* Los mexicanos han producido una gran riqueza que queda en pocas manos, porque los últimos seis presidentes de la República se han mostrado incapaces de administrar equitativamente la abundancia.
Gregorio Ortega Molina
Los mexicanos debemos sentirnos orgullosos de nuestros gobernantes, sobre todo de los que han tomado las decisiones cruciales durante los últimos seis lustros.
Los sicofantes del anti presidencialismo, del antipriismo, deben ocultarse, porque a pesar de todo el éxito está asegurado, como en esa escena de El padrino en la que Francis Ford Coppola debió divertirse al dirigir a Al Pacino en la encarnación de Michael Corleone, cuando argumenta que siempre que desea salirse de la mafia, lo regresan a su condición real, la de delincuente.
Así sucede con México, el país permanece en el umbral del Primer Mundo, como si esperase que los socios ricos lo inviten a dar el paso que, como ensalmo, haga de esta nación otro Canaán.
Y sin embargo…, Alicia Bárcena decide desengañarnos. En su calidad de secretaria ejecutiva de la Cepal, concedió a El País una entrevista antes de la quinta ronda de negociaciones del TLC, en la que hace énfasis en el daño que el Tratado ha infringido al campo mexicano, y pone el acento en la necesidad de fortalecer el mercado interno en México por la vía del aumento salarial.
Es decir, coincide con lo que vino a decir a México Justin Trudeau, con lo que sostienen los líderes sindicales estadounidenses y los negociadores de Canadá y Estados Unidos, pero que aquí se niegan a reconocer -salvo algunos empresarios conscientes del daño hecho-, o de plano se asume la actitud del secretario del Trabajo, Navarrete Prida.
Alicia Bárcena aseguró en esa entrevista que, en caso de terminarse el TLC, México tendrá un momento difícil de adaptación. “Nuestros cálculos apuntan a que el primer año el impacto sobre el PIB mexicano sería de entre un 0,9% y un 1%, frente al 0,1% de EE UU y al 0,5% de Canadá. Para México es un cambio de paradigma, porque le ha apostado todo a Norteamérica desde hace 23 años”.
A pregunta de El País: ¿Qué hace falta, entonces, para que el campo recupere su peso?
La señora Bárcena responde: “Sobre todo una política de apoyo y financiamiento que ha sido el gran sacrificado en el TLC. Hubo un gran desmantelamiento de la banca que lo apoyaba, y eso ha provocado una gran migración hacia las ciudades y hacia EE UU. Los trabajadores más productivos del sector agropecuario estadounidenses son mexicanos. ¿Por qué no podemos hacer lo mismo acá? Fallan las políticas y el valor agregado. México, por ejemplo, fue una gran potencia pesquera, con productos muy requeridos en Asia. Y puede volver a serlo si va de la mano con sus socios de la Alianza del Pacífico”.
No le demos vueltas. México ha recibido muchos beneficios del TLC, pero no todos llegan a sus destinatarios; el país también ha cedido en áreas importantes, y poco o casi nada se hace para reactivar el mercado interno a través de la dignificación salarial del empleo.
Los gobernantes y empresarios farolean. Los mexicanos han producido una gran riqueza que queda en pocas manos, porque los últimos seis presidentes de la República se han mostrado incapaces de administrar equitativamente la abundancia.
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