* Ernesto Cordero, costalito envuelto en media de seda, aspira a tener el control absoluto de las prerrogativas políticas, contantes y sonantes, que corresponden a la bancada de Acción Nacional en el Senado de la República, porque ese dinero es poder, y ese poder puede ponerlo al servicio de su patrocinador, con el propósito de que Margarita Zavala alcance la nominación
Gregorio Ortega Molina
Lectores de diverso signo político no están de acuerdo en la manera en que establecí una analogía entre el comportamiento de Francisco José Paoli y el de Ricardo Anaya Cortés. “Paoli es Ernesto Cordero”, me aseguran.
Si Paoli se comportó como yes man sin pensar en la humillación personal y daño causado a México, habrá que añadir su falta de imaginación. Argumentar que le andaba del uno y por ello no estuvo en una votación crucial, sólo significa siempre fue un militante panista dispuesto a decir sí a todo.
Por el contrario, Ernesto Cordero es de iniciativas y considera que merece todo, ¿no fue secretario de Hacienda y Crédito Público? Se atreve a transmitir ideas, por peregrinas que sean, y está dispuesto a proponer acuerdos políticos en los que la corrupción ideológica y la atracción pecuniaria son la menor molestia, porque para él lo importante es lograr lo que en su obstinación se ha propuesto y cree justo.
Lo que desconcierta de Ernesto Cordero es su similitud a lo esférico, por cualquier lado que se le observa es igual, lo mismo que sus iniciativas.
Su comportamiento político me hace evocar la pausada lectura de la biografía de Carlos Mauricio Talleyrand, especialmente ese pasaje, largo pasaje en que Napoleón, emperador, lo reprende:
“Es usted un ladrón, un cobarde, un hombre sin fe. Usted no cree en Dios, ha faltado en su vida a todos sus deberes, ha engañado y traicionado a todo el mundo y vendería a su padre. Le he colmado de bienes y es usted capaz de todo contra mí… ¿Qué quiere, qué espera usted? Atrévase a decirlo. Merece usted que lo quiebre como a un cristal, y puedo hacerlo; pero lo desprecio demasiado para tomarme ese trabajo. ¿Por qué no he mandado que le colgaran en la verja del Carrousel? Pero todavía es tiempo. Usted no es más que m… en una media de seda”.
Ernesto Cordero, costalito envuelto en media de seda, aspira a tener el control absoluto de las prerrogativas políticas, contantes y sonantes, que corresponden a la bancada de Acción Nacional en el Senado de la República, porque ese dinero es poder, y ese poder puede ponerlo al servicio de su patrocinador, con el propósito de que Margarita Zavala alcance la nominación.
Lo que desconocen sus patrocinadores, es que el que traiciona una vez lo hace siempre y con método. Hoy está dispuesto a comportarse como Talleyrand con Napoleón. Dejarlo que se hunda sin siquiera tenderle la mano para que respire un segundo más.
Y luego mal hablan de los políticos priistas y su escuela, de AMLO y sus caprichos, de los perredistas y su corrupción, si en el PAN no cantan mal las rancheras.
Las consecuencias del sismo reciente contribuirán a exhibirlos todavía más.
Sobre corrupción inmobiliaria en CDMX opina un lector: se advierte en las crónicas de la televisión que los edificios o construcciones derruidos por el sismo, están junto a otros que no sufrieron daños. Quiere decir que los afectados estaban mal construidos, no cumplían con los requisitos de protección civil, o estaban muy deteriorados, algunos eran nuevos, apenas se habían ocupado. ¿Por qué no se han caído El Palacio de Minería, Correos, tantos otros edificios históricos?, porque están bien construidos.
Ya algún columnista hizo una crónica de que con el sismo afloró la corrupción.
Se puede sugerir que la Ciudad legisle normas muy rígidas que involucren a los constructores y los servidores públicos que tiene que autorizar las obras y construcciones para que, previo a la venta de inmuebles, la autoridad certifique que se cumplieron con todos los requisitos de la construcción y el notario público inserte en el contrato de compra venta que la autoridad, con nombre y apellido, y la razón social de constructora, declaran que la obra está conforme a los requisitos técnicos y legales y, además, si son construcciones nuevas, se tenga un certificado de calidad de la obra para que se autorice la promoción y venta.
Pudiera exigirse también que los constructores dejaran un porcentaje de la venta, en un fideicomiso público, por un plazo en años, que garantice la calidad de la obra y que se forme un fondo de indemnización para siniestros cuando se compruebe que fue a causa de una mala construcción.
Además, con nombres y apellidos de los servidores públicos que certifiquen y nombres y apellidos de los constructores, se disponga que si hicieron alguna irregularidad, pagarán hasta con su propio patrimonio los daños causados, amén de las sanciones penales.
Que legislen así, a ver tienen la intención de proteger vidas y dejar atrás los negocios que atentan contra la integridad física y el patrimonio de las personas.
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