A un mes de haber experimentado el terremoto más publicitado desde el terrible terremoto del 1985 se podría hacer recuento de lo que ha dejado a su paso, desafortunadamente perdidas humanas y miles de damnificados, sobre todo y como se acostumbra, a los más vulnerables escondidos en las remotas y miserables localidades de un México desconocido para una gran número de imbéciles embrutecidos por el dios mercado. En consecuencia las historias de tragedia se centraron en la Ciudad de México, punto focal propagandístico de increíbles muestras de lo que el ser humano es capaz; desde una solidaridad, valentía y empatía asombrosas hasta la más terrible mezquindad, oportunismo, llegando a extremos de criminales irresponsabilidades.
Pero, tal vez, lo que más revuelo causó fue la respuesta inmediata del pueblo volcándose en un llamado frenético convocado en las redes sociales primero y aprovechado por las televisoras luego; decenas de miles, incluso más, de personas acudiendo a centros de acopio de todos colores, banderas y afiliaciones. A imagen de una tertulia, organizadores variopintos celebraron la fiesta de la solidaridad provocando, en el pueblo convocado, una especie de hipnosis que los obligaba a entregar hasta la camiseta en pos de los damnificados, algo así como un teletón que inicio involuntario, inocente y terminó como siempre en manos de sus creadores los reyes de la ambición.
Todo parecía constituirse en una de las más hermosas gestas de humanidad en las que el pueblo de México ha sido protagonista, afamado y aclamado mundialmente gracias a la artes publicitarias del duopolio televisivo quienes nunca han dado un “brinco sin huarache”.
A partir de la difusión de los “terribles e inconcebibles efectos de un terremoto que devasto totalmente a la ciudad de México” cientos de miles de personas, no sólo de México sino del mundo entero, se aprestaron apoyar de cualquier manera a los publicitados damnificados. Hasta aquí todo parecía, en efecto, un maravilloso acto de reivindicación humana, y menciono hasta aquí porque, como dice la frase coloquial “a río revuelto, ganancia de pescadores”, los héroes anónimos dieron triste paso a un desfile interminable de personalidades que torcieron totalmente el significado de altruismo.
Políticos, líderes, artistas, famosos e intelectuales dieron vuelo a sus egos desenfrenados catapultándose como los salvadores del terremoto, tal efecto incluso manchó la esencia de los esforzados, sacrificados rescatistas y voluntarios, la publicidad y el mercantilismo procuró manchar de manera arribista el heroísmo pero sobre todo la entrega desinteresada por el bienestar del prójimo.
Resultó incluso motivo de publicidad oportunista, mezquina hasta lo nauseabundo, el exceso particular de reflectores para los fieles perros rescatistas, estos si, seres totalmente ajenos a la mísera ambición corruptora del ser humano, verdaderos abanderados del humanismo.
Hablar del protagonismo de la mal llamada clase política, porque realmente son una horda de infelices depravados criminales, sería material para escribir un tratado de psiquiatría. Pero en resumen su actuación fue como se esperaba; una oportunidad de oro para “chingar” a diestra y siniestra, todo politiquillo mexicano orgulloso de su naturaleza ¡gandalla! no podría haber pedido mejor escenario que el del terremoto para poner en práctica su mejor repertorio de pútrida labia y extrema indecencia.
Lo mismo sucedió con los empresarios, orgullo del neoliberalismo y capitalismo salvaje, parásitos de la ignorancia y dislocación social quienes no tuvieron el menor empacho en disponer apoyos condicionados a una suculenta publicidad gratuita.
Mencionar a las figuras populares, que no talentosas, como artistas, cantantes, cómicos y demás fauna nociva de esta nuestra alicaída cultura es por demás un monumento a la egolatría y “chaqueteo” mediático.
Lo mejor, o peor, fue la facilidad con que el pueblo pendejo, y lo escribo tal cual porque es un pueblo pendejo, acepto de mil amores integrarse al festín convocado por los poderes fácticos, la fiesta de la historias lacrimosas, el convite a sufrir frente a las pantallas la pena ajena y olvidar la razón, el análisis; el aquelarre donde niñas inexistentes colocaron en vilo los cerebelos de millones de televidentes, mientras las ganancias de una televisora se acrecentaban por el servicio a sus patrocinadores. ¡¡Ay México… que maldición estarás pagando con tanto pendejo habitando tus aún prolíficas pero sacrificadas tierras!!
¡Es cierto, a estas alturas ya es notorio que el problema no es la horda de hijos de la chingada que mal administran el estado, ni la solución una bola de ojetes egomaniacos o deditos con voluntad propia recetándonos candidaturas para liderar sobre el mismo esquema criminal de democracias falsas y repúblicas bananeras, en cambio el problema son las millones de inconsciencias que constituyen a la mayoría del pueblo!
Porque no hay lógica que valga en lo sucedido con los millones de dólares donados por otros estados y el mismo pueblo, en el robo de despensas y uso discrecional de ayudas voluntarias en especie, como lo sucedido con el reconocido y auténtico malparido de Graco Ramírez e infeliz cónyuge.
No, no hay lógica que resulte valida a excepción de la lógica de un pueblo pendejo totalmente sumiso y obnubilado a los designios de una clase gobernante con muchísima más astucia y totalmente ausente del más mínimo sentido de la integridad humana.
Cuando escribo esto es tal mi coraje, mi indignación ante las dos partes, un pueblo sumiso y un gobierno corrupto, que palabras se agolpan en mi mente en un torrente de improperios e insultos, desahogo de una realidad que ya no encuentra alivio.
El nivel de reacción del pueblo de México a veces me recuerda a las mal llamadas fiestas taurinas en donde la nobleza, instinto, bravura pero también falta de raciocinio de un animal majestuoso es explotado por la retorcida mente de un hombre que sistemáticamente se dedica a torturar hasta la muerte a tan magnífico ser, aprovechando su naturaleza indómita.
Que ciegos han llegado a ser los mexicanos que no dan cuenta de cuanta burla encierran los publicitados llamados como ¡El Mexico bronco!, ¡Despierta México!, ¡Viva México!, ¡Viva México cabrones! y demás ridículas frases subrepticiamente infiltradas de manera burlona por la oligarquía que sólo ve al pueblo pendejo así; como una bestia desbocada ante quien le manipula con capote y muleta para torturarlo con banderillas y finalizarlo con una estocada… ese es el pueblo de México, un pobre toro embravecido en una miserable corrida de toros.
Después de todo y parafraseando aquella joya de la cinematografía “Lo que el viento se llevó”, lo que el terremoto se llevó fue una vez más la oportunidad de un despertar del pueblo apendejado, obnubilado por las artes hipnóticas de una clase gobernante inmoral, depravada y manipuladora que sólo necesita un capote para provocar reacciones elementales de la bestia como pasión, fuerza, ímpetu… el instinto de supervivencia como único medio para intentar cambiar su programado destino… servir al matador.
Lo que el terremoto se llevó, una vez más, fue la oportunidad de trascender la queja y el des-enmascaramiento de un estado corrupto. Lo que el terremoto se llevó es la alternativa de exigir cuentas claras y justicia a los administradores de la miseria de millones de mexicanos.
Lo que el terremoto se llevó fue la voluntad de un pueblo a cambio de discursos amansa-pendejos de futuros mejores, retribuciones en la lejanía y hermosos cual efímeros arcoiris en el horizonte.
Lo que el terremoto se llevó nuevamente fue la realidad de un país jodido, muy jodido ante demagogos, adalides de la doctrina, mercanchifles empoderados y una vomitiva pasarela de personajes vacuos, frívolos, idiotas y enajenados con su propia imagen.
Lo que el terremoto se llevó, nuevamente, es la memoria de un pueblo perdido en su propio constante y lacerante olvido.
Nada bueno dejó el terremoto y peor aún se llevó la opción de abrir los ojos a un pueblo ciego por la voluntad ajena.
-Victor Roccas