Por Aurelio Contreras Moreno
La tarde-noche de este miércoles, Xalapa, la capital del estado de Veracruz, sufrió horas de zozobra, miedo y franco terror ante una escalada de sangrienta violencia que cada vez se vuelve más usual en todas las ciudades de la entidad.
Al menos cuatro personas fueron asesinadas en el transcurso de esas horas. En pleno centro de la ciudad, en la calle Rafael Lucio, un conocido operador y “porro” priista, Antonio Mota Pérez, alias “El Cucharas”, fue baleado junto con otro sujeto identificado como Guillermo Donn. Aunque herido, este último logró escapar de los asesinos, pero el primero murió ahí mismo.
Horas más tarde, tres cuerpos decapitados, dos hombres y una mujer envueltos en bolsas negras, fueron arrojados en otra céntrica avenida xalapeña, la Rafael Murillo Vidal, no muy lejos de donde se registró el otro crimen del día.
En este caso, la escena fue por demás grotesca. Las cabezas de los tres asesinados fueron colocadas fuera de las bolsas, acomodadas en sombreros de palma alusivos a la celebración del grito de Independencia, y con unas escobas a su lado.
A partir de la divulgación por Internet de la espeluznante imagen, se desató la psicosis entre los habitantes de la ciudad. Muchos tomaron esto como una amenaza para la población y una advertencia para las autoridades, previa a la ceremonia del “grito” de este 15 de septiembre, la primera del actual gobierno estatal.
Al mar de rumores y especulaciones, se sumó la operación directa, burda y evidente del miedo por los interesados en alentarlo. Ya por la noche, circularon en redes sociales y mensajes de Whatsapp audios con supuestos reportes de taxistas avisando de situaciones de riesgo, a través de las claves que usualmente utilizan, en plazas comerciales y populosas avenidas, por la presencia de comandos armados. Reportes que resultaron ser falsos, pero cumplieron con su cometido: aterrorizar, sembrar pánico y alejar a la gente de las calles.
Esta violencia no es fortuita. Ni gratuita. Se enmarca dentro de la lucha de los grupos criminales que se disputan el control de las principales plazas del estado de Veracruz. Pero también tiene como contexto el enfrentamiento a muerte entre los bandos políticos que se pelean el poder en la entidad desde hace por lo menos 20 años.
Mientras “El Cucharas” era ejecutado en el centro de Xalapa, la Fiscalía General del Estado entregaba una notificación en un domicilio que, al menos durante su sexenio, era la residencia particular en la capital veracruzana del ex gobernador Fidel Herrera Beltrán, quien está indiciado por el gobierno de Miguel Ángel Yunes Linares como probable responsable por la compra y ministración de medicamentos clonados para pacientes con cáncer durante su administración y que, por ese motivo, fue citado a declarar ante el Ministerio Público. Todo, en un mismo día.
La estrategia del miedo cumple con varios objetivos: logra la desestabilización política en momentos de debilidad institucional, aterroriza a la población y arma un escenario ideal para mantener la confrontación entre los grupos que se intentan arrebatar parcelas de poder, de todo tipo.
En medio de todo ello, la población de Xalapa expresó por diferentes medios su condena a la violencia y su negativa a ser rehén de los delincuentes, tanto de los que portan y accionan las armas, como de los que les dan las órdenes desde el poder, público o fáctico.
Los xalapeños, y los veracruzanos en general, decimos no a ser secuestrados en nuestras propias ciudades. No a que nos impidan caminar con tranquilidad por nuestras calles. No a que nos encierren en nuestras casas. No a que perturben nuestras vidas. No a la violencia que provoca luto. No al miedo que causa desesperación y desesperanza. No más.
Que les quede claro.
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