* Si lo que se sabe es espantoso, cómo podemos adjetivar lo que desconocemos, o la situación de esas mujeres que supuestamente están vivas porque se les ve en la calle, en el mercado, en la escuela de los hijos, en los hogares, pero que en realidad están muertas de miedo, y en su íntima conciencia lo único que desean es que todo se acabe
Gregorio Ortega Molina
El maltrato a las mujeres también es un asunto de hipocresía: de las sociedades donde ocurre, dentro de las familias en las que las golpean, de los maridos que se dicen feministas, pero tratan a las esposas como esclavas. Son más de los que lo aceptan.
¿Cuántos mexicanos consideran que la mujer es un objeto en sus manos, o están seguros de tener un juguete en casa, sólo para satisfacer sus caprichos sexuales, y en cuanto les da la gana lo hacen también con las hijas y/o las sobrinas? Las estadísticas de lo que sucede en México son para helar la sangre del más plantado.
Crímenes sin castigo producen temor, miedo, pánico en la sociedad, que así se encamina segura al renacimiento del fascismo.
El Inegi da a conocer que durante los dos últimos lustros murieron asesinadas 22 mil 482 mujeres en los 32 estados que conforman, con los Poderes de la Unión, la República. Cada cuatro horas ocurrió la muerte violenta de una niña, joven o mujer adulta. Los métodos elegidos para castigarlas y/o deshacerse de ellas son mutilación, asfixia, ahogamiento, ahorcamiento o bien degüello, quemaduras, apuñaladas o, de plano, a balazos.
El Instituto informó que las carpetas de investigación por homicidios violentos iniciadas por las Fiscalías y Procuradurías estatales, pasaron de mil 83 en 2007, a dos mil 735 en 2016, lo que presenta un incremento de 152%.
Lo horrible y que además puede constatarse, es que contra toda lógica y como un atentado contra la dignidad de ellas, entre 2007 y 2016 fueron localizados los cadáveres o restos de 22 mil 482 mujeres. Si lo que se sabe es espantoso, cómo podemos adjetivar lo que desconocemos, o la situación de esas niñas, jovencitas, señoras que supuestamente están vivas porque se les ve en la calle, en el mercado, en la escuela de los hijos, en los hogares, pero que en realidad están muertas de miedo, y en su íntima conciencia lo único que desean es que todo se acabe.
El asunto es grave, porque refiere a la cultura de muchos mexicanos, que ven como normal el maltrato que conduce al feminicidio, pues así lo atestiguaron en la casa de sus padres, pero también debido a que era uso y costumbre formar a las hijas para el “matrimonio”, educarlas para embarazarse de los hijos que Dios le enviara, y su papel en el hogar era servir a todos.
Ellas, siempre, en último lugar.
Cada vez ocurre menos, pero sucede, y es por eso que las matan, y lo consideran normal.
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