* La ley, el mandato constitucional compromete a gobernantes y gobernados, y eso es lo que da una dimensión política a las autonomías, al soberanismo catalán, expresado por pocos o por muchos, no importa, lo que se requiere es regresar a las palabras el sentido original, para evitar la catástrofe
Gregorio Ortega Molina
Mal asunto que deba aclarar las palabras propias, las ideas expresadas después de rigurosa reflexión y un supuesto acertado análisis de lo que sucede en Cataluña, y en Europa.
Lo más seguro es que diste mucho de ser tan certero en mis juicios, como lo creo y el número de lectores me hace creer.
He decidido hacer el papel de Rubén Aguilar, con el propósito de eludir el síndrome de Vicente Fox.
La ley es una normativa de convivencia, de armonía entre diferentes. La igualdad continúa como utopía. En asuntos políticos la ley es un mandato, sobre todo si está plasmada en una constitución.
Me pregunto si la convivencia de soberanías, autonomías o idiosincrasias divergentes es un asunto político o legal.
Si es un tema del poder, el lenguaje y las formas a usarse para mantener la unidad nacional es político y unívoco, no puede prestarse a confusiones ni engaños; por el contrario, si la norma constitucional se inscribe más allá de la razón exigida por la armonía entre divergencias, imponer el respeto exigido a los compromisos adquiridos para constituirse en una nación, pudiera hacer que la democracia cediera su lugar al autoritarismo, y éste, a su vez, a la dictadura.
No es una disquisición propia, está en la historia, en los libros. Es experiencia vivida. Retomo unas ideas pergeñadas por Rob Riemen en Para combatir esta era: “La verdad puede conocerse sólo por el significado de las palabras… Cuando el lenguaje pierde el significado, no puede existir ninguna forma de verdad y la mentira se convierte en norma”.
El discurso de Mariano Rajoy y de Felipe, monarca de oficio, son ejemplo de una tergiversación política del lenguaje. Almudena Grandes habla con claridad del tema en su texto de El País del último 20 de noviembre. ¿Buscan otro terrorismo como el de ETA?
En Babelia del miércoles 22 de noviembre el jurista, novelista e historiador Philippe Sands afirma a su entrevistador: “El motivo por el que volvemos a leerlos es que sentimos que algo está pasando en Europa de nuevo, ya sea el Brexit, lo que ocurre en Hungría, el nacionalismo en Cataluña. Europa está viviendo una fractura y la última vez que algo así ocurrió fue en los años treinta. Y los autores que nos inspiraron durante esa ruptura fueron Zweig o Roth o el más desconocido Józef Wittlin.
“Lo que planea sobre todo es la historia de Europa en los años treinta, los asesinatos masivos de judíos, y polacos, que al final desencadenaron una revolución: antes de ese momento, el Estado era soberano. Si el rey o el gobernante quería matar a la mitad de su población, nadie se lo iba a impedir, la ley internacional no existía”.
Sí, la ley, el mandato constitucional compromete a gobernantes y gobernados, eso es lo que da una dimensión política a las autonomías, al soberanismo catalán, expresado por pocos o por muchos, no importa, lo que se requiere es regresar a las palabras el sentido original, para evitar la catástrofe.
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