CUENTO
Santino era un hombre de 50 años, y era homosexual. Vivía en una ciudad pequeña que se llamaba “Mérida La Sucia”, en la cual la homosexualidad seguía siendo un tabú.
A este hombre gay le gustaba mucho cuidar mucho su cuerpo, tanto así que jamás en su vida había comido un panucho, y mucho menos el platillo típico de su estado: La Cochinita Pibil (la cual es abundante en grasa).
Y ganas no le faltaban, pero como era lo que en el mundo gay llaman “una musculoka”, esto mismo era lo que se lo impedía. Santino era un narcisista que estaba enamorado de su propio cuerpo, pero él no se daba cuenta.
Guapo de rostro no era, pero todo su cuerpo hinchado -gracias a los esteroides- le bastaba para tener “pegue” todo el tiempo. Así que amantes no le faltaban. Y Santino se hinchaba de orgullo cuando se percibía así mismo como un “latin lover”, pero maricón.
Durante unos años su vida siguió siendo normal… hasta que un día conoció a alguien que se la haría cambiar por completo. Santino había conocido a esta persona a través de un sitio de citas gay por internet.
Después de chatear con su nuevo ligue, le dio su número de teléfono, y el otro enseguida lo llamó. Santino entonces le dio la dirección de su departamento para que lo viniesen a ver; y el otro lo hizo.
Cuando se encontraron cara a cara, los dos se presentaron a sí mismos, luego enseguida se empezaron a toquetear para ir a terminar sobre la cama de aquel cuarto. Santino se sentía muy feliz y henchido de vanidad al ver que su cuerpo era “mejor” que el de su amante. Y aunque el otro también era “una musculoka”, no tenía tan hinchado el cuerpo, porque apenas empezaba a cultivarlo.
Luego de penetrar a su amante, éste le dijo a Santino que ahora era su turno. Y el hombre de 50 años aceptó con una sonrisa en sus labios. Entonces ocupó su lugar sobre la cama… y espero, con el culo en el aire.
Pero después de unos segundos en esa posición, al no sentir nada por parte de su amante, volteó la cara hacia atrás. Y cuando sus ojos se encontraron con los del otro tipo, éste -porque estaba celoso del cuerpo de Santino-, en un movimiento que pareció una ráfaga por su rapidez, le clavó un cuchillo enorme y muy filoso en su garganta. Santino no murió, pero se quedó sin poder hablar. El arma blanca le había roto todas sus cuerdas vocales.
Cuando todo este suceso salió publicado en los periódicos, toda la comunidad homosexual de Mérida La Sucia lo supo y… desde entonces bautizaron a Santino con el mote de: La musculoka muda.
FIN.
ANTHONY SMART
Octubre/17/2017 11:45 p.m.