* ¿Dónde, entonces, la enorme riqueza que hace de la economía mexicana la número XIV en el mundo? En los créditos fiscales, las devoluciones de impuestos, las condonaciones impositivas y en las cuantiosas fortunas producto de la corrupción. Pero no aprenden los electores.
Gregorio Ortega Molina
¿Qué se requiere para que los integrantes del gobierno se conviertan en buenos administradores? ¿Qué para que los recursos fiscales lleguen a su destino, no queden sin ejercerse o terminen su vida socialmente útil en cuentas secretas en Andorra o Suiza? ¿Qué necesitan para demostrar su amor a México?
Honradez y honestidad.
La primera, para quedarse con las ganas de meter las manos al cajón de los recursos fiscales y evitar, en lo posible, los actos de corrupción en ambos sentidos: corromper y corromperse; la segunda, para proponer y efectuar proyectos de desarrollo viables y sustentables, puesto que durante las campañas políticas o en medio del discurso público, ofrecen lo que saben que es imposible cumplir.
La reflexión anterior proviene de la lectura de Israel Rodríguez en La Jornada, donde nos da cuenta de que el Banco de México informa, otra vez, de la desaceleración del crecimiento económico durante el segundo trimestre, y de la opinión de los empresarios del norte y centro del país, quienes señalaron sobre un posible debilitamiento en la demanda interna. Lo anterior significa que los mexicanos consumiremos menos cada día. Allí están las estadísticas sobre el descenso de la industria automotriz, y el desmadre urbano causado por el otorgamiento de permisos que cancelan futuro y atentan contra el medio ambiente, con tal de que no se les caigan los índices de crecimiento de la construcción, reflejo fiel del estado de salud de la economía. Terminaron pagando el costo en las consecuencias de los dos últimos sismos.
La información oficial es categórica, e Israel Rodríguez hizo su tarea; nos cuenta: “En el transcurso de la presentación del Reporte sobre las economías regionales, correspondiente al periodo abril-junio de 2017, Daniel Chiquiar Cikurel, director general de investigación económica del banco central, advirtió que entre los desafíos a la baja en la actividad económica, según los directivos empresariales consultados por el Banco de México en todas las regiones, alertaron sobre la posibilidad de que se presente un deterioro en la seguridad pública; que la incertidumbre asociada al próximo proceso electoral de 2018 incida adversamente sobre el gasto privado, especialmente en la inversión, y que la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) resulte desfavorable para México; adicionalmente, algunos empresarios consultados en el norte y el centro del país, destacaron la posibilidad de un debilitamiento de la demanda interna y un repunte en la volatilidad financiera internacional”.
Lo anterior es opinado antes de ocurridos los sismos y la manifestación del tamaño del desastre. Incidirán también la desconfianza y el gasto demandado para una reconstrucción que, hasta este momento, se presente opaca y algo más, y así seguirá, porque 2018 es el llamado año de Hidalgo.
Anota el reportero de La Jornada: “El comportamiento de la economía en el segundo trimestre del año es derivado del dinamismo del sector comercio y servicios y, por otro lado, del estancamiento que la actividad industrial ha presentado desde mediados de 2014, al tiempo que las actividades agropecuarias registraron una reducción”.
Alguien miente, porque por otro lado me entero de que nada hay que impulse la economía como la industria agropecuaria… y falta ver cómo reacciona el turismo y conocer del verdadero número de cancelaciones.
¿Dónde, entonces, la enorme riqueza que hace de la economía mexicana la número XIV en el mundo? En los créditos fiscales, las devoluciones de impuestos, las condonaciones impositivas y en las cuantiosas fortunas producto de la corrupción.
Pero no aprenden los electores. Venden votos como si lo que reciben a cambio de su libertad de elección y de la posibilidad de cambiar al país les resolviera la vida, y es todo lo contrario, se transforman en miembros de una tienda de raya totalmente sofisticada, y con representantes en la eternidad, porque otra vez esas deudas las heredan los hijos.
Ahora resulta que el sismo también sepultó los anhelos de libertad, porque todo seguirá igual enredado en la peor de las demagogias.
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