Francisco Gómez Maza
• Con la justicia cómplice
• Cuidado: los machos alfa
Lo terrible es que acontecimientos tan dramáticos, y tan condenables, como el asesinato de Mara (19), y toda la mediática en torno, así como la manifestación callejera del domingo, en la que hubo de todo, hasta agresiones al colega periodista de la revista Proceso, Jenaro Villamil Rodríguez, son usados por los publicistas y comunicadores gubernamentales como distractores.
A ellos, a los voceros del gobierno, les importa un pito el asesinato de mujeres – El de Mara es uno más. Al fin, parece que su asesino está ya detenido, ¿será? -, pero sí los usan para que la gente no piense en que la corrupción, la impunidad, la simulación, el cinismo son las formas de gobierno del asesinato cotidiano del mexicano pobre, miserable e indigente, que es la mayor parte de la población, y que es muerto por enfermedades curables, enfermedades graves para las que no hay dinero para curar, y por la enfermedad más terrible de todas, el hambre.
Y tengo que decirlo. Detrás de cada secuestro, levantón, desaparición, asesinato, feminicidio impera el absoluto desinterés de los procuradores y dispensadores de justicia. Detrás de cada uno de estos males se esconde algo verdaderamente espantoso: la impunidad. Somos un país en donde se enseñorea la impunidad y por tanto la simulación, el descaro, el cinismo. La justicia es para los pobres. Los que tienen dinero la compran a buen precio. Las cárceles están repletas de gente inocente, a pesar de la reforma penal tan cacareada por el gobierno y los ministerios públicos y los jueces.
Con todo, aberraciones con el feminicidio dan qué pensar a varones y mujeres que viven en estado consciente. Quienes pasan la vida sin ton ni son; que viven y reaccionan (no responden porque responder implica responsabilidad) como animalitos, ni sudan ni se acongojan. Ah, que asesinaron a una niña. Y bueno. Es normal, ¿no? Ella se lo buscó. Quien no quiera ver visiones que no ande de noche. Ésta es la lógica de los machos, de las machas, y ahora de los llamados machos alfa, una especie de brutos ante quienes las hienas son pura dulzura.
En este contexto, tiene razón la maestra Denise Dresser, académica, politóloga y escritora mexicana, profesora del Instituto Tecnológico Autónomo de México, columnista de la revista Proceso y articulista del diario Reforma. Y precisamente en su artículo titulado Mara, en el periódico de la familia Junto, escribió la neta: “Ser mujer en México es estar desnuda ante los elementos. Vivir con miedo permanente ante la posibilidad del puño alzado, el cuchillo punzante, la mano que estrangula, el pene que viola. La desnudez perenne, porque la ley no te protege; los jueces no te creen; la sociedad no te arropa. El sistema vuelve a tu cuerpo algo que se puede romper.
Y así veo yo a la mayoría de las mujeres. Seres cristal, lámparas que se hacen polvo con una pedrada. La desnudez perenne porque la ley no las protege. Son pocas las mujeres poderosas, las mujeres guerreras, las que saben defenderse, incluso con los puños, las que saben usar un arma para cuidar su vida. Las guerreras, como ellas mismas se califican.
Y son muchos, millones, los machos y los machos alfa crecen como la espuma, haciendo y deshaciendo no sólo la honra femenina, sino destazando cuerpos femeninos. La causa, o una de las causas, es la mala educación, y no la que se da en las escuelas públicas y privadas, que esa no es educación sino pésima instrucción, sino la “educación” que se da en la casa paterna.
Y la educación que proporciona la clase política y la plutocracia. El poder judicial no hace justicia. La casa de la justicia generalmente es la casa de la injusticia. Y los seres dia-bólicos (aquéllos sin voluntad, con mala voluntad, o de supina ignorancia, ignorancia que enferma del coco) se engallan.
“A mí mis timbres. Puedo hacer lo que quiera contigo, mujer del demonio. Así las cosas, la mujer seguirá naciendo con el cuerpo rompible…
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