso de la corrupción y la impunidad?
Gregorio Ortega Molina
Pasado el enorme festín mediático producto de los resultados de la Asamblea del PRI, es necesaria una revisión del origen y las consecuencias de dos decisiones que pueden convertirse en la cripta de la organización fundada por Luis L. León y Plutarco Elías Calles.
¿Es cierto que la eliminación de los candados a los candidatos fortalece al presidencialismo? ¿Regresa la época dorada del dedazo? Abrir la candidatura presidencial a simpatizantes, adherentes o personas de fama pública, ¿es símbolo de fortaleza, o de debilidad? ¿Tomaron en cuenta la opinión y actitud de los militantes y teóricos de la ideología priista?
La endogamia, en toda organización, es perjudicial. Deforma el presente y pudre el destino. Quienes fundaron el Partido Nacional Revolucionario, convertido en Partido de la Revolución Mexicanos, transformado finalmente en lo que fue el PRI, lo sabían, por ello su instituto político fue siempre incluyente, tanto que permitió que los tecnócratas se adueñaran de la organización, y sacaron, a patadas y avergonzados a la vez -por el hálito de traición-, a las diversas corrientes internas que buscaron conservar la función original para la que fue creado: preservación, promoción y desarrollo del proyecto de nación surgido de la desaparecida idea de Revolución Mexicana. Este y el programa del PRI murieron sin exequias.
Es tal el rencor sembrado por los tecnócratas y arribistas, que todavía no reinstalan el retrato de Porfirio Muñoz Ledo entre las imágenes de los presidentes del CEN. Lo fue, y sirvió a su partido.
Desaparecer los candados -que fueron una previsión ideológica, hoy innecesaria- es un terrible y negro símbolo de debilidad para el PRI, que es reflejo de la descomposición moral y ética del gobierno, cuyos integrantes -al menos la mayoría de los miembros de los Tres Poderes- buscan, a como dé lugar, una prolongación del contrato de impunidad, pues de otra manera no podrán consolidarse esas reformas estructurales llamadas a darle aliento de vida al diseño y la impostura de un proyecto de nación para integrar México y a los mexicanos a EEUU.
Me pregunto, entonces, ¿qué mexicano de fama pública, simpatizante o adherente, tiene las espaldas tan anchas como Atlas, para cargar sobre el lomo el desprestigio de la partidocracia, sin ver dobladas sus rodillas y su prestigio, por el peso de la corrupción y la impunidad?
Usted, lector, ¿propone nombres? ¿Simpatiza con algún mexicano capaz de elevar las aspiraciones de la patria y modificar el comportamiento de los políticos mientras se desempeñan en los cargos a los que aspiran? ¿Conoce, lector, a un aspirante al poder presidencial, con la fuerza ética y moral para limpiar los establos de Augías?
Considero que al borrar los candados, se fortalece el proyecto de los que mangonean al PRI por encima de los militantes, porque es distinto al de la simple apertura para satisfacer la necesidad de encontrar a un hombre de fama pública, que mantenga al partido en la residencia fiscal de Los Pinos, y prolongue el contrato de impunidad. Lo veremos mañana.
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