Javier Peñalosa Castro
En el pasmo que sigue a una tragedia como la que tocó vivir a miles de mexicanos —ya fuera en carne propia, ya a través de la empatía con familiares, amigos, vecinos o simplemente conciudadanos— tarda tiempo en disiparse. Tal vez a ello apelen nuestros gobernantes, que, para bien o para mal son los directamente responsables de para atender las necesidades ingentes de quienes fueron afectados por los sismos en su integridad física, en la pérdida parcial o total de su patrimonio o de sus escasas pertenencias, y que tan torpemente responden a esta emergencia.
En medio de anuncios rimbombantes, con bombo y platillos como fondo, se han anunciado acciones de todo tipo, pero en especial aquellas encaminadas a entregar apoyos a título personal, o traficar con la ministración de éstos, como ha ocurrido en Morelos, con Graco Ramírez, en Veracruz, donde los Yunes pusieron su marca personal a las despensas y en algunos otros puntos del centro y sur de México que fueron azotados por los sismos y los huracanes durante las últimas semanas.
Uno de los que más ha aprovechado los reflectores en ocasión de la atención a los damnificados durante este tiempo ha sido el secretario de Educación, Aurelio, El Niño Nuño, quien previamente se había hecho pintar canas para tratar de proyectar la experiencia y la sabiduría que dan (entre otras cosas) los años, pero que en su caso sólo le dan un look exótico, pero alejado del que lucem algunos intelectuales.
El Niño Nuño, decíamos, no desperdició oportunidad de aparecer en pantalla ni de repetir un desgastado rollo y, en su media lengua, explicó que pasarían tres semanas para que los estudiantes pudiesen volver a clases: Sin embargo, ya se dio el primer caso en que un juez concedió amparo a estudiantes y padres de una primaria Jaime Nunó, en la delegación Cuauhtémoc, porque aunque se había autorizado el regreso a clases, ese plantel se ubica junto a un edificio en riesgo de colapsar… Así, mejor esperar algunas semanas más, pero sin riesgos graves.
En este escenario de “placeo” intensivo a que se han sometido los suspirantes a la silla presidencial en el entorno de las desgracias que provocaron los sismos, políticos de todos los signos han tratado de llevar agua a su molino, lo mismo con la oferta de “donar” parte del financiamiento (los más audaces ofrecieron suprimirlo) para dedicar estos recursos a la atención a los damnificados, que con propuestas para que otros realicen donativos.
Gobierno y empresarios también alardearon con un plan de reconstrucción para personas que perdieron sus viviendas en la ciudad de México, el cual contempla el otorgamiento de hasta dos millones de pesos para edificar departamentos o casas derruidos por los efectos de los terremotos y de hasta 20 millones de pesos para la reconstrucción de edificios.
Aunque, debido al encarecimiento que han sufrido las propiedades en la ciudad de México en años recientes estas sumas apenas parecen suficientes para reponer el patrimonio inmobiliario perdido, siempre y cuando se cuente con el terreno para volver a edificar, lo terrible viene en la letra chiquita. A diferencia de lo que ocurría con el Infonavit o el Fovissste en sus primeros años, que cobraban de acuerdo con la capacidad de pago de los acreditados, y con una tasa de interés mínima o nula, ahora se ofrece pomposamente que el beneficiario de los préstamos “sólo pagará los intereses”.
Si Pitágoras no miente, y si la oferta de cobrar réditos del 9% anual es correcta, los intereses ascenderían a 15 mil pesos mensuales, suma que parece demasiado abultada para personas que tenían vivienda propia y no disponían de recursos para semejante desembolso. En algunos casos, simple y sencillamente el ingreso familiar no dará para pagar los dichosos intereses.
También en el entorno de azoro que nos dejaron los sismos, empresarios y gobierno anunciaron la concreción de tres de las cuatro Zonas Económicas Especiales (tienen luz verde las de Puerto Chiapas, Chiapas, Coatzacoalcos, Veracruz, y Lázaro Cárdenas-La Unión, en Michoacán y Guerrero, y está pendiente la de Salina Cruz, Oaxaca), que hace tiempo venían gestionando instalar en algunos de los estados con mayores necesidades de empleo e inversión.
Instalarán ahí, a la usanza del pasado populista del que tanto reniegan, grandes plantas industriales de ramos como el acerero y el del cemento, entre muchos otros, para lo que se les donarán terrenos y se les exentará de pagar impuestos durante algunos años. Por supuesto, estas zonas tendrán acceso a importantes puertos para el transporte de su producción, seguramente también con grandes facilidades y concesiones.
La cereza en el pastel es la mano de obra prácticamente gratuita que sigue teniendo México en perjuicio de sus ciudadanos, y a lo que, por ciento, en el marco del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) se oponen especialmente los canadienses, que lo ven no sólo como competencia desleal, sino prácticamente como trata laboral, y la propia delegación estadounidense.
Gobierno y empresarios no dejan de cacarear que se invertirán más de cinco mil millones de dólares. Por supuesto, creen que todos debemos comulgar con la rueda de molino de que se trata de una acto altruista para “bendecir” a cerca de 12 mil pobres, a quienes, “hará justicia” el llamado neoliberalismo económico que tanto daño ha hecho a los mexicanos desde hace más de 30 años.
Rebatiña por el poder
Y mientras algunos ya comienzan a frotarse las manos con los negocios que podrán hacer al amparo de la “ayuda” a damnificados por los sismos, otros protagonizan una lucha sorda por las candidaturas de los partidos a cargos de elección popular.
El caso más notorio es el del PAN, donde la otrora “pareja presidencial” (que suspira por volver a las andadas) formada por el mínimo Felipe Calderón y su mujer, Margarita Hillary Zavala intentaron a toda costa que aquel partido —y en la medida de lo posible, sus adláteres, el PRD y MC— les entregara la candidatura presidencial. Y como no pudieron lograrlo, decidieron abandonar el blanquiazul y buscarla “por la libre”. Habrá que ver cómo se recomponen lo que queda del PAN, lo que queda del PRD y el acomodaticio Movimiento Ciudadano, propiedad de Dante Delgado. En tanto, en el PRI, donde tradicionalmente prevalece la disciplina cuasi perruna, está por verse si el accionar del dedo presidencial no provoca nuevos resentimientos o fracturas.
Esto apenas empieza.