* Si hay congruencia histórica y respeto a la nación a la cual se pertenece y a la que se le debe la oportunidad de servir, se pueden abrir las carpetas de investigación que sean necesarias, para dilucidar si es cierta, o no, la posibilidad de haber conspirado para traicionar a la patria
Gregorio Ortega Molina
La rivalidad entre la ex Unión Soviética y EEUU, primero, y entre Rusia y lo que queda del Imperio, hoy, resulta paradigmática para el estudio de la historia y la diplomacia.
El bloque soviético jugó a las vencidas en la carrera armamentista y salió derrotado, para después y como una de las consecuencias de haber “invertido” fortunas en la investigación científica y tecnológica y la industria de guerra-con un éxito inferior al de su rival-, ser desmembrado con el detonante de la caída del Muro de Berlín, y con la contribución de Juan Pablo II como artífice de la implosión del PC en Polonia.
Sin embargo, los gobernantes rusos nunca quitaron el dedo del renglón. La industria cinematográfica estadounidense y la literatura tienen en el tema un filón que garantiza audiencia y lectores: infiltrar el gobierno de Estados Unidos, para vencerlo desde adentro. El camino elegido por ellos está sustentado en la avaricia y su hija, la codicia.
Sólo la codicia por el poder de Donald Trump pudo abrir esa puerta, y dar la oportunidad a Vladimir Putin de materializar ese sueño que parecía imposible; hoy está en el poder del FBI y en las investigaciones y pruebas aportadas por la CIA, la posibilidad de impedir su realización.
Resulta que después de tantos esfuerzos twiteros de Donald Trump para deslindarse de la trama rusa, Paul Manafort, su ex jefe de campaña, decidió entregarse el último 30 de octubre al FBI, como primer atisbo a un triunfo de la legalidad, como consecuencia de la investigación que lleva a cabo el fiscal especial, Robert Mueller. Un gran jurado, según medios estadounidenses, aceptó el viernes los primeros cargos presentados por este veterano e incorruptible investigador contra un implicado en esta trama. Manafort ha sido imputado del delito de “conspiración contra Estados Unidos” y de tentativa de lavado de dinero, entre otros. Junto a un socio suyo, Rick Gates, acumulan 12 cargos criminales.
Si hay congruencia histórica, probidad jurisdiccional y respeto a la nación a la cual se pertenece y a la que se le debe la oportunidad de servir, se pueden abrir las carpetas de investigación que sean necesarias, para dilucidar si es cierta, o no, la posibilidad de haber conspirado para traicionar a la patria, y como resultado de esa vesania por hacerse con el poder, no detenerse a meditar que se pone en riesgo el futuro de Estados Unidos.
Los cargos no resultan menores, pueden equipararse a los que se investigan en México, porque los niveles de corrupción ponen en entredicho la viabilidad de la nación y el futuro de la mayoría de los mexicanos. Tanto se roba, que traicionan a la patria.
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