Por: Antonio Balam
1: 15 p.m. Acabo de expulsar muchísima mucosidad… y no me lo esperaba. Luego de sucedido esto, yo, traté de no entrar en “shock”, porque esto es muy increíble.
A todos los profesores (as) que el día de hoy me han comprado mi cuento, QUIERO DARLES LAS GRACIAS. Y no sé si decirlo, pero soy un lisiado de la nariz. Me deprimo por lo que me sucede, por el impedimento y dolor que esto ocasiona en mí.
No quería decirlo, pero he pensado que solamente de esta manera ENTENDERÍAN quién soy yo. Y decir el tiempo que llevo luchando con mi realidad… No, ¡para qué!
Escribo esta carta PARA QUEJARME contra los directores de las escuelas (a excepción del director de la escuela “Felipe Carrillo Puerto”), quienes siempre me han restringido el paso argumentando varias excusas, excusas que si se piensan no tienen validez. Pero ellos me salen con que son ordenes que tienen “de arriba”.
Hoy por ejemplo, como si yo fuese un delincuente, he tenido que meterme a una escuela. Era hora de recreo, así que no le vi problema. Por suerte que varios profesores aceptaron “ayudarme” comprando mi trabajo. ¿El costo?: 15 pesos. Y no lo podía creer.
Porque esto es lo que hago “para ganarme” un poco el sustento.
No quisiera relatar lo que luego me sucedió. Esa actitud “hostil” de ese pobre director hacia mí. Hasta me sentí dentro de una cárcel, porque literalmente me habían encerrado. Al ir a abandonar la escuela, descubrí que la reja tenía candado.
Entonces me acerqué a la dirección, y lo primero que vi fue la cara de ese pobre ser (el director). Y lo primero en lo que él se fijó fue en la bolsa que yo tenía agarrada: eran las copias de mi cuento, unos 90 juegos de 4 hojas cada uno.
-¿Quién abre la puerta? -le pregunté. Y él me contestó que porqué entré así, sin decir nada. “Tienes que esperar hasta las 10:45”, añadió. Entonces fue cuando me sentí un preso. Fue horrible. Y al instante de sucedido esto, no quise pensar en lo que Octavio Paz decía del mexicano: “O te chinga, o tú lo chingas”. Y lo que ese director estaba haciendo era precisamente esto: estaba chingandome.
Seguramente que ha de haber pensado que como me metí a “su escuela” sin pedirle permiso, pues ahora yo tenía que aguantarme hasta que a él se le diese la gana decir que abriesen la puerta.
Luego entonces fui a sentarme bajo un árbol, y mientras esperaba a que diese la hora indicada, yo no hice más que tratar de no sentir pánico. Porque juro de que en verdad me dio mucho miedo toparme con una actitud así. ¡¿Cuál era el objetivo?!, me pregunto. ¿Chingar? ¿Solo así porque así? No lo entiendo.
Por suerte que ya había terminado “de vender” mis cuentos cuando fui descubierto. Y como no me había ido mal, pues pensé que el mal momento que ahora vivía había valido la pena.
No voy a decir mucho sobre mi situación, pero todo el tiempo estoy sin sentido. Y solamente cuando hablo y promuevo mi trabajo, yo, logro olvidarme un poco de todo esto: el impedimento físico con el que he venido batallando desde que me diagnostiqué esta enfermedad (obstrucción de las fosas nasales). Unas veces caigo y me levanto… Pero hay días en los que me siento bien, hasta que de nueva cuenta… vuelvo a caer.
Hoy ha sido un buen día, a pesar de todo. Porque hoy es que he empezado a promover mi nuevo cuento: “NO MATARÁS”.
A todos los profesores que muy amablemente SIEMPRE me han apoyado, MUCHÍSIMAS GRACIAS.
Sinceramente, Anthony Smart.
Muna, Yucatán, México. Diciembre/06/2017